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Convocar a un Chile diverso y contradictorio. El desafío de las fuerzas transformadoras de cara a la segunda vuelta

Columna de opinión por Giorgio Boccardo y Pierina Ferretti
Miércoles 24 de noviembre 2021 12:01 hrs.


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Giorgio Boccardo y Pierina Ferretti
Fundación Nodo XXI

Desde las elecciones presidenciales del 2000 que no existía tal incertidumbre electoral en el país. Por primera vez desde el retorno a la democracia se enfrentarán en una segunda vuelta candidaturas que no provienen de los partidos de la transición. Efectivamente, las tres primeras mayorías presidenciales representan, a pesar de sus diferencias, formas de oposición a Piñera y a los dos bloques que han gobernado Chile en los últimos treinta años: Kast (27,91%), Boric (25,83%) y Parisi (12,80%).

Contra quienes pensaban que su techo estaba en el 21,72% del rechazo, Kast logró movilizar al electorado más conservador de derecha (principalmente, pinochetista y evangélico), a franjas emprendedoras golpeadas por la pandemia, al Chile rural y a votantes alejados de las capitales regionales posiblemente amenazados por el curso de las transformaciones culturales. Con una oferta de orden público, un retorno a valores tradicionales y medidas económicas ortodoxas, Kast movilizó temores ante los cuales la izquierda tiene escasas respuestas. De este modo, consolidó una proporción considerable de la derecha (mucho mayor que la votación del rechazo), imponiéndose en nueve regiones y en siete capitales regionales, alcanzando su mayor ventaja en comunas de menor tamaño.

Tras un ascenso meteórico y un triunfo arrollador en las primarias, Boric se transformó en la primera alternativa de izquierda con opciones claras de llegar a la Moneda desde 1970. Con un ambicioso programa de reformas logró articular a los principales partidos y corrientes de izquierda, a movimientos sociales, a personas jóvenes y franjas medias profesionales en las grandes ciudades. Sus mejores resultados se concentraron en las regiones de Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana y Magallanes, así como en seis capitales regionales; aunque fue derrotado en las comunas más alejadas de los centros políticos, económicos y culturales. De todas formas, el triunfo obtenido en la gran mayoría de las comunas del Gran Santiago, muchas de ellas golpeadas por los problemas de narcotráfico y delincuencia que agita Kast, relativiza la interpretación extendida acerca de que el eje “orden público” haya marcado diferencias sustantivas en el voto.

Sin duda alguna, el resultado de Parisi fue el más sorpresivo de todos. Con un discurso contrario a las élites y la corrupción institucional, y medidas económicas muy concretas, convocó a personas jóvenes, mayoritariamente hombres, de estratos medios-bajo y de regiones del norte del país, que demandan beneficios económicos directos en el corto plazo y controles ciudadanos a la política. Se trata de franjas medias y populares forjadas en la dureza del neoliberalismo, que se expresaron en la revuelta de octubre, el plebiscito, que posiblemente adhirieron a la Lista del Pueblo y que reclaman por representación política propia o, al menos, alejada de unas élites que no los reconocen o que directamente los ningunean.

El Congreso quedó conformado por un crisol de fuerzas políticas en que ni Boric ni Kast tendrán mayorías claras para impulsar sus principales reformas. En el Senado la derecha tradicional obtuvo una ligera mayoría y la Cámara quedó levemente dominada por partidos de centro e izquierda. No obstante, el grado de independientes que logró “colarse” en las listas de partidos (35 de 155), más la irrupción de Republicanos y del Partido de la Gente, hacen impensable apoyos irrestrictos al gobierno. Posiblemente, primen negociaciones con grupos minoritarios o liderazgos personales, y se produzca un fenómeno similar al de los retiros en que la presión popular primó sobre bancadas y el lobby de los poderes fácticos.

Advertir quién se impondrá en la segunda vuelta es sumamente complejo de prever. Las encuestas entregan tantas certezas como el lanzar una moneda al aire. En tanto, los medios de comunicación dominantes fuerzan sus análisis en clave “gobernabilidad”, “electorado de centro” o “fin del octubrismo” para hacer inteligible lo sucedido a las élites, y negar la irrupción de un nuevo Chile contradictorio, fragmentado y diverso, que en su mayoría decidió abstenerse en esta elección (52,66%).

En este contexto, las fuerzas democráticas debemos ir mucho más allá de lograr la unidad de la centro izquierda existente o de la movilización contra la amenaza que Kast representa como regresión en derechos fundamentales. Es imperativo volver a enraizarse políticamente en las mayorías que se movilizaron en octubre, que votaron en masa por el Apruebo y que permitieron el ingreso de representantes populares a la Convención.

Para lograrlo, tenemos que hacernos cargo de las preocupaciones, angustias e intereses de esas mayorías en un momento en que, además de los problemas que se arrastran por décadas, la crisis económica golpea a amplios sectores de la población. Un ingreso básico, jubilaciones dignas garantizadas o la reducción de la jornada laboral, así como el control de precios en medicamentos y productos de primera necesidad, son ejemplos de medidas que ofrecen alivio material y muestran capacidad de situar la economía y al Estado al servicio de la sociedad. Tenemos también la tarea de ofrecer alternativas concretas a los dilemas de orden público, la migración y los cuidados, de encarar los problemas, temores e incertidumbres de los diversos territorios del país, y de abrir el comando, las vocerías y un futuro gobierno a ese Chile diverso y contradictorio. De ello depende, en buena medida, el arranque de un ciclo de transformaciones al neoliberalismo protagonizado por las fuerzas sociales y políticas que han abierto esta posibilidad histórica.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.