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Luis Oyarzún: el centenario de un filósofo de lo cotidiano

El sábado 14 de noviembre se conmemora el centenario del autor, cuya obra cruzó diversas ramas del conocimiento. Pero, quién fue realmente esta figura? Ésta es una duda que sigue instalada, pese a la publicación de sus diarios íntimos.

Abril Becerra

  Sábado 14 de noviembre 2020 15:06 hrs. 
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Un viajero incansable. Un orador lúcido. Amigo entrañable de Nicanor Parra. Poeta, intelectual, académico, naturalista y filósofo. A cien años del natalicio de Luis Oyarzún (1920-1972) su figura sigue siendo un misterio.

Su diario íntimo, publicado en 1995 por Leonidas Morales, sin duda despejó varias de las inquietudes que pesaban sobre el enigmático escritor nacido un 14 de noviembre de 1920 en la ciudad de Santa Cruz, región de O’Higgins.

Sin embargo, aún existen varias interrogantes. El mismo Morales lo constató en la introducción al Diario íntimo: “En 1961 (Oyarzún) comprueba la pérdida de un tercer cuaderno. Surge entonces la tentación de salvar, rememorándolo, el caudal de experiencias perdido, pero de inmediato lo detiene la conciencia de lo que le está prohibido”. 

A esta pérdida de información también se sumó, con los años, otra duda: ¿hubo o no censura en la publicación de estos escritos? Para un grupo la respuesta no puede sino ser positiva, sobre todo por las escasas referencias existentes respecto de la homosexualidad del autor. Para otros, en tanto, ésta es una incógnita difícil de despejar. Ahí el llamado es a centrarse en los escritos para comprender el complejo universo del escritor.  

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Luis Oyarzún hacia 1940. Fuente: Memoria Chilena.

Oyarzún, un filósofo en movimiento 

Oyarzún creció en medio de un rico ambiente intelectual. En el Internado Nacional Barros Arana conoció a Jorge Millas y Nicanor Parra, con quienes entabló una sólida amistad. Su primera publicación, La Infancia (1940), una novela autobiográfica que fue reconocida por la Sociedad de Escritores de Chile, fue el inicio de una trayectoria que lo llevaría a desarrollarse en áreas tan diversas como la poesía y el ensayo.  

“Él era, fundamentalmente, un poeta reflexivo, es decir, escribió en distintas facturas, pero ocurrió lo siguiente: en el medio filosófico ha costado mucho su incorporación, porque no propone un sistema, porque él es un filósofo de lo cotidiano. Él habla sobre el encuentro con las cosas y los seres vivos”, comenta Olga Grau, académica de la Universidad de Chile. 

“Eso es lo que lo ha caracterizado, una capacidad reflexiva de asociación, pero con una sensualidad muy grande. No es que solamente nos haga aparecer el mundo, sino que comprendamos allí un sentido de trascendencia. En él las cosas no las vemos por sí solas, sino que como parte de una unidad cósmica. Tiene algo bastante mítico de pronto. En ese sentido, uno podría pensar en que lo que movió a Oyarzún fue un tipo de pensamiento muy vital”, añade la investigadora.  

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Luis Oyarzún junto a sus compañeros del Internado Nacional Barros Arana, entre ellos, Nicanor Parra. Fuente: Memoria Chilena.

En vida, Oyarzún llegó a publicar cinco libros de poesía: Las murallas del sueño (1940), Poemas en prosa (1943), Ver (1952), Mediodía (1958) y Alrededor (1963). A ello se sumó una larga lista de ensayos vinculados a la historia del arte y la estética. 

No obstante, estas obras están pobladas de imágenes conectadas con la naturaleza y un tiempo muy poco lineal. “Todo se ordena/Los cielos se equilibran perfectamente/El mar se estira de una costa a otra/La luz de la mañana se deleita a sí misma”, escribiría en autor en Contraste. 

Para Olga Grau esto tiene que ver con que el pensamiento de Oyarzún siempre está en movimiento. “Si el pensamiento quiere aprehender lo real, tiene que desprenderse incluso de los conceptos. Por eso es una filosofía muy particular, porque más que apuntar hacia la construcción de categorías, lo que hace es un estar en el mundo, ser en el mundo y un ver el mundo. Es una inteligencia sensible”, dice.  

Lo que hace Oyarzún es producir una subjetividad muy particular, muy ligada al narrar la experiencia de sí mismo, una experiencia subjetiva que no se agota en la intimidad, sino que está en conexión con el afuera. Él era un gran viajero. Su espíritu era nómade aunque pueda haber tenido lugares institucionales”, comenta la académica. 

Luis Oyarzún Peña hacia 1960. Fuente: Memoria Chilena.

Luis Oyarzún Peña hacia 1960. Fuente: Memoria Chilena.

La última etapa: Valdivia 

Oyarzún también se desempeñó como vicerrector y decano de la Facultad de Artes Plásticas en la Universidad de Chile (1958), y fue profesor de estética en la Universidad Austral de Chile (1971). Pero estas facetas institucionales nunca lograron “bajarlo a tierra”. 

Roberto Matamala, académico de la Universidad Austral de Chile, bien recuerda cómo Oyarzún recorría los pasillos del plantel, manteniendo conversaciones con sus alumnos, las que concluían en largas caminatas. Charlar con Oyarzún, según rememora Matamala, era todo un deleite. De voz apaciguada y fluida, conminaba a los distintos saberes en sus diálogos: “No sólo sabía de estética, sino que los nombres de las florecillas del camino que uno a veces ni siquiera mira”, recuerda el profesor. 

Oyarzún llegó a Valdivia a principios de los ‘70 cuando ya se encontraba deteriorado, producto de su alcoholismo, aunque ello nunca fue impedimento para emprender proezas que marcarían su paso por Valdivia. 

Roberto Matamala, por ejemplo, recuerda una particular historia. “Estando en la ciudad rápidamente hizo amistades y se integró al medio intelectual. Justo en ese momento, en una esquina de Valdivia, muy cerca de la plaza, construyeron un caracol (…). Ahí había un árbol, y por supuesto, lo primero fue limpiar y limpiar en Chile significa cortar los árboles”.

“Cuando don Lucho se enteró de que iban a cortar ese árbol, movilizó toda su artillería: habló con las autoridades locales, movilizó a la gente de la Universidad y logró que modificaran los planes de ese horrible caracol para que respetaran el árbol que todavía está aquí (…). Ésa es la estatua viva de un ser vivo, de Luis Oyarzún. Lamentablemente, la ignorancia hizo que ahora pongan unos urinarios frente al árbol. Don Lucho fue el primer ecologista antes de que se hablara de ecología”, narra el académico. 

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Luis Oyarzún Peña, hacia 1960. Fuente. Memoria Chilena.

Los últimos años de Oyarzún estarían marcados por su permanencia en el sur del país en compañía de su madre, aunque nunca dejaría de escribir. El día antes de fallecer producto de una hemorragia constataría en una de sus libretas: Taken for a drive

Sin embargo, de manera póstuma su obra continuaría floreciendo, lo que quedaría plasmado en títulos como Epistolario Familiar (2000) o Necesidad del arcoíris (compilación, 2002). En los últimos años, nuevas investigaciones se aventurarían en su obra, develando un mundo particular y cósmico.

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