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Año XVI, 16 de abril de 2024


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Por una política humanizada, feminista, colectiva, transformadora

Columna de opinión por Constanza Schonhaut
Viernes 22 de octubre 2021 9:25 hrs.


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(Discurso de la convencional Constanza Schonhaut en la apertura del trabajo de la Convención Constituyente)

Mi nombre es Constanza Schonhaut Soto, soy abogada, activista feminista y de derechos humanos, militante frenteamplista y constituyente del distrito 11. Vengo de la educación pública y del peso del endeudamiento; del movimiento estudiantil y de los esfuerzos de articulación de una alternativa política para Chile desde la lucha social. Soy hija de una madre soltera y nieta de una madre soltera.

Me presento porque para mí la política se hace desde lo que somos y desde donde nos paramos en la vida. Y eso estamos haciendo aquí: política. Espero una política que no replique las lógicas patriarcales, excluyentes y elitistas. Espero una política humanizada, feminista, colectiva, transformadora, una que no se hace sólo desde la razón, sino también desde la emoción, desde nuestras trayectorias, miedos, convicciones y contradicciones. Una política que no es con cuero de chancho, sino con piel de gallina, una política que es con llorar, porque vale la pena emocionarse por lo que hacemos. Porque cambiar Chile se hace desde la esperanza, pero también desde el dolor.

Lo sabemos quienes nos formamos en los movimientos sociales y llevamos tiempo marchando en las calles, construyendo organización, empujando los márgenes de este modelo a contrapelo de los gobiernos de los últimos 30 años. Lo saben los y las luchadoras que nos antecedieron, que recuperaron la democracia, pero nunca vieron llegar la alegría. Lo saben las víctimas y las familias de las víctimas de la dictadura que aún viven en la impunidad. Lo saben los pueblos indígenas que han resistido ante el extractivismo de mineras, eléctricas y forestales en sus territorios. Lo sabemos también las mujeres que hemos conquistado nuestros derechos a pesar de la constante violencia machista que recae sobre nosotras.

Por eso, este proceso constituyente es una oportunidad no solo para tener una nueva constitución,  sino para reparar, para sanar heridas históricas, para fortalecer la organización social y reconocernos como parte de algo en común, de algo que nos une. Por eso, la fuerza social que se expresó en el estallido social de octubre de 2019, es esperanza, es motor de la construcción de un nuevo Chile, es la posibilidad de cambiar los paradigmas que nos han regido y enfrentar los desafíos de nuestra generación en el marco de un cambio epocal que no se vive solo en nuestro país, sino a nivel global.

El primer proceso constituyente democrático en nuestra historia, debe poder plantear una democracia paritaria, inclusiva, deliberativa y plurinacional. Entregando una constitución que redistribuye el poder político y económico, que entrega mayor poder de decisión a las regiones, que reconoce la autonomía de los pueblos indígenas. Una constitución que implemente un nuevo régimen de gobierno y mecanismos de democracia directa; que garantice el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres, de las disidencias, de NNA, de personas de personas mayores, de personas con discapacidad.

Un proceso que se abrió por las luchas sociales que hace años se levantan exigiendo dignidad, debe también llevarnos a una Constitución que garantice derechos sociales y no los condicione al mercado. Con una educación pública, gratuita, democrática y no sexista; un sistema universal de salud; con la garantía del derecho a la vivienda y las pensiones dignas. Dejando atrás el principio de subsidiariedad y abriendo paso a la recuperación de lo público. Avanzando a un Chile donde la dignidad de sus habitantes no se mida por el tamaño de sus billeteras.

Una constituyente que se declara en emergencia climática en el contexto de una crisis ecológica global nos obliga a garantizar una Constitución ecológica. A pensar un nuevo modelo de desarrollo y redactar un texto con herramientas para proteger y restaurar nuestros ecosistemas. Inspirado por la justicia ambiental y climática para conservar nuestros glaciares, humedales, restablecer el curso natural de los ríos y permitir que las especies nativas pueblen nuestro territorio.

Finalmente, la primera constituyente paritaria del mundo nos debe dar paso a escribir una Constitución feminista, que de un salto sustantivo en la conquista de nuestros derechos, repensando además la forma de organizarnos socialmente. Con un Estado cuidador, cuyo mandato central sea cuidar de las personas, de las comunidades y del medio ambiente; reconociendo las labores domésticas y de cuidados como lo que son: un trabajo que produce valor; avanzando hacia una corresponsabilidad social efectiva con un sistema nacional de cuidados; garantizando nuestros derechos sexuales y reproductivos y un sistema judicial que nos asegure un verdadero acceso a la justicia.

Compañeros y compañeras, nuestro tránsito aquí no será fácil, cumplir con el mandato que los pueblos nos encomendaron no será fácil. Pero Chile se merece un triunfo después de tanto sufrimiento. Y si bien tengo la convicción de que aquí están las mayorías para esos cambios, ese triunfo no está garantizado. Y dependerá en buena medida de que seamos capaces de bajar los prejuicios, tejer las confianzas, desapegarnos de los egos y también de nuestros discursos. De colaborar y trabajar en lo que nos une y en nuestras diferencias. Porque Chile exige que el nunca más de ayer, se convierta en el ahora y siempre del mañana.

Muchas gracias.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.