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Maradona, el héroe trágico

Columna de opinión por Patricio López
Miércoles 25 de noviembre 2020 17:14 hrs.


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Si hiciéramos el ejercicio de ver a algunos deportistas como personas que llevan el dominio de su cuerpo a niveles sublimes, tal como lo hacen los bailarines, los cantantes o los músicos, habría que decir que Diego Armando Maradona fue uno de los artistas más extraordinarios de nuestro tiempo. Nadie que haya nacido en los últimos 45 años ha visto a un futbolista más perfecto que él. También, para muchos que tienen más de 45 años, Maradona fue superior a Pelé, aunque lo frecuente en las familias de todo el mundo es la discusión entre los más viejos y los más jóvenes respecto a quién fue el más grande.

Esa discusión no existe en Argentina. Ahí, simplemente es Dios. O D10S, como suelen escribirlo. Para ese pueblo, Maradona ocupa el lugar del mito del héroe, pero además idiosincrático, muy representativo de la forma de ser de las personas de esa tierra. En el libro El Héroe de las mil caras de Joseph Campbell, dice que “el héroe se lanza a la aventura desde su mundo cotidiano a regiones de maravillas sobrenaturales; el héroe tropieza con fuerzas fabulosas y acaba obteniendo una victoria decisiva; el héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgar favores a sus semejantes”.

Para los argentinos, eso es lo que hizo Diego Maradona en el Mundial de 1986. La razón por la cual ese pueblo quiere más la copa del Mundo de ese año que la de 1978 es, probablemente, porque ven ahí el viaje del héroe. Alguien que empujó al grupo a ir más allá de sus propios límites, a derrotar a enemigos muy poderosos y volver con la victoria a la comarca. Es quien pudo, en el sentido figurado de un simple deporte, restañar esa herida aun abierta de la Guerra de las Malvinas, con el triunfo ante Inglaterra.

Pero el Maradona autodestructivo fue, también, el héroe trágico, aquel que como consecuencia de sus propias acciones pasó de la prosperidad a la adversidad. Su caída como consecuencia de la adicción a las drogas, además de sus posiciones políticas a todo evento, como su apoyo a la Revolución Cubana y a los gobiernos bolivarianos de Venezuela, hizo que para un sector de la sociedad argentina y de otras partes del mundo fuera señalado como un símbolo del mal ejemplo. En declaraciones a la televisión de su país, el presidente Alberto Fernández afirmó que “le pedimos a Diego que fuera un modelo, que fuera perfecto. Pero él hizo lo que todos nosotros: vivió como pudo y fue feliz como pudo. Lo que lo hace diferente es que nos hizo felices como nadie más pudo hacerlo”.

Hay otro Maradona, más oscuro e insoslayable. Aquel que fue denunciado por violencia física y sicológica contra algunas de sus parejas y sus hijas, además de su renuencia a reconocer hijos que efectivamente tuvo y de declaraciones homofóbicas y transfóbicas. Se ha señalado que una persona con estas características no tendría derecho al reconocimiento público, posición que abre un debate que se debería promover y no ocultar. Es una pregunta eterna y sin respuesta final si se debería exigir la virtud en el arte y, si diéramos a Maradona por artista, sin duda su caso atizaría la discusión. Solo podemos decir, a modo de constatación, que si algún día llegáramos a la conclusión de que es exigible la virtud en el arte, habría que sacar muchos cuadros y esculturas de los museos, músicas de los programas, óperas y ballets. Quizás, como en otros asuntos, ocurra aquí que dos cosas aparentemente incompatibles puedan ser ciertas al mismo tiempo.

Mientras se esclarecen las razones de su muerte, a Maradona se le llora en Argentina, en Nápoles y en todas partes. Y queda para siempre ese gol a Inglaterra en 1986, relatado por un inspirado Victor Hugo Morales que se dio cuenta de inmediato que había visto el mejor gol jamás realizado. El puño en alto luego de la recorrida memorable, la jugada de todos los tiempos, se transformó entre otras cosas en un símbolo de la emancipación latinoamericana frente a la pretensión imperial, como los versos de Calle 13 en la canción Latinoamérica. Algo que se ha vuelto muy cierto no solo respecto al pasado, sino también respecto al futuro, al punto que nos parece imposible ver alguna vez un gol mejor que ése. Héroe y trágico a la vez.

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.