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Columna de opinión por Marcelo Varela
Viernes 3 de diciembre 2021 11:37 hrs.


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La derecha, representada hoy en su versión más fantasmagórica, nos quiere hacer creer que la elección presidencial es entre democracia y comunismo. El argumento, además de antiguo, es simple y rudimentario: simple porque apelan al “sentido común”, es decir, un espacio endogámico que acoge y normaliza, y rudimentario porque no alcanza a elevarse de su estado embrionario, informe aun, siempre a ras del suelo. Por eso repiten, como cadena de oración, que Boric es el “candidato del Partido Comunista”, como si la sola mención de esa imagen les hará ganar la elección.

Arguyen que el comunismo mundial ha causado millones de muertos y una irreparable tragedia humanitaria; sostienen también que el Partido Comunista chileno, antaño adlátere de la perecida URSS, respalda las inefables dictaduras en Cuba, Nicaragua, Venezuela, Corea del Norte, al Pol Pot y, eventualmente, la sangrienta rebelión de Espartaco.

Sin embargo, los derechistas omiten algunos detalles de su propia historia, esa que los liga no a los crímenes del franquismo, no a las brutalidades de Suharto, no al reguero criminal de Somoza o al frenesí sociopático de Duterte, sino a la cercana historia nacional.

La derecha que propone al simple y rudimentario ex concejal de Buin, es la misma que en la década de 1930 nos precavía de la amenaza comunista en Europa y proponía imitar la “conducta viril” de un tal Adolf Hitler. Tampoco escatimaba panegíricos a la obra de Mussolini y refería el Eje como “dos robustas columnas que sostienen el edificio de la civilización occidental”. El clímax llegó a finales del gobierno alessandrista en 1938 con el retiro de Chile de la Sociedad de las Naciones arguyendo las mismas razones que la Italia fascista y la Alemania nazi. Tal y como propone el candidato del Frente Social Cristiano.

Por esa misma época la derecha, en boca del presidente Alessandri Palma, proponía “un llamado público a todos los países de Sudamérica para instaurar una acción común contra el comunismo internacional”. Y aunque la intentona fracasara, la sugerencia unitaria es rayana con lo que debimos padecer en las dictaduras setenteras y, cómo no, con lo que propone el candidato del Frente Social Cristiano.

Tampoco deben olvidarse las muy institucionales quemas de libros, los asaltos a sindicatos y federaciones estudiantiles, las persecuciones y asesinatos de los pueblos indígenas —especialmente el mapuche— y el frenético hostigamiento de todo aquello que cuestionara el “orden y el progreso”. El candidato del Frente Social Cristiano aun no propone nada al respecto, pero seguramente sus adocenados seguidores ya estarán organizándose.

Ya a mediados del siglo, de la mano aviesa de González V., la derecha fomentaba la democracia a través de la promulgación de la “Ley de Defensa Permanente de la Democracia”, que por 10 años haría realidad su sueño de infancia al prohibir al Partido Comunista legalmente, es decir, por secretaría. Una iniciativa como esta no figura en el programa del candidato del Frente Social Cristiano, pero es dable imaginar que siguen acunados en ese letargo patológico.

El recuento de hitos sugiere un catálogo infinito, pero quizá podamos coronarlo con el asesinato, en 1970, del General René Schneider y la época dorada de golpistas y saqueadores: la dictadura civil militar que asoló al país por 17 años.

Y, no hay que olvidarlo, todo lo narrado sucedió acá, en Chile, y las víctimas fueron y son chilenos y chilenas.

Parafraseando y abusando de Jorge Luis Borges —que inicialmente apoyó y luego renegó de la tiranía chilena— podemos decir que la derecha “fomenta la opresión, fomenta el servilismo, fomenta la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenta la idiotez: (…) la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez”.

Borges, además, nos propone que “combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor”.

Hay que agregar que también es, hoy, el deber de millones de chilenas y chilenos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.