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Salud mental en Chile: una cuestión más allá de las patologías

En el contexto de la pandemia, expertos plantearon la necesidad de fortalecer las colectividades y la importancia de que las personas calibren sus propias necesidades. Además, recalcaron que el error al abordar este tipo de problemáticas es tender a “psiquiatrizar” situaciones que están determinadas socialmente.

Natalia Palma

  Sábado 6 de noviembre 2021 10:09 hrs. 
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Ante una pandemia que sigue alterando la calidad de vida de millones de personas a nivel mundial, especialistas abordaron los desafíos que tiene Chile en materias de salud mental y cómo enfrentarlas en el actual contexto de la situación sanitaria.

Según un estudio publicado en mayo pasado por la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) y la Universidad Católica, se registró que el 46,7% de las personas presenta algún grado de depresión, siendo las mujeres quienes han mostrado mayor prevalencia en este tipo de síntomas.

Sin embargo, este escenario también se replica a nivel mundial. Así lo dio a conocer la revista científica The Lancet, a través de la investigación titulada “Global prevalence and burden of depressive and anxiety disorders in 204 countries and territories in 2020 due to the COVID-19 pandemic”, que apuntó a las mujeres y los jóvenes como los más afectados por la situación sanitaria.

El estudio, realizado entre enero de 2020 y 2021, arrojó que se produjeron 53,2 millones de casos más de depresión severa en 2020 (equivalente a un aumento del 27,6%) y 76,2 millones de casos más de desórdenes de ansiedad (un 25% más). Además, señaló que la propensión de la población femenina a estas patologías ya se anticipaba debido a una mayor tendencia a sufrir en términos sociales y económicos las consecuencias de la pandemia.

Con todo, la condición de vulnerabilidad de nuestro país a enfermedades mentales ya había sido advertida con anterioridad por la Organización Mundial de la Salud. En su informe “Depresión y otros trastornos mentales comunes” (2017), la entidad reportó que en Chile 844.253 personas padecen de depresión y más de un millón sufre de ansiedad, correspondientes al 5,0% y 6,5% de la población, respectivamente.

Para la académica del Programa de Salud Mental de la Universidad de Chile, doctora Olga Toro, esta problemática requiere ser abordada en dos niveles, separando a aquellas personas que efectivamente desarrollaron una enfermedad mental de quienes necesitan una contención por parte de determinadas colectividades.

Sobre este último, la psicóloga detalló que “es necesario fortalecer las distintas comunidades que existen en la vida de las personas, del trabajo, de la escuela, de donde vivimos, las familiares porque son esos espacios los que permiten que la gente esté en mejores condiciones para enfrentar situaciones difíciles y complejas como las que hemos vivido”.

En ese sentido, Toro expresó que “la salud mental está determinada socialmente. Entonces, cuando tenemos que las mujeres tienen escasa red social de apoyo, que sus hijos no tiene acceso a programas como, por ejemplo, de educación en la primera infancia, son factores que afectan negativamente sus condiciones de bienestar emocional, sin que hablemos todavía de trastornos mentales”, apuntando que el error en estos casos es tender “a ‘psiquitrizar’ situaciones de la población que son perfectamente comprensibles dado el contexto de estrés en el que están viviendo”.

Asimismo, comentó que “es difícil pensar que alguien no haya salido afectado de alguna manera de la pandemia porque ha sido una situación anómala para todos, pero es cierto que a no todos les ha afectado igual y que esas desigualdades en ese impacto tienen mucho más que ver con las determinantes sociales de la salud”.

Una línea similar planteó el psiquiatra y académico de la Universidad Central, Fernando Lolas, quien sostuvo que “toda la gente sufre en algún momento de determinadas limitaciones en su vida, de alguna sensación de impotencia, de desesperación y eso es lo que llamamos los ‘efectos páticos’ y no todos estos efectos de sufrimiento de la existencia son patológicos, en el sentido de constituir una entidad mórbida o una enfermedad que pueda ser caracterizada y susceptible de una intervención médica, psicoterapéutica o de otro tipo”.

Hecha esta distinción, el también ex funcionario de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) añadió que “en este último tiempo no solamente hablamos de determinantes sociales de la salud mental, sino que hemos puesto en circulación de la dimensión de determinantes morales de la salud mental en una forma de expresar que muchas de las cosas que ocurren en el ambiente social no son necesariamente debidas a la pobreza ni a las limitaciones físicas que la gente pueda tener, sino a una cierta tensión social”.

Por lo tanto, Lolas sostuvo que “no sería correcto pensar solamente que los recursos de la psiquiatría institucionalizada, académica o médica van a ser necesarias o suficientes para resolver estos problemas”, añadiendo que este fenómeno no solamente depende de los sistemas de salud, “sino del sistema social en general, de tal manera que la gente primero aprenda a tener expectativas razonables acerca de lo que se pueda obtener y, segundo, aprenda a calibrar sus propias capacidades”.

Mientras el psiquiatra de la Red UC Christus, Pablo Toro, consideró que para combatir esta problemática se debe construir en la salud pública “una buena accesibilidad para el recurso de salud mental, puesto que requiere de profesionales especializados y equipos multidisciplinarios”.

Asimismo, hizo hincapié en el desarrollo de medidas preventivas para evitar el avance de trastornos mentales junto con la capacitación de especialistas que estén enfocados en la atención primaria de salud.

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