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Año XVI, 28 de marzo de 2024


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Homenaje a Mauricio Fredes y a todos los caídos en la Plaza de la Dignidad

Columna de opinión por Roberto Fernández Droguett
Miércoles 23 de diciembre 2020 18:34 hrs.


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El 27 de diciembre de 2019 es un día dramático que Chile no debería olvidar. Como muchos ciudadanos, estaba ese día en Plaza Dignidad siendo parte de las manifestaciones del levantamiento social iniciado el 18 de octubre, dónde además realizaba registros fotográficos en el marco de una investigación académica sobre procesos de politización en Chile. Habían pasado varios días desde el inicio de la estrategia de copamiento policial llevada adelante por el Intendente Felipe Guevara, la cual consistió en un aumento de la dotación policial en el centro de Santiago de modo de impedir las manifestaciones masivas que se venían desarrollando todos los viernes. Dicha estrategia ya tenía a su haber una víctima fatal y otra grave: el viernes 15 de noviembre, Abel Acuña (29 años) moría de un paro cardio respiratorio en medio de las manifestaciones (se acusó a Carabineros de obstaculizar la atención de emergencia) y el viernes 22 de noviembre, Óscar Pérez (20 años) era aplastado por dos zorrillos, resultando con graves lesiones.

Pese a esto, ese viernes 27 de diciembre la represión no se detuvo. Fue así que cerca de las 20:00 se inició una arremetida policial por la Alameda que obligó a la gente a correr para no ser alcanzada por las lacrimógenas ni los perdigones que se disparaban a mansalva. Una de esas personas era Mauricio Fredes, maestro yesero de La Pintana (33 años), quien en la intersección de la Alameda con calle Irene Morales cayó a una fosa de 1,80 metros de profundidad que tenía cables energizados y agua. Fue trasladado a la ex Posta Central, pero ingresó sin signos de vida al recinto asistencial.

Yo había estado muy cerca de ese lugar unos minutos antes. Me enteré de su muerte cuando era atendido en un centro asistencial producto de una fuerte caída que sufrí escapando de la represión policial. Este es mi relato de ese día, en memoria de todas  las víctimas del levantamiento social caídas en Plaza Dignidad y que merecen justicia y recuerdo.

“Ese viernes 27 de diciembre tuvo varias particularidades. La primera de ellas es que después de dos semanas de copamiento policial de todo el sector de Plaza Dignidad la gente ya había logrado recuperar el espacio para manifestarse, aunque de todas formas la represión se mantenía muy intensa. Lo otro es que durante la tarde se incendió el Cinearte Alameda producto del lanzamiento de bombas lacrimógenas hacia el techo del edificio. La dinámica no era demasiado diferente a la de otros viernes, con gente manifestandose en el sector de la Plaza Dignidad y la Primera Línea enfrentándose a Carabineros, principalmente en la calle Ramón Corbalán.

Cuando ya empezaba a oscurecer y aún quedaba mucha gente, los efectivos policiales comenzaron a salir de la calle Ramón Corbalán hacia la Alameda, disparando lacrimógenas y perdigones hacia las y los manifestantes. Mientras pensaba por donde retirarme sin exponerme a los disparos, una decena de carabineros comenzó a correr hacia quienes nos encontrábamos en el lugar, produciéndose una estampida. Fue en ese contexto en que tropecé y caí, golpeándome violentamente contra el suelo. Debido a la fuerza del impacto, no logré pararme, por lo que unos miembros de la Primera Línea me levantaron y llevaron con los voluntarios de salud que estaban apostados cerca del lugar. Me preguntaron mi nombre y cómo me sentía. Un dolor insoportable y la imposibilidad de mover el brazo izquierdo me indicaban que tenía lesiones producto de la caída, razón por la cual los voluntarios deciden llevarme al interior del GAM para ser revisado por personal más especializado. Durante el trayecto, de unas decenas de metros, apenas puedo respirar por los gases lacrimógenos. Escucho disparos de escopetas y cómo los perdigones chocan contra los muros del centro cultural Gabriela Mistral (GAM), frente a cuyo edificio se ubica el monumento de Carabineros, por lo que la represión policial siempre fue significativa y dura en esa zona. De hecho, el viernes posterior al 27 de diciembre, la realizadora audiovisual y fotógrafa Nicole Kramm recibió un perdigón en el ojo izquierdo, mientras pasaba por el sector.

Logramos llegar al puesto de salud y el personal allí apostado me dijo que debía ir a un centro asistencial por las lesiones que presentaba.  Salí por mis propios medios por atrás del GAM y llegué con mucha dificultad a una clínica cercana para ser atendido.

Fue allí, mientras esperaba por atención, que me enteré por redes sociales de la muerte de Mauricio Fredes, cuyo accidente había ocurrido a unos 20 o 30 metros de dónde yo me había caído. Al darme cuenta de lo cerca que estuve del lugar en que  falleció, no pude dejar de pensar que podría haber sido víctima cualquiera de quienes nos manifestábamos los viernes y muchos otros días en el sector de la Plaza Dignidad.

Tuve este mismo pensamiento el día en que fue asesinado Cristián Valdebenito, producto del disparo de una bomba lacrimógena que le pegó en la nuca, el viernes 7 de marzo de 2020. Y luego, cada vez que me enteré de heridos, mutilados o alcanzados por perdigones o bombas lacrimógenas, de personas golpeadas, ahogadas por los gases, quemadas por el agua de los carros policiales, o lesionadas por las circunstancias de la represión, como fue mi caso”.

Cuando se cumple un año de la trágica muerte de Mauricio Fredes no puedo evitar hacer esta revisión y reafirmar -una vez más- que las violaciones a los Derechos Humanos han sido masivas, sistemáticas e indiscriminadas, y que el conjunto de la ciudadanía movilizada ha estado expuesta a una brutal represión.

Hacer ese ejercicio de memoria es importante, porque mientras las noticias se copan con la vacuna del Covid y las fiestas de fin de año, hay familias como la de Mauricio (y tantas otras) que reclaman verdad, justicia, reparación y memoria, así como medidas que impidan que estas violaciones a los Derechos Humanos vuelvan a ocurrir y que se resguarde el legítimo derecho a manifestarse, particularmente en un momento histórico en el que la sociedad chilena lucha por tomar las riendas de su propio destino.

 

El autor es psicólogo Universidad de Chile, integrante del Programa Psicología Social de la Memoria, Universidad de Chile y del Grupo de Trabajo CLACSO Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.