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“Tengo Miedo Torero” de Rodrigo Sepúlveda

Columna de opinión por Antonella Estévez
Jueves 20 de mayo 2021 15:14 hrs.


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La esperada película aún no logró estrenar en salas comerciales, debido a la pandemia, tuvo un estreno via streaming en septiembre del 2020 y desde hace algunas semanas se puede ver en la plataforma internacional PrimeVideo.

Adaptar al cine esta reconocida novela de Pedro Lemebel no fue tarea fácil. Por una parte, el autor, figura fundamental del cuir chileno, tiene una manera de escribir particularmente barroca y en donde el uso de un lenguaje específico es tan importante para crear realidad como aquella realidad que se describe. Además “Tengo miedo torero” es de sus libros más famosos y su protagonista, la Loca del frente, es de los personajes más queridos de la literatura chilena contemporánea.

El proyecto de adaptación de esta novela se venía planeando hace muchos años –antes de la muerte de Lemebel, incluso- y ha tenido muchas vidas, países productores y nombres a cargo, pero desde el inicio el escritor señaló que quería que fuera protagonizada por Alfredo Castro. La decisión de Lemebel prueba ser certera, no sólo ante el talento indiscutible de este premiado actor nacional, sino porque en conjunto con el director Rodrigo Sepúlveda, logran encarnar en pantalla a un sujeto que, a pesar de ser ambiguo, difícil, al mismo tiempo desconfiado y entregado, mantiene en todo momento -sin importar las circunstancias- un envidiable sentido de dignidad, lo que genera una profunda empatía con la audiencia. Lo anterior no es obvio, ya que la Loca es una encarnación de un mundo homosexual doblemente marginal, por la pobreza y por la época. En sus escritos Lemebel visibiliza y dignifica un mundo queer antes de que se utilizara el término por estos lados y mucho antes de que las siglas LGTBQI+ estuviesen masivamente presentes en las calles, pancartas y demandas sociales.

La obra de Rodrigo Sepúlveda – también director de “Un ladrón y su mujer”, “Padre Nuestro” y “Aurora”- tiene una de sus marcas en el cuidado trabajo con actores, en “Tengo Miedo Torero” eso se evidencia no sólo en la construcción del protagónico, sino también en el equilibro que logra con los secundarios. La película es una co producción de Chile, México y Argentina y ese elemento requiere la participación de elenco y equipo de los tres países en el filme. La introducción de actores extranjeros en relatos nacionales no es fácil y podemos pensar en varios ejemplos en donde este elemento ha sido derechamente desastroso para la narración, pero este no es el caso. El contexto de la historia y el tono del relato permiten que esta diversidad de acentos y orígenes se fusionen bien y logren aportar -y no distraer- a lo que se cuenta.

Otro mérito de la película es su cuidada construcción de época. Sepúlveda ha señalado que le interesaba alejarse de esta imagen idealizada que se ha instalado respecto a la década de los ochenta. La película se sitúa en 1986, un año después de un terremoto especialmente devastador, y en un momento en que las organizaciones sociales estaban reorganizándose en manifestaciones contra la dictadura, recibiendo toda la brutalidad de las fuerzas armadas en respuesta. Es un momento oscuro y terrible en donde la violencia se siente en el ambiente y la película logra traspasar esa sensación a través de un par de escenas específicas, pero muy bien instaladas en el relato, y de una serie de detalles que dan cuenta de la tensión constante en que se vivía. Para las escenas de manifestaciones, la producción contó con el apoyo de la Agrupación de familiares de detenidos desaparecidos en dictadura y de otras organizaciones, lo que le otorga un poderoso sentido de verosimilitud al relato.

“Tengo miedo torero” es una película que se acerca con reverencia a su material original, pero que no se retiene a la hora de adaptarlo comprendiendo que los formatos son diferentes. El resultado es un filme que está bien construido, que es cuidadoso con la memoria social a la que refiere y que logra emocionar a través de un personaje que se expone, crece y se encuentra en el amor, repensándose ideológicamente, pero sin nunca perderse a sí mismo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.