Esto ya no es un juego de ajedrez: ¿sobrevive el capitalismo al capitalismo?

  • 28-04-2021

En la introducción al tomo I del clásico “Capitalismo, Socialismo y Democracia”, de Joseph A. Schumpeter, el autor abre partida: “¿Puede sobrevivir el capitalismo? Y rápidamente es incisivo: “No, no creo que pueda”. Claramente muchas etiquetas podrían acompañar al gran economista austriaco, alumno de Friedrich von Wieser y Eugen von Philippovich, menos la de ser marxista.

No pretendo acá volver sobre esa pregunta para retransitar las respuestas que economistas, polítólogos, filósofos, sociólogos han aportado, desde Marx hasta Schumpeter, desde Thorstein Veblen hasta Paul Baran, desde Ernest Mandel hasta Silvia Federici, por solo mencionar algunas rutas. Si bien las recomiendo muy especialmente hoy dentro de una crisis multidimensional y global sin precedentes.

En medio de esta película –que no lo es- repasemos algunos de los mitos que han sostenido ideológicamente y desde los imaginarios el capitalismo como modelo único, superior y exitoso: (i) el capitalismo ha demostrado su superioridad económica, nos guste o no. Están ahí los datos, (ii) ha reducido la pobreza en las últimas décadas, (iii) tiene democracias más estables.

En medio de una pandemia como la desatada producto del covid 19, complejizada por las profundas desigualdades sociales, la fragilidad de gobiernos y alianzas políticas, por la ampliación de las vulnerabilidades socioambientales que el capitalismo mismo produce, revisemos algunos datos y mitos:

I- El mito de la producción (la producción de riqueza)

Ha sido ampliamente estudiado cómo la competencia monopolista y oligopólica –y sus variantes- no tienen como fin la maximización de la producción, sino todo lo contrario. Al capitalismo, no le interesa producir más. Y no le interesa especialmente generar más riqueza, sino más capital, que son cosas bien distintas.

En el sexenio 2014-2019, el PIB de América Latina y el Caribe creció en promedio tan solo un 0,3% por año (CEPAL, 2021).

Tasas de variación anual a precios constantes de 2010 PIB total PIB per cápita América Latina 1990- 2019

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Fuente CEPALSTAT

Crecimiento del PIB per cápita mundial (% anual). Serie 1961-2019

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Fuente Banco Mundial. Datos Cuentas Nacionales países OCDE

Lo que observamos con estos datos es en efecto el comportamiento de un crecimiento inestable, cíclico y descendente que no logra superar salvo muy pocas excepciones, tasas de crecimiento promedio per cápita sobre el 5%.

La Inversión extranjera directa (IED) para América Latina, cayó en 2019 en 7.8%, se estima en un 50% en 2020, pero lo cierto es que el desplome venía desde el último ciclo 2012 según Informe CEPAL La Inversión extranjera directa en América latina y el Caribe 2020.

IED América Latina y el Caribe, 2010-2019

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II- El mito del consumo

En América Latina entre 2014 y 2019 el porcentaje de pobreza extrema aumentó del 7,8% al 11,3% de la población y la pobreza, del 27,8% al 30,5%, mientras la reducción del coeficiente de Gini se había ralentizado, de un promedio del 1,1% anual en el período 2002-2014 al 0,5% anual en el período 2014-2019 (CEPAL, 2021)

Población en situación de pobreza y pobreza extrema A.L 1990-2020, en % y en millones de personas.

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Fuente: Panorama social,2021

En términos porcentuales la pobreza se redujo casi 20% entre 1990 al 2020, en término de millones de personas América Latina continúa teniendo cifras muy similares a las de 1990, más de 200 millones de pobres. La pobreza extrema además, no solo no ha mostrado un decrecimiento significativo sino que en efecto vemos un aumento cercano y superior al de hace dos décadas.

III-El mito de la redistribución

Las matrices de desigualdades han sido eje central en la reproducción del capitalismo. El ranking Forbes 2021 muestra cómo los millonarios chilenos por ejemplo durante 2020, aumentaron sus fortunas en un 73% respecto del 2019. A nivel mundial los más ricos aumentaron sus patrimonios en más de 5 billones de dólares, una cifra récord. “Un asombroso 86% son más ricos que hace un año”, afirma Forbes World´s Billionaires List. Sabemos el aumento de estas riquezas no solo no proviene de fuentes de producción real, no generan empleos, ya que tienen como origen principalmente los mercados financieros y muy especialmente dentro de ellos el de las criptodivisas, sino que además se han producido justamente a causa de una contracción en la producción y la desaceleración abrupta experimentada en 2020 pero con antecedentes desde 2014.

Pero el problema de la distribución altamente desigual no es “meramente” socioeconómico”, es político. Estudios han demostrado la correlación entre niveles de desigualdad y conflicto social, mostrando un aumento de conflictos sociales y con ello de debilitamiento de las democracias precisamente allí donde las distancias sociales y económicas entre grupos aumentan.

Medias de seda para la Reina Isabel

Decía Schumpeter en el libro antes mencionado que: “La reina Isabel tenía medias de seda. Ahora bien, la aportación capitalista no consiste en producir más medias de seda para reinas, sino en conseguir que el esfuerzo de trabajo necesario para que las muchachas de la fábrica puedan adquirir dichas medias decrezca continuamente”. Pero como el gran economista que fue, sabía que el capitalismo traía junto a esa especie de “democratización del consumo”, la naturaleza de la “creación destructiva” sobre la que el capitalismo se produce a sí mismo.

No serían el paro ni la pobreza las variables definitorias en la finitud del capitalismo para al austriaco, sino la capacidad destructiva que el capitalismo genera sobre sus instituciones y sobre su eje central: la propiedad. Podemos decir, con el baño de realidad que la actual pandemia nos está dando, leyendo el ranking Forbes, escuchando sobre los mercados financieros, cómo el capitalismo no solo destruye la fuerza laboral, la mecaniza, tecnifica, informaliza, flexibiliza a niveles insospechados, sino que ha dejado ya hace mucho rato de producir.

Esta no es otra crónica de una muerte anunciada desde hace dos siglos, es la invitación a mirar los datos y contrastarlos con la vida cotidiana, y viceversa. Nuestros bienes de consumo, ¿cómo han sido adquiridos? ¿Usted y sus cercanos, qué producen y cómo producen? ¿Cuál es la estructura de producción que sostiene a su familia? Si usted o alguien cercano es un emprendedor/a, una PYME, deténgase a pensar en sus fuentes de capital, en la fuerza laboral que contrata y en qué condiciones, en cómo es el/la emprendedor/a su propio “jefe” y empleado. ¿Hoy cree que ser su propio jefe es aún un beneficio?

Ese, que quizás haya sido uno de los grandes efectos ingenieriles del capitalismo: el autoemprendimiento, la construcción de un sujeto empleador-empleado, hoy colapsa, pero la realidad es que viene haciéndolo hace décadas. En un país como Chile donde esta figura es significativa dentro de su estructura socioclasista, según la Cuarta Encuesta de Microemprendimiento realizada en 2015 por el Instituto Nacional de Estadísticas, más del 50% de los emprendimientos no estaban registrados siquiera en el sistema de Impuestos Internos, operaban en la informalidad, y el 74,4% eran empresas unipersonales, aún así el 33,7% de estos microempresarios/as sostenía que el principal beneficio de ser “independiente” era no tener jefe.

¿Se da cuenta? esto ya no es un juego de ajedrez, mientras, las medias de seda para la Reina Isabel, siguen estando aseguradas.

Diosnara Ortega es directora de la Escuela de Sociología de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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