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La gota en la frente II: el abuso continúa (y continuará)

Columna de opinión por Argos Jeria
Domingo 17 de enero 2021 14:27 hrs.


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Un colega acaba de descubrir que al aplicar el descuento en medicamentos que le otorga una cadena de farmacias por ser él afiliado a cierta Isapre, resulta un precio bastante mayor que en otros lados. Le hice notar que la treta no era nueva: las rebajas ofrecidas en algunos restaurantes por ser suscriptor de algún periódico se aplicaban a una carta-menú distinta, con precios mayores a los ofrecidos a quienes no eran suscriptores. Miradas aisladamente estas trampitas lucen inocentes (aunque el engaño premeditado provoque irritación), pues siempre se puede cambiar de farmacia o de restaurante. Miradas en conjunto, sin embargo, estas formas de operar son tan generalizadas que resultan abrumadoras y desgastantes para los ciudadanos.

En un artículo anterior mostré varios ejemplos de abuso sistemático: el alza unilateral de precios de los planes de salud, la aprobación ilegal de permisos de construcción, la desinformación por parte de los proveedores de internet, o la falta de mantención preventiva de los servicios de luz y agua privatizados. Todo esto inserto en un sistema de control simplemente inefectivo por parte del Estado, ya sea por la falta de capacidad para atender las denuncias, por falta de ganas de controlar a las empresas privadas, o por el hostigamiento o despido de los buenos funcionarios que intentan cumplir con las normas.

La lista de abusos es interminable. Las aseguradoras demoran las reparaciones pues saben que un porcentaje de asegurados las harán por su cuenta, incluyendo empresas del estado ¿Novedoso? Nada de eso; se imita a aquellas que en el gran país del Norte dilataban hacer efectivo el seguro de vejez pues un número no menor de clientes moría en la espera[1]. Las inmobiliarias y sus aliados comunales atacan a la contraloría y al poder judicial cuando sus dictámenes favorecen a los vecinos que intentan defender el entorno urbano de la congestión, contaminación y hacinamiento que provocan moles y malls. Y se continúa privilegiando las autopistas por sobre el transporte público.

Cabe preguntarse si en las circunstancias actuales en los ámbitos de la salud (virus) y la política (proceso constitucional) los abusos se refuerzan o se debilitan. Todo apunta hacia el refuerzo del abuso. En el presente, la permisividad de los atropellos cotidianos aumenta con la excusa de la reactivación económica. En cuanto al futuro, ya sabemos que las fuerzas que sembraron hace 40 años lo que hoy se rechaza – la constitución – se han sumado al “cambio” con un objetivo declarado: la modernización del Estado, nombre de fantasía para la disminución de sus atribuciones fiscalizadoras.

Así es que prepárese para seguir asignando su valioso tiempo a defenderse de los prestadores privados de servicios públicos, revisando los cobros mensuales, reclamando el reajuste de los planes contratados, denunciando la construcción ilegal de edificios que no cumplen las normas ni las órdenes, exigiendo que el seguro se haga cargo del  robo o del choque, y así. O déjese avasallar bien premunido de antiácidos, tranquilizantes y anti hipertensivos; en este caso le sugiero que los compre en las farmacias populares o comunales, aunque haya descuentos en las cadenas.

[1] Ver “Hasta que la muerte nos silencie” en El Bello Sino de Argos Jeria, Ediciones Radio Universidad de Chile, 2016.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.