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Théo Court, director de Blanco en Blanco: “Todo mi imaginario pertenece a Chile”

Pese a haber nacido en España y tener vínculos en todo el mundo, el realizador dice que su imaginario está anclado en Chile. Según afirma, ese lazo es genuino y se ve reflejado en cada una de sus producciones. Incluso, en su más reciente obra: Blanco en Blanco, película protagonizada por Alfredo Castro que representará a Chile en la carrera por los Oscar.

Abril Becerra

  Jueves 11 de noviembre 2021 20:04 hrs. 
Théo Court

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El realizador chileno-español Théo Court nació en Ibiza en 1980. Sin embargo, su biografía ha estado marcada por un vaivén de paisajes. La ciudad y el campo con su profundidad y su terrible melancolía lo han ido definiendo, aunque en esa construcción también ha existido otro factor importante: su padre, el artista visual Patricio Court. 

Es así como hoy el cineasta dice que su infancia está cruzada por recuerdos sobre museos, galerías y ferias de arte. También están los viajes, un regreso a Chile durante su adolescencia y la huella que dejó en él la familia materna: los Bustamante, una camada de cineastas que lo inspiró a seguir el camino del séptimo arte. 

“De algún modo, todo mi imaginario pertenece a Chile”, señala el fotógrafo y director, quien deberá representar a nuestro país en la carrera por una nominación para los Óscar con su más reciente trabajo: Blanco en Blanco, obra que es protagonizada por Alfredo Castro y que se sitúa a comienzos del siglo XX en Tierra del Fuego.

En esta película el tiempo se dilata y cada imagen parece un cuadro recién pintado. Todo ello, de la mano de un fotógrafo, quien llegará a este remoto lugar para  retratar a una joven, quien se convertirá en su obsesión. Inevitablemente, la película conducirá a los espectadores a la historia del explorador Julius Popper, uno de los responsables del exterminio del pueblo selk’nam. 

Pero el realizador aclara: “Esta no es una película sobre los selk’nam. Es una película que agarra un contexto determinado. Habla de otras cosas. Habla sobre la mirada, sobre nuestra carga ética sobre lo que observamos, cómo habitamos el horror de los demás, el dolor de los demás y de qué formas somos voyeur en las sociedades”. 

En la actualidad, ¿cuál es tu vínculo con Chile?

Nací en Ibiza, España. Mi padre es pintor y mi madre también es chilena. Vivimos cerca de 30 años en España y, hasta los 15, viví en Madrid. De ahí nos trasladamos a Chile, donde terminé los estudios. Luego volví a Madrid y regresé a Chile para estudiar cine en Santiago, en la Universidad Arcis de esa época. Mi vida con Chile ha sido un ir y venir constante, pero mi vínculo con Chile es muy grande. 

Pero, ¿te consideras un cineasta chileno o español? 

Todo lo que he hecho hasta ahora tiene un vínculo muy fuerte con Chile. Por ese lado, me siento más un realizador chileno. 

¿Cuánto influyó tu padre en tu trabajo como fotógrafo y cineasta? 

En mi infancia pasaba todos los fines de semana por museos, ferias de arte, galerías. Constantemente, escuchaba mucho sobre pintura. Siempre estaban los amigos pintores de mi padre. En mi familia siempre ha habido una relación muy fuerte con la pintura. Además, tengo primos pintores y otro tío pintor. Siempre ha habido un vínculo estético importante frente a la pintura. Ahora, mi padre fue un pintor bastante rotundo con las formas y su carga material y creo que mis películas pretenden tener ese acercamiento sobre la materia, sobre la textura, las imágenes; que tengan una cierta rotundidad con sus atmósferas. De alguna forma, buscar imágenes que se puedan tocar, que se puedan palpar. Incluso, oler. Buscar esa materialidad en los lugares. No construir la típica imagen de video que estamos acostumbrados a ver, en donde todas las películas se empiezan a parecer mucho. Trato un poco de buscar otro vínculo. 

¿Cuándo inicias este camino vinculado al arte? 

Es algo muy paulatino. Primeramente, volvemos a Chile y nos encerramos en un campo que tiene mi familia en el Maule. Por el lado de mi madre, la familia Bustamante, son artistas: Juan Carlos Bustamante, Patricio Bustamante, cineastas. Ahí parte un vínculo con los hermanos de mi madre y empiezo a ser asistente de dirección en algunas películas de ellos. Empiezo a interesarme mucho por el cine. Ahí hay un momento de recogimiento, porque yo vivía en Madrid y pasaba todo el día en la calle. Entonces, pasar al campo chileno, un campo duro, melancólico, de soledades… Eso me hizo empezar a mirarme a mí mismo en un lugar. Un lugar determinado y empecé a leer bastante en una biblioteca que tenía mi abuelo. Empecé a rellenar la soledad que uno tiene en la adolescencia y de ahí empiezan a interesarme todos estos mundos.  

¿Cómo recuerdas ese cambio de ambiente de la ciudad al campo? 

Fue un cambio radical, que cuando nos fuimos no lo tuve presente. Eso es algo que siempre he tenido presente en mi vida. En Ibiza vivíamos en el campo y  nos trasladamos a la ciudad a Madrid. Así he ido fluctuando entre lo concreto y lo terrenal del paisaje. 

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¿Cómo nace la película Blanco en Blanco? Entiendo que fue un proceso de casi diez años…

Todo nació en aquella época de 2011. Estaba estrenando mi primera película, moviéndome por festivales, buscando ideas y tratando de ver en qué proyecto me metía, porque quería hacer una película bastante distinta a la que había hecho anteriormente, con una ficción más establecida, quizás con actores profesionales. Quería vivir otro tipo de experiencia y empezaron a surgir una serie de preguntas sobre paisajes que me gustaría tratar. Ahí  aparecen estas imágenes de Julius Popper y me empecé a preguntar por esa figura que está detrás de la cámara que fotografía esta matanza deleznable que ocurre ahí. Entonces, ahí empieza a germinar el proyecto. 

Hasta entonces, ¿cuál era tu relación con el tema del genocidio del pueblo selk’nam?

Nada. No tengo ningún vínculo mayor que eso. No había ido nunca a Tierra del Fuego. Pero, yo me acerco mucho a un tipo de cine un poco empírico. Trato de buscar una experiencia en sí y  este lugar me era muy llamativo.

¿Cómo fue ese proceso de investigación en torno a la película? 

Afortunadamente, viajé mucho a Tierra del Fuego: unas 5 – 6 veces. A veces solo, a veces con parte del equipo, a veces con un productor, productores españoles, luego con el equipo de Chile. Tuvimos la suerte de que la Universidad de Magallanes nos facilitó unos archivos enormes de fotografías de aquella época, de 1810. De ahí empezamos a generar un poco la mirada, la atmósfera. Eso fue muy importante porque eran imágenes que no han salido a la luz y que solamente las tienen ahí en la universidad. Luego, leí mucho las crónicas de aquella época para empaparme un poco de ese mundo que sigue estando ahí de algún modo. 

La película cuenta con una estética de muchas texturas y tiempos pausados. ¿Cómo fue ese proceso en particular? ¿Cómo surge esa propuesta? 

Por intereses formales, por los intereses de puesta en escena que he ido desarrollando en todas mis películas. Una preocupación sobre la luz, sobre la imagen, sobre la temporalidad de las cosas. Para mí es muy importante tener en el cine esa posibilidad de mirar, de que me dejen observar, de que no me señalen todo como si fuera un niño con una papilla. No me gusta que me lo den todo. Prefiero ser un espectador activo frente a las cosas, frente a las construcciones. Tanto así que como director pretendo hacer lo mismo. Entonces, es una construcción de entrar en el paisaje, en atmósferas, generar una inmersión sensitiva sobre las imágenes y cómo nos introducimos a las imágenes. No tanto a través de una causalidad argumental, sino que a través de una construcción visual y de contradicción entre ellas, entre opuestos, entre belleza y horror. Una serie de conceptos que se manejan en la película. 

¿Qué expectativas tienes respecto de esta carrera por una nominación en los Oscar? 

Estoy muy agradecido y honrado de que la Academia de Cine de Chile haya escogido la película. Estamos empezando la campaña y viendo las posibilidades de tener un vínculo con Estados Unidos, tener un distribuidor que nos mueva la película ahí, que los académicos la miren y puedan votar por ella. Ojalá tengamos suerte y podamos llegar a esa  shortlist. Ahora, esta es una posibilidad para que la película siga su recorrido y tenga una nueva vida. Eso es lo más gratificante, que se siga mirando, que se siga observando. 

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