En conversación con Radio y Universidad de Chile, el sociólogo Alberto Mayol se refirió a la reciente publicación de su libro “50 Leyes del poder en El Padrino”, que tiene su origen en el ánimo de investigar las formas históricas que ha adoptado el poder, que en su esencia -y de acuerdo a lo que plantea Max Weber- carece de forma precisa.
El académico de la USACh señaló que desde hace tiempo viene investigando las dinámicas del poder y especialmente atractivo le ha resultado los ejemplos y elementos que sobre esto nos entrega la obra de Mario Puzo y la adaptación cinematográfica de Francis Ford Coppola para hacer una reflexión profunda del tema y de cómo se puede vislumbrar claramente la influencia de la obra de Maquiavelo en ella.
En este sentido, Alberto Mayol planteó que existe un parentesco entre la investigación histórica o científica con la investigación que hace la literatura y las manifestaciones artísticas, y en el caso de esta obra, hay una “obsesión por el realismo” en Puzo y en Coppola, tanto en términos estéticos como políticos.
“Te vas dando cuenta que hay un esfuerzo de dar la señal a qué acto es en sí mismo un error, y qué acto no es un error, cómo se juega este juego del poder y cómo esto tiene conexión con la historia, con sociedades, por ejemplo el concepto de mafia siciliano es un concepto que proviene de una sociedad que estuvo siempre a merced de otros dominantes. Estuvo controlada, prácticamente, por todos los pueblos del Mediterráneo alguna vez. Nunca tuvo una vida propia en términos políticos y eso significó tener que administrar el poder de una manera colateral”.
Esta forma colateral de administrar el poder, según Mayol, es una forma que muchos grupos que han sido oprimidos han encontrado como organización y así “no decirle nada al que gobierna”, y con eso se construye “una sabiduría de administración” que poco tiene que ver con la violencia, y más bien con lo cotidiano y el día a día.
Alberto Mayol sostuvo que en la trilogía podemos ver, además, una historia del siglo XX particular. “La historia de El Padrino también es la historia del debilitamiento de la política”, aseguró.
“Tal y como la droga destruyó las estructuras de la mafia tradicional, porque sencillamente salió de la lógica de la protección y la extorsión, y entró en una lógica de mercado -a tal punto que las mafias se llaman carteles-. Por otro lado, en el mundo de la política el equivalente en capacidad de licuefacción de las dinámicas sociales al interior del mundo de la política es la llegada del mundo financiero, el arribo del dinero construido financieramente, donde el poder político es una gran herramienta para poder emitir dinero privado, sin necesidad de pasar por mecanismos reales de agregación de valor”.
Respecto de su preferencia por referirse en su libro al personaje de Vito Corleone, por sobre Michael, ambos arquetipos del ejercicio del poder, Mayol sostiene que la figura del patriarca es fascinante, pues actúa como una especie de dios a través de la obra, en la que sin tener una participación directa en los acontecimientos, siempre está presente. “El poder se ejerce con mayor potencia, en la medida que no tienes que ejercerlo, realmente”.
Y es ese tipo de ejercicio del poder el que va mermando conforme avanza el siglo XX, cuando la mafia se convierte en una banda de pistoleros que abandonan la dinámica más fina, prudente y omnipresente de la forma de ejercer el poder del pasado, concluyó.
En conversación con Radio y Universidad de Chile, el sociólogo Alberto Mayol se refirió a la reciente publicación de su libro “50 Leyes del poder en El Padrino”, que tiene su origen en el ánimo de investigar las formas históricas que ha adoptado el poder, que en su esencia -y de acuerdo a lo que plantea Max Weber- carece de forma precisa.
El académico de la USACh señaló que desde hace tiempo viene investigando las dinámicas del poder y especialmente atractivo le ha resultado los ejemplos y elementos que sobre esto nos entrega la obra de Mario Puzo y la adaptación cinematográfica de Francis Ford Coppola para hacer una reflexión profunda del tema y de cómo se puede vislumbrar claramente la influencia de la obra de Maquiavelo en ella.
En este sentido, Alberto Mayol planteó que existe un parentesco entre la investigación histórica o científica con la investigación que hace la literatura y las manifestaciones artísticas, y en el caso de esta obra, hay una “obsesión por el realismo” en Puzo y en Coppola, tanto en términos estéticos como políticos.
“Te vas dando cuenta que hay un esfuerzo de dar la señal a qué acto es en sí mismo un error, y qué acto no es un error, cómo se juega este juego del poder y cómo esto tiene conexión con la historia, con sociedades, por ejemplo el concepto de mafia siciliano es un concepto que proviene de una sociedad que estuvo siempre a merced de otros dominantes. Estuvo controlada, prácticamente, por todos los pueblos del Mediterráneo alguna vez. Nunca tuvo una vida propia en términos políticos y eso significó tener que administrar el poder de una manera colateral”.
Esta forma colateral de administrar el poder, según Mayol, es una forma que muchos grupos que han sido oprimidos han encontrado como organización y así “no decirle nada al que gobierna”, y con eso se construye “una sabiduría de administración” que poco tiene que ver con la violencia, y más bien con lo cotidiano y el día a día.
Alberto Mayol sostuvo que en la trilogía podemos ver, además, una historia del siglo XX particular. “La historia de El Padrino también es la historia del debilitamiento de la política”, aseguró.
“Tal y como la droga destruyó las estructuras de la mafia tradicional, porque sencillamente salió de la lógica de la protección y la extorsión, y entró en una lógica de mercado -a tal punto que las mafias se llaman carteles-. Por otro lado, en el mundo de la política el equivalente en capacidad de licuefacción de las dinámicas sociales al interior del mundo de la política es la llegada del mundo financiero, el arribo del dinero construido financieramente, donde el poder político es una gran herramienta para poder emitir dinero privado, sin necesidad de pasar por mecanismos reales de agregación de valor”.
Respecto de su preferencia por referirse en su libro al personaje de Vito Corleone, por sobre Michael, ambos arquetipos del ejercicio del poder, Mayol sostiene que la figura del patriarca es fascinante, pues actúa como una especie de dios a través de la obra, en la que sin tener una participación directa en los acontecimientos, siempre está presente. “El poder se ejerce con mayor potencia, en la medida que no tienes que ejercerlo, realmente”.
Y es ese tipo de ejercicio del poder el que va mermando conforme avanza el siglo XX, cuando la mafia se convierte en una banda de pistoleros que abandonan la dinámica más fina, prudente y omnipresente de la forma de ejercer el poder del pasado, concluyó.
En conversación con Radio y Universidad de Chile, el sociólogo Alberto Mayol se refirió a la reciente publicación de su libro “50 Leyes del poder en El Padrino”, que tiene su origen en el ánimo de investigar las formas históricas que ha adoptado el poder, que en su esencia -y de acuerdo a lo que plantea Max Weber- carece de forma precisa.
El académico de la USACh señaló que desde hace tiempo viene investigando las dinámicas del poder y especialmente atractivo le ha resultado los ejemplos y elementos que sobre esto nos entrega la obra de Mario Puzo y la adaptación cinematográfica de Francis Ford Coppola para hacer una reflexión profunda del tema y de cómo se puede vislumbrar claramente la influencia de la obra de Maquiavelo en ella.
En este sentido, Alberto Mayol planteó que existe un parentesco entre la investigación histórica o científica con la investigación que hace la literatura y las manifestaciones artísticas, y en el caso de esta obra, hay una “obsesión por el realismo” en Puzo y en Coppola, tanto en términos estéticos como políticos.
“Te vas dando cuenta que hay un esfuerzo de dar la señal a qué acto es en sí mismo un error, y qué acto no es un error, cómo se juega este juego del poder y cómo esto tiene conexión con la historia, con sociedades, por ejemplo el concepto de mafia siciliano es un concepto que proviene de una sociedad que estuvo siempre a merced de otros dominantes. Estuvo controlada, prácticamente, por todos los pueblos del Mediterráneo alguna vez. Nunca tuvo una vida propia en términos políticos y eso significó tener que administrar el poder de una manera colateral”.
Esta forma colateral de administrar el poder, según Mayol, es una forma que muchos grupos que han sido oprimidos han encontrado como organización y así “no decirle nada al que gobierna”, y con eso se construye “una sabiduría de administración” que poco tiene que ver con la violencia, y más bien con lo cotidiano y el día a día.
Alberto Mayol sostuvo que en la trilogía podemos ver, además, una historia del siglo XX particular. “La historia de El Padrino también es la historia del debilitamiento de la política”, aseguró.
“Tal y como la droga destruyó las estructuras de la mafia tradicional, porque sencillamente salió de la lógica de la protección y la extorsión, y entró en una lógica de mercado -a tal punto que las mafias se llaman carteles-. Por otro lado, en el mundo de la política el equivalente en capacidad de licuefacción de las dinámicas sociales al interior del mundo de la política es la llegada del mundo financiero, el arribo del dinero construido financieramente, donde el poder político es una gran herramienta para poder emitir dinero privado, sin necesidad de pasar por mecanismos reales de agregación de valor”.
Respecto de su preferencia por referirse en su libro al personaje de Vito Corleone, por sobre Michael, ambos arquetipos del ejercicio del poder, Mayol sostiene que la figura del patriarca es fascinante, pues actúa como una especie de dios a través de la obra, en la que sin tener una participación directa en los acontecimientos, siempre está presente. “El poder se ejerce con mayor potencia, en la medida que no tienes que ejercerlo, realmente”.
Y es ese tipo de ejercicio del poder el que va mermando conforme avanza el siglo XX, cuando la mafia se convierte en una banda de pistoleros que abandonan la dinámica más fina, prudente y omnipresente de la forma de ejercer el poder del pasado, concluyó.
