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La violencia de Kast hacia las mujeres: grabada en piedra

Columna de opinión por Valeria Rosales Pincetti
Miércoles 15 de diciembre 2021 15:06 hrs.


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La candidatura de José Antonio Kast es un retroceso en materia de derechos de las mujeres. El ha sido y sigue siendo un agresor constante hacia las mujeres, violentando a miles de mujeres e incluso a su propia mujer.

La violencia hacia las mujeres es una problemática global, social, económica y de salud pública importante.  Para abordar las desigualdades que enfrentan las mujeres a diario, se hace necesario una perspectiva de género. Kast habla de “desterrar la ideología de género” y la considera “peor que el marxismo”. Esto no sólo habla de su ignorancia frente al tema al llevar los derechos de la mujer a un “tema ideológico” sino también de su falta de empatía con el compromiso de luchar contra la violencia hacia las mujeres.

Durante 30 años Kast ha luchado por frenar los avances en el respeto a los derechos sexuales y reproductivos. Se opuso a la ley de identidad de género. En 2008 lideró la petición al Tribunal Constitucional que prohibió por dos años la anticoncepción de emergencia (PAE) y el uso de dispositivos intrauterinos en la salud pública, violentando de esta manera a miles de mujeres.

En la sexología moderna se habla de “coerción reproductiva” en relación con actos o comportamientos que interfieren con la planificación de embarazos o con la anticoncepción, limitando o impidiendo la autonomía de las mujeres en su decisión sobre su reproducción. Lo que ha hecho por años Kast, es ejercer coerción reproductiva hacia todas las mujeres chilenas, limitando sus accesos a métodos anticonceptivos, a la anticoncepción de emergencia y a la educación sexual.

Los comportamientos de coerción reproductiva pueden impedir, negar o sabotear la toma de anticonceptivos o presionar para imponer un embarazo o un aborto, sin respetar las intenciones reproductivas de las mujeres. La coerción reproductiva tiene impactos sobre la salud sexual y reproductiva, además graves impactos en la salud mental y física.

Los experto en sexología consideran actos de coerción reproductiva: reducir la autonomía reproductiva de la mujer, interferir con la anticoncepción de la mujer y su planificación de embarazos y con su decisión de decidir cuando quiere hijos y en qué tiempo. Limitar o prohibir la selección de métodos anticonceptivos y su uso es otra forma de coerción sexual.

La coerción reproductiva genera en la mujer afectada stress, ansiedad, confusión, pérdida de autoestima, rabia, vergüenza y hasta sentimientos suicidas. Por cierto, en ese contexto, se reduce drásticamente el deseo o el placer en la relación.

Kast también ejerció coerción reproductiva con su esposa. En entrevista que recoge The Clinic (28 de octubre, 2017), la esposa de Kast revela que un médico le recetó pastillas anticonceptivas para controlar su natalidad. Cuando ella se lo cuenta a JAK, diciéndole “esto es lo que tenemos que hacer”, Kast le responde “Estás loca? No se puede”. La esposa reclama “¿cómo que no se puede? Si todas mis amigas lo hacen”… claro, todas sus amigas lo hacen pero ella no pudo. Esto es pura violencia sexual y coerción reproductiva. Su esposa cuenta que luego fueron a visitar a un sacerdote y allí “vio la luz al conocer el método natural”. Esto es pura violencia: el cura y Kast decidieron el futuro reproductivo de su esposa: Ella no fue libre para decidir en torno a métodos anticonceptivos existentes. Se vio presionada a “elegir” una visión sesgada y limitada de la sexualidad: la abstinencia y el método natural. Esto es coerción reproductiva.

La coerción reproductiva se relaciona con el control y poder de una persona frente a la mujer. Muchas veces esta dinámica de coerción se manifiesta en dinámicas en donde ya hay violencia conyugal (física, psicológica, u otra). Es importante saber que muchas mujeres no identifican este tipo de violencia. Por eso es muy importante aprender a distinguir los comportamientos coercitivos y las diferencias entre relaciones marcadas por la violencia, manipulaciones y control, frente a relaciones íntimas igualitarias y de respeto.

La violencia hacia la mujer venía en aumento antes de la pandemia. Luego de ella se disparó. Y ahora aparece un candidato que en fuero íntimo desea eliminar el Ministerio de la Mujer, que desprecia la perspectiva de género y que en su programa no recoge disminuir la tasa de embarazos no deseados, lo que inevitablemente conduce a un mejor acceso de métodos anticonceptivos, así como a privilegiar políticas de educación sexual y acceso al aborto.

Sin énfasis en estos temas, la prevención de la violencia hacia la mujer y las múltiples violencias psicológicas, sexuales, económicas y sociales que ello acarrea a más de la mitad de la población chilena, termina en un discurso hueco.  Eliminar toda forma de violencia contras las mujeres, incluyendo la “coerción reproductiva”, significa avanzar en democracia y respeto de los derechos humanos.

 

La autora es estudiante de Doctorado en Sexología (UQAM). Unidad de Laboratorio de Investigación sobre la Salud Reproductiva y las Violencias (UQAM), Montreal, Canadá. Master en Ciencias de la Familia y de la Sexualidad, con mención en Sexología, Universidad Católica de Lovaina (UCL), Bélgica.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.