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Desafíos de la Educación Superior para enfrentar cambios en el desarrollo de los sistemas productivos

Columna de opinión por Roberto Neira Roa
Viernes 11 de diciembre 2020 10:07 hrs.


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A los vertiginosos cambios que vienen ocurriendo en ciencia y tecnología desde el inicio del Siglo XXI, se sumó la aparición de una pandemia inesperada que está modificando de manera inesperada nuestra vida cotidiana. Estos cambios tendrán un impacto significativo que nos obligarán a modificar la forma de enfrentar nuestro desarrollo y, muy probablemente, cambiarán los sistemas sociales, económicos y productivos. Esto incluye cambios en áreas sensibles del quehacer de las universidades, especialmente en los sistemas educacionales y en la contribución que éstas hacen al desarrollo de los sistemas productivos en diversas áreas de la economía.

Para la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, ambos temas han estado y estarán en el centro de nuestro quehacer, porque influyen directamente en las carreras que impartimos: Ingeniería Agronómica e Ingeniería en Recursos Naturales Renovables. Basta constatar que la agricultura mundial, necesitará alimentar a 2.000 millones de personas adicionales en los próximos 30 años, cuando la población mundial alcanzará a casi 10.000 millones de habitantes. Este es un desafío no menor, ya que este aumento en los niveles productivos debe hacerse sin aumentar la superficie disponible para hacer agricultura, en medio de los devastadores efectos que está teniendo el cambio climático inducido por el hombre, en un escenario de creciente disminución del recurso hídrico, en medio de la necesidad de transformar los sistemas productivos en carbono neutrales, ante la impostergable necesidad de disminuir el uso de los contaminantes ambientales, como pesticidas químicos y fertilizantes sintéticos y cambiando drásticamente la matriz energética que posibilita los procesos productivos.

Afortunadamente, todo hace presagiar que podremos construir un futuro mejor si ponemos a la investigación científica, a los avances tecnológicos y a la transdisciplina al servicio del desarrollo productivo agrícola y medioambiental. Los avances en nanotecnología, por ejemplo, podrían utilizarse para reducir las aplicaciones de agroquímicos, minimizar la pérdida de fertilizantes o incrementar la producción optimizando el uso de nutrientes. La biotecnología, podría usarse para optimizar el mejoramiento genético de plantas y la obtención de nuevas razas de animales a través del uso de la edición génica. Las tecnologías de la información y las comunicaciones como la bioinformática; el uso de datos masivos; la inteligencia artificial; el aprendizaje iterativo; y, el uso de imágenes para caracterizar territorios, procesos y productos, tecnologías que pueden aplicarse a múltiples aspectos de la gestión productiva, de la comercialización de productos y de la protección del medioambiente. La robótica, por otra parte, podría servirnos para automatizar variados aspectos de los procesos productivos, especialmente aquellos intensivos en el uso de mano de obra.

En nuestra Facultad, para enfrentar este colosal desafío, venimos tomando diversas medidas tendientes a facilitar la adecuación a este proceso de cambio. Por ejemplo, hemos reestructurado el Departamento de Economía Agraria, para transformarlo en un Departamento de Gestión e Innovación Rural, el cual, a través de una mirada interdisciplinaria vea a la agricultura y al medioambiente más allá de la mera producción de alimentos. Para ello se incorporarán a la Facultad académicos del áreas de las ciencias sociales, como antropólogos y sociólogos, que nos permitan analizar fenómenos como el despoblamiento de los territorios rurales, el desarrollo de la agricultura urbana y periurbana y otros aspectos relacionados con lo que hoy se conoce como servicios ecosistémicos, es decir, servicios que directa o indirectamente contribuyan al bienestar humano, como son, por ejemplo, la provisión de recursos naturales; la regulación de desastres naturales, como inundaciones y pestes; la provisión de recursos espirituales y de recreación; como parques nacionales y áreas protegidas de vida silvestre; las contribuciones a la regularización de los ciclos naturales, como el ciclo del agua de los nutrientes, del carbono, etc.

Por otra parte, hemos renovado los planes de formación de las dos carreras que imparte la Facultad, de manera que los estudiantes que ingresen a estudiar a partir del año 2021, verán que las mallas curriculares de ambas carreras están enfocadas en la sostenibilidad productiva, en el uso y conservación de los recursos naturales renovables y en el estudio, conocimiento y lucha contra el cambio climático. Adicionalmente, las mallas curriculares de ambas carreras, se diseñaron de manera de permitir el egreso de los estudiantes dentro de los 5 años programados para completar sus estudios, incorporando métodos de enseñanza modernos, como la educación a distancia y estableciendo las llamadas “clínicas”, que posibilitan la integración de los conocimientos adquiridos en cada semestre a través de trabajos prácticos, muchos de ellos realizados directamente en terreno. Estas modificaciones se enmarcan dentro de la misión de la Universidad de Chile de aportar al crecimiento económico y espiritual del país, formando profesionales emprendedores, creativos, innovadores y con un fuerte compromiso social.

Esperamos que estos cambios contribuyan significativamente a la sostenibilidad de los sistemas productivos agropecuarios, introduciendo conceptos como la agroecología, la biodiversidad, la diversificación de los procesos productivos (acuicultura) y la domesticación de nuevas especies vegetales y animales a los distintos procesos productivos.

 

Roberto Neira Roa

Decano

Facultad de Ciencias Agronómicas 

Universidad de Chile

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.