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Análisis

Colonia y dignidad: Chile al filo de la democracia

Columna de opinión por Francisca Keller y Sofía Esther Brito
Domingo 28 de noviembre 2021 14:56 hrs.


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El corazón es un músculo, si no late revienta

Anita Tijoux 

Y aunque también fui un neoliberal

ahora al despertar 

no me sentí tan solo

Seba Alfaro

El 26 de noviembre de 2019, Fabiola Campillai -senadora recién electa-  se encontraba en un paradero de San Bernardo cuando recibió el impacto de una lacrimógena en su rostro que la dejó sin vista y sin olfato. Este último sentido tiende a olvidarse cuando se mencionan las consecuencias de las violaciones a sus Derechos Humanos, que se sufrieron en el contexto de la revuelta. El olfato como sentido queda olvidado, y las implicancias en nuestra sociedad actual urbana, pandémica, neoliberal, latinoamericana nos (re)vuelven las heridas de la dictadura de Augusto Pinochet y la Constitución de 1980. 

En este imperio de la imagen en el que habitamos, el aparato policial chileno mutiló los ojos de cuatrocientas sesenta personas. Nos preguntamos si alguna más, además de Fabiola perdió el olfato y simplemente, no lo hablamos. 

¿Cómo si fuese acaso algo irrelevante?  

Con la pandemia, es justamente este sentido el que ha sido eliminado del espacio público. Una mascarilla cubre nuestra nariz y boca. A su vez, con el contagio se pierden el gusto y el olfato. 

El olor también tiene género. Hay olores femeninos y masculinos. Según la revista Vanity Fair, Coco Chanel decía que “una mujer sin perfume era una mujer sin futuro”, dando cuenta de la importancia de la construcción del olor en el yo femenino.  El repertorio olfativo francés es famoso, y ha generado un negocio de competencia a nivel internacional. Las grandes empresas e imágenes públicas de fama mundial plasman sus imperios en perfumes que luego nos ofrecen con sus rostros cuando entramos a alguna tienda de retail. 

Empezando a investigar sobre la historia olfativa de estos territorios llamados Chile, di con un artículo de Richard Sandoval, que además de reconocer divisiones de perfumes para mujeres y para hombres y sus rangos etarios, señala la Colonia inglesa  en la categoría de unisex: 

Colonia inglesa: fresquita, primaveral, sobre todo la número 454. Regalo de viejito. Casi en todas las casas está. No puede faltar. Es un hábito, una costumbre, casi un acto religioso. Se usa apenas salir de la ducha, sin importar rangos etarios. En el pueblo, poseer una colonia inglesa es un derecho consuetudinario. $2500.

La palabra colonia tiene una homonimia a lo menos extraña. Cuando hablamos de la palabra colonia en términos olfativos, nos referimos a un tipo de fragancia que tiene su origen en 1790, concretamente en la ciudad de Colonia, Alemania; y que corresponde a una mezcla de concentración de alcohol y aceites esenciales que los perfumes. En los países hispanoparlantes se adoptaron los términos agua de colonia y colonia. 

Por otra parte, en el imperio romano, la palabra colonia se relacionaba con dos expresiones:  el verbo colo (cultivar) o ex culto agri (cultivo del campo). Roma estableció su relación con las colonias latinas otorgando derechos civiles y la posibilidad de domicilio, a costa del pago de impuestos. De este modo eran reconocidos dentro de la cives como ciudadanos. 

En América Latina la homonimia se vuelve aún más extraña, si pensamos que el primer colonizador se apellidaba Colón. Muchas páginas de internet se dedican a desmentir la correspondencia, y la remiten al imperio romano. Y es que no es casual que creamos que la palabra colonia provenga de aquel hombre genovés “descubridor”, que además “convenció a la reina de España de que este era un mejor camino para llegar a las Indias, en busca de especies para conservar los alimentos”. 

El peso simbólico de Colón ‘tiene olor’ a aliños, a lo pre y lo post colombino, a ese “encuentro de dos mundos” que solía celebrarse cada 12 de octubre como día de la raza, y que solo hace algunos años empezó a cuestionarse en el espacio público gracias a la visibilización de las luchas anti-coloniales.

El Chile colonial que operó desde 1598 hasta 1810, se ha extendido con la Constitución hasta el 2021. La Convención Constitucional tiene por tarea devenir en asamblea constituyente y romper con las cadenas de violencia del Imperio Español. Para ello repensar las elaboraciones forzadas del “nosotrxs” como pueblos y pueblas en resistencia es la tarea. Leer y de-colonizarse, como ha dicho la presidenta Elisa Loncón. De otro modo, la deshumanización, la anestesia social nos hará perder los sentidos y las razones. Como ya hemos perdido por más de quinientos años nuestras formas de expresión, libertad y justicia en el mito de la soledad capitalista y patriarcal.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.