Las elecciones de El Salvador de este domingo son para renovar el Congreso, las alcaldías y los diputados del Parlamento centroamericano, pero sobre todo, son unas elecciones cruciales para el presidente independiente Nayib Bukele.
Nayik Bukele, con su chaqueta de cuero y su gorra de béisbol detona en el panorama político salvadoreño y eso es quizás lo que gusta. Este joven presidente -37 años en el momento de su elección, en febrero de 2019- hizo campaña centrándose en la necesidad de renovar la vida política salvadoreña y criticando a los dos partidos tradicionales que se han repartido el poder desde el final de la guerra civil: ARENA, a la derecha, y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), a la izquierda, el partido de los antiguos guerrilleros que firmaron los acuerdos de paz con el ejército en 1992. El fundador del partido Nuevas Ideas (NI) se presenta pues como un político antisistema, un “outsider”. Denuncia la corrupción, la inacción política y espera un cambio en este paupérrimo país centroamericano, azotado regularmente por tormentas tropicales y por bandas violentas como los maras.
Y precisamente sobre la violencia, el Presidente prometió hacer frente a la inseguridad. Dos años más tarde, El Salvador sigue siendo uno de los países más violentos del mundo. Pero las cifras de homicidios son las más bajas desde que terminó la guerra civil. Tal vez esto esté relacionado con la crisis sanitaria, o con una tregua negociada con las bandas, como lo demuestra una investigación hecha por el riguroso periódico El Faro. Nayib Bukele y sus ministros niegan cualquier acuerdo con estos grupos criminales. Otro tema importante de la campaña de Bukele es la lucha contra la corrupción. Desde el 2019, las investigaciones y los arrestos se multiplican y van dirigidas principalmente contra los dos partidos tradicionales, que tienen mayoría en el Parlamento.
La separación de poderes en cuestión
Recuperar esta institución en el momento de las elecciones legislativas simplificaría la misión de Nayib Bukele, cuyas relaciones con los parlamentarios son muy tensas. En los últimos dos años, ha habido una fuerte lucha. El Parlamento sobre todo se negó a aprobar el préstamo internacional que busca financiar su programa emblemático de la lucha contra el crimen organizado. Para hacer presión, Nayib Bukele no dudó en irrumpir en el Parlamento con soldados y policías antidisturbios el 9 de febrero de 2020.
Abuso de poder y muchos tuits
Sindicatos, organizaciones de derechos humanos y medioambientales denuncian regularmente los abusos de poder. Nayib Bukele es un presidente omnipresente que no duda en gobernar a base de tuits. El pasado mes de marzo, fue a través de un mensaje en Twitter que ordenó a los militares que detuvieran a quien no respetara el confinamiento sanitario.
¿Hacia una explosión del paisaje político?
El actual presidente tiene también malas relaciones con la prensa y se le acusa de nepotismo. Desde su elección, Nayib Bukele ha colocado en los puestos de poder a todo un círculo de amigos, parientes e incluso a su propia familia. Una investigación periodística muestra en particular la influencia de sus hermanos en la presidencia.
Durante la campaña de estas elecciones legislativas y municipales, se le acusó de avivar las tensiones al denigrar constantemente a los partidos tradicionales y criticar los acuerdos de paz de 1992. También se critica al presidente por haber utilizado indebidamente fondos públicos para distribuir paquetes de alimentos en plena campaña electoral con el pretexto de ayudar a los afectados por la pandemia.
Pero para los salvadoreños, la seguridad parece estar mejorando, la corrupción al fin se está combatiendo, y eso parece estar por encima de lo demás. Todas las encuestas dan como ganador al partido del presidente, Nuevas Ideas. Y podría alcanzar una mayoría absoluta en el parlamento de una sola cámara, a la vez de ganar varios municipios importantes. Después de 30 años de un reinado exclusivo de los dos partidos ARENA y FMLN, se espera pues que este domingo 28 de febrero se produzca un verdadero cambio en el panorama político salvadoreño.