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Desigualdad de género: un año de pandemia, diez años de retroceso para las mujeres

La conclusión es única y contundente: la pandemia ha profundizado aún más las diferencias de género. En Chile, la fuerza laboral femenina se redujo a un 41 por ciento, mientras que las horas de trabajo no remunerado aumentaron. Desde Fundación SOL, Andrea Sato, y desde ONU Mujeres, María Inés Salamanca, analizan este año de emergencia sanitaria y ponen el acento en la crisis de los cuidados.

Claudia Carvajal G.

  Lunes 8 de marzo 2021 16:43 hrs. 
Getty ImagesGetty Images

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A un año del arribo de la pandemia de COVID-19 a Chile las consecuencias de ella se han dejado sentir en todos los hogares chilenos. Sin embargo, el impacto económico lo han sufrido especialmente los grupos más vulnerables, con especial afectación a las mujeres que, en el mejor de los casos, pudieron mantener sus trabajos pero vieron aumentadas sus labores de cuidado ante el cierre de establecimientos educacionales o de cuidado de adultos mayores.

Según un estudio de ONU las consecuencias económicas que afectan a las mujeres no desaparecerán cuando la pandemia termine ya que ellas son “susceptibles a toparse con obstáculos a largo plazo en su participación en el mercado laboral y los ingresos”. Y a eso se agrega el impacto en las jubilaciones y los ahorros, que afectará su seguridad económica en el futuro.

En Chile, de acuerdo con los datos entregados por el Instituto Nacional de Estadísticas a fines de febrero, se han perdido un millón de empleos y las principales afectadas fueron las mujeres. Las razones de esto dicen relación con que las áreas en que ellas se desenvuelven mayoritariamente fueron las más afectadas por la aplicación de las medidas sanitarias: actividades artísticas, de trabajadoras domésticas, alojamiento y restaurantes.

Por otro lado, la brecha salarial se ha hecho patente en esta crisis sanitaria y económica incluso en el área de salud, en la que según datos de ONU un 70% del equipo de respuesta inicial y, sin embargo, ellas perciben un 16% menos de ingreso.

Para Andrea Sato, investigadora de Fundación SOL, las razones que pueden explicar el porqué, en 2021 sigue existiendo una importante diferencia entre lo que perciben mujeres y hombres por el mismo trabajo realizado, son de carácter histórico.

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Andrea Sato

“La brecha salarial de género se arrastra hace décadas y tiene que ver con una concepción cultural y social que se instala en los procesos de industrialización a principios del SXX. Durante las primeras huelgas obreras, lo que se da a conocer como salario familiar era un salario que principalmente aportaba el varón al núcleo hogar. Esa concepción y estructura de roles de género en que las mujeres son cuidadoras y los hombres son proveedores, se mantiene a nivel social y económico en orden a reducir los gastos en fuerza de trabajo para la acumulación del capital y eso permanece hasta la actualidad. Si vemos que dos personas trabajan, uno es hombre y la otra mujer, rápidamente consideramos que es el hombre el proveedor principal y la mujer entregará un complemento al ingreso principal. Esto es lo que en la literatura se llama “contrato de género” por el que se establecen estos roles sociales en que los varones deben ser proveedores y las mujeres cuidadoras. Esa es la concepción que permea las otras dimensiones de la vida”, explicó.

Las distintas organizaciones internacionales coinciden al concluir que la pandemia ha vuelto más patente las desigualdades de género.

El último informe de ONU Mujeres From Insights to Action, publicado recientemente, revela que la pandemia sumirá a 96 millones de personas en la pobreza extrema en el 2021, de las cuales 47 millones son mujeres y niñas. Como consecuencia, el número total de mujeres y niñas que viven menos de dos dólares diarios ascenderá a 435 millones.

María Inés Salamanca, coordinadora ONU Mujeres, explicó a nuestro medio que en nuestra región el retroceso de las mujeres en materia de participación laboral ha sido enorme y han retrotraído el estado de las cosas al de inicios del siglo XXI.

“A nivel regional se ha generado un retroceso en más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres, es decir, los tímidos avances en los derechos de las mujeres volvieron al nivel que estaban hace diez años. En Chile, el 2020 nos dejó con solo un 41 por ciento de presencia femenina en la esfera del trabajo”.

Y mientras la pandemia no esté controlada, los efectos no solo continuarán, sino que se vuelven aún más perniciosos a futuro. De acuerdo con los pronósticos de la Organización Internacional del Trabajo, 140 millones de puestos de trabajo a tiempo completo se podrían perder a consecuencia de la COVID-19, sobre eso, son las mujeres las que presentan un 19 % más de probabilidades de quedar desempleadas en relación con los hombres.

El empeoramiento de la crisis de los cuidados

Un asunto que ha tomado la mayor relevancia en este año de pandemia ha sido la cantidad de horas que las mujeres deben dedicar al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Un tema que en Chile venía siendo advertido desde antes del 2020 y que, con las restricciones sanitarias, el cierre de los establecimientos educacionales y de los centros de cuidado de los adultos mayores; finalmente eclosionó.

Según la encuesta de ONU Mujeres y el Centro de Estudios Longitudinales de la Universidad Católica, las mujeres han visto aumentada la cantidad de tiempo que deben dedicar al cuidado de otras personas en 9 horas. Ese número sube, en comparación con el tiempo que los hombres dedican a ello, a 14 horas extras de trabajo doméstico no remunerado.

” Necesitamos avanzar en ese sentido para poder modificar estas desigualdades estructurales. Debemos volver a pensar una nueva organización social y entender el cuidado de otra manera, no solo fomentando la corresponsabilidad, sino que debemos crear una sociedad que permita una repartición más justa de esas horas destinadas al cuidado. Es urgente alivianar esa carga de los hombros de las mujeres”, reflexionó María Inés Salamanca.

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María Inés Salamanca.

Si no avanzamos en una política de Estado, de protección, que incluya el tema del cuidado es muy difícil que rompamos el techo de cristal de las mujeres en el empleo y que logremos cambiar la cifra de participación, que, comparada con el resto de países de América Latina es muy baja. Ese es un asunto que es uno de los principales cuellos de botella para la participación de las mujeres no solo en el empleo y en lo económico, sino también en la vida social, en la entretención y distensión. Incluso impacta en la participación de las mujeres en la política, si se logra incorporar esos principios en la Constitución creo que sería importante para avanzar hacia la igualdad de género”, agregó.

La crisis de los cuidados afecta a niveles mucho mayores de los que podría imaginarse a primera vista, pues un alto número de niñas de 12 o más años simplemente se verán impedidas de volver a sus escuelas por tener que dedicarse al cuidado de hermanos menores o parientes ancianos.

“Es la situación que llamamos de piso pegajoso, porque cuesta que las jóvenes despeguen y tengan autonomía económica, social  o de liderazgo; que tengan acceso a ofertas de salud sexual y reproductiva. Posiblemente encontremos más casos de embarazo adolescente, situación que ya evidenciaba cifras preocupantes en nuestro país. También la pandemia puso en evidencia la situación de aquellas mujeres que entran y salen del mercado laboral, las que llamamos casos de escaleras rotas”, señaló la Coordinadora de ONU Mujeres.

Para la investigadora de Fundación SOL el tema de los cuidados debe tener una respuesta integral de parte del Estado, ya que es necesario que la sociedad completa comprenda que ninguna actividad económica es posible sin que existan quienes se dediquen a hacerse cargo de los más jóvenes y los más ancianos integrantes de nuestra comunidad.

El primer paso es visibilizar ese trabajo como esencial para la reproducción de la vida y, en ese sentido, entenderlo como algo que debe ser valorado y recompensado, no solo al momento de jubilarse, sino que durante todo el periodo que las mujeres llevan haciendo trabajo doméstico y de cuidado. Los trabajos normales asalariados comienzan entre los 18 y los 22 años, pero el trabajo de cuidado de las mujeres comienza mucho más temprano: a las 12 años”.

Ambas expertas coinciden en que la crisis de los cuidados debe ser uno de los aspectos centrales a ser abordado en el proceso constituyente. Pero antes de eso y en general, el Estado debe cumplir con los compromisos que ya ha adquirido en materia de género y es a eso a lo que apuntan las directrices de ONU.

En cuanto a las soluciones que los Estados pueden adoptar para resolver la crisis que enfrentan las mujeres que deben asumir la carga no remunerada del cuidado, María Inés Salamanca explicó que desde ONU han propuesto medidas concretas a los gobiernos y al sector privado y la sociedad civil en general.

Que la pandemia no sea una excusa para frenar el cumplimiento de compromisos que tiene que ver con la agenda de desarrollo sostenible al 2030. Respecto de agenda de género, hemos dicho que no deben redestinarse recursos para financiar programas en favor de las mujeres, como por ejemplo para la prevención de la violencia”, puntualizó.

El llamado específico de ONU es a no bajar la guardia y cumplir los compromisos adquiridos por los diversos Estados en materia de género, particularmente aquellos que dicen relación con la prevención de la violencia. Además se ha instado a los diversos gobiernos, al sector privado y a la misma sociedad civil a tener en cuenta las prioridades de las mujeres y niñas a la hora de dar respuestas a los problemas causados por la pandemia que sigue aún afectando gravemente a los distintos países.

Foto @Getty Images
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