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Último acto: espacios dedicados a la danza cerrarían sus puertas durante los próximos meses

A un año de la crisis sanitaria, los trabajadores y trabajadoras de la cultura advierten que 2021 será un año mucho más complejo que el anterior. Por lo mismo, se ha instalado en el ambiente un tema que por mucho tiempo intentó eludirse: el cierre de los espacios artísticos. Hoy, tanto La Vitrina como NAVE saben que esa es una decisión lamentable, pero que ya es momento de enfrentar.

Abril Becerra

  Sábado 9 de enero 2021 16:18 hrs. 
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El coreógrafo Exequiel Gómez es integrante del Colectivo de Arte La Vitrina, compañía que por  casi 28 años ha realizado un trabajo vinculado a la difusión de la danza contemporánea. Desde la agrupación, el bailarín ha sido testigo de cómo la pandemia supuso un reto para todas y todos los artistas del país, evidenciando una situación precaria y de desamparo respecto de la institucionalidad cultural. 

Sin embargo, en este contexto, el artista también observó cómo su equipo humano de trabajo se fue reduciendo, pasando de 11 a 6 integrantes. Vio cómo durante la crisis el colectivo debió arriesgarse con préstamos, suspendiendo sus remuneraciones y afrontando una virtualidad muy poco explorada hasta entonces.    

Durante los últimos meses, el artista y su equipo también debieron afrontar un tema que había sido eludido en más de una oportunidad: el cierre del espacio físico que por 20 años había alojado a la compañía. 

“Nosotros cerraremos definitivamente en febrero, porque hasta ahí tenemos recursos para sostener el espacio. Uno no pierde la esperanza de que nos podamos mantener. Es complejo, porque por La Vitrina pasan cerca de 25 compañías de danza al año. Ninguna sala tiene esa programación, entonces, no es solo que nosotros nos quedemos sin el espacio, sino que la danza pierde un espacio de resistencia, proyección, un espacio donde se juntan gremios”, cuenta el coreógrafo. 

“Al principio, pudimos subsistir gracias a unos pequeños préstamos que nos fuimos haciendo para pagar el arriendo, pero al final no pudimos seguir haciendo clases. No pudimos mostrar nuestros espectáculos, ninguna compañía pudo ensayar en nuestro espacio. Empezamos a notar que, de alguna u otra forma, había un desánimo en general. Pero también había una situación que tiene que ver con nuestras fuentes de trabajo”, comenta Gómez. 

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Durante la crisis, La Vitrina logró acceder a los fondos facilitados por medio de los Fondos de Emergencia levantados por el Ministerio de las Culturas, pero esto no fue suficiente, sobre todo porque los recursos llegaron con tres meses de retraso. A esa altura, para el colectivo la crisis ya había generado estragos.    

“Nos adjudicamos el fondo, lo que nos permitió trabajar durante el segundo semestre, que es lo que nos sostiene hasta hoy”, dice el artista, añadiendo que esta situación pudo ser amortiguada por las autoridades: “Hay una precariedad de gestión y de visión”, afirma. 

Nave es otro de los espacios afectados en este contexto. Desde el Centro de Creación y Residencia, que pertenece a la Fundación Patrimonio Artístico Creativo, advierten que el primer semestre de 2021 será un periodo difícil de sortear: mayo será un mes clave para definir el curso de la institución. 

“Somos un espacio que ha logrado funcionar gracias a una donación que ha hecho de manera permanente la familia que inició el proyecto, pero este año la crisis no generó la liquidez de las empresas de esta familia que hoy nos pueden donar solo el 60 por ciento de lo que normalmente donan”, explica María José Cifuentes, directora de Nave. 

“Antes recibimos el 100 por ciento de ellos y levantábamos la otra mitad con arriendos y fondos, pero siempre hemos sido frágiles. Siempre hemos estado al límite, porque Nave desarrolla una disciplina que no está contemplada en la política cultural. Siempre hemos estado nadando contra esa fragilidad”, añade la gestora. 

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Tanto La Vitrina como Nave se vieron perjudicadas producto de los cambios aplicados al Programa Otras Instituciones Colaboradoras (POIC). La iniciativa surgió hace casi 5 años con el objetivo de ayudar a aquellas instituciones colaboradoras que no eran consideradas por glosa directa. 

No obstante, según dice María José Cifuentes, “hoy ese programa ha sido desmantelado”. “A partir de 2022 no sabemos lo que va a pasar con este programa. Hay un gran silencio por parte del Ministerio. Además, se creó el Programa Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras (PAOCC) que es un refrito entre el POIC e intermediaciones. Ese es un problema, porque nos hacen competir con las instituciones que tienen fines de lucro y que tienen muchas más posibilidades de reactivación económica”, explica. 

Para la gestora, lo que sucedió con Nave y La Vitrina da cuenta de la desigualdad existente en el medio en el contexto de la postulación de fondos. A ello se suma una situación no menor: la exclusión de la danza a la hora de valorar las propuestas. 

“Desde los años 40, 60, el Estado ha invertido y, con justa razón, en la creación de ballet, que era lo que nos promovía como imagen país fuera de Chile, pero el ecosistema cultural y la misma diversificación de la danza, ha hecho que la danza independiente siempre crezca en estos espacios más alternativos. Hemos visto como la danza contemporánea ha nacido en galpones abandonados, en espacios precarios. Siempre ha existido una cierta precariedad”, comenta. 

La situación de ambos espacios culturales refleja un tema que podría extenderse, durante los próximos meses, a otros espacios culturales y de creación. Del mismo modo, el cierre deja una serie de inquietudes a la hora de pensar en el futuro de las disciplinas: qué sucederá cuando, una vez superada la crisis, sea necesario recurrir a la infraestructura cultural que hoy cierra sus puertas. En ese sentido, los gestores advierten que los próximos meses serán mucho más difíciles de afrontar si la institucionalidad cultural no socorre de forma concreta al sector cultural. 

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