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Año XVI, 24 de abril de 2024


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6 de Febrero 1906, Matanza Plaza Colón, Antofagasta

Columna de opinión por Marcela Mercado
Sábado 5 de febrero 2022 15:06 hrs.


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Fue durante el verano del año 1991 cuando escuché hablar por primera vez de esto. Me lo contó un amigo estudiante de Historia, mientras recorríamos el Cementerio General. De pronto, muy cerca de la entrada principal hallamos una tumba con una inscripción sencilla, “Juan de Dios Rodríguez, víctima de la masacre”.

En aquél tiempo no existía relato ni conmemoraciones, pero de algún modo nos fuimos enterando de los acontecimientos que la tarde del martes 6 de febrero de 1906 terminaron con una cantidad indeterminada de obreros muertos y otros tantos heridos en la Plaza Colón de Antofagasta.

El Historiador Héctor Ardiles, en su libro “Historia del poder local: la comuna autónoma de Antofagasta 1891-1924” nos cuenta cómo en los meses anteriores la municipalidad debió enfrentarse a una serie de conflictos sociales, políticos y económicos. La paralización del establecimiento industrial Huanchaca; la quiebra de la Fundación Templeman; fraudes sobre propiedades salitreras; el incremento de mano de obra desempleada, la informalidad de los contratos y la inestabilidad laboral. Antofagasta era por ese tiempo, además, un territorio asolado por la viruela y la peste bubónica. Así fue como la crisis estalló el martes 6 de febrero de 1906, a las 18:00 horas, mientras los obreros y sus familias se retiraban de la Plaza Colón una vez terminado el mitin convocado por los huelguitas, quienes entre otras demandas pedían media hora extra para colación. Aquella tarde terminó trágicamente al enfrentarse la masa obrera, la autoridad política y los capitalistas regionales.

Existen diversas versiones acerca de lo acontecido, pero la más aceptada es que el primer disparo habría salido desde la Guardia Blanca ( conformada por civiles jóvenes, casi todos miembros del Club de la Unión a quienes la autoridad política había entregado armas de fuego y autorizado a resguardar el orden) que se encontraba apostada en la intersección de las calles San Martín con Prat. Esto habría alertado a los marinos del Blanco Encalada que se encontraban en el sector de Washington con Prat. Ardiles señala “De esta manera, los obreros y sus familias se encontraron en medio de dos flancos armados… el tiroteo duró tres minutos” Acerca del número de muertos tampoco hubo información oficial, pero se señala en 50 el número de fallecidos.

Inmediatamente después de la tragedia, el Intendente declaró estado de sitio, dictaminó censura telegráfica y solicitó refuerzos militares a la capital.

 

PASADO HISTÓRICO

“Todos los pueblos construyen su historia, y se hace historia, cuando el heroísmo blasona sus páginas, cuando el día se hace luz de perpetua evocación porque sus horas fueron cosidas, puntada a puntada, para vivir, ya por ese heroísmo de sus hombres lejanos, ya por la sublimidad de algunos de los pasajes de su ayer, o ya por algunos hechos eslabonados, centímetro a centímetro, calzados con una precisión tal, que parece que fueron protagonizados en forma especial para hacerse voz de ese ayer al que se acude para conocer mejor la levadura, terrena o divina, que dio forma a esos escenarios…”

Manuel Durán Díaz, “Una plaza para la muerte”

Aunque tengamos una relación algo lejana a la celebración de efemérides o conmemoración de ciertos acontecimientos,  conviene pensar el asunto del pasado histórico y la relación que tiene con nuestra esfera pública y cómo se expresa en nuestra esfera íntima. Pensar si este pasado sirve o no, cómo se vincula con los cambios, con el progreso social e, incluso, con nuestra propia felicidad.

Carlos Marx escribió en su libro “El 18 brumario de Luis Bonaparte”, “la tradición de todas las generaciones muertas suprime como una pesadilla el cerebro de los vivos” en una idea de que el pasado tiene una dimensión conservadora (en el sentido de conservar) y que cuando las sociedades cambian, existe un ímpetu de volver atrás. De ahí la famosa frase “la historia se repite dos veces, primero como tragedia, luego como farsa” en el sentido de volver a los antiguos lenguajes para la gran farsa de la historia.

Otro que tiene una visión algo negativa del pasado es Federico Nietzsche, quien en su texto “Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida” plantea que para la felicidad necesitamos algún tipo de olvido. Que si no hay olvido  esto generaría a la larga un daño en las personas y en los pueblos.

Es Walter Benjamin quien sintetiza mejor este tema, planteando una distinción entre recuerdo y memoria. Para Benjamin la memoria estaría vinculado a la cosa más conservadora, señala que la función de la memoria es proteger los recuerdos del pasado, permitiendo que el recuerdo se vincule a los acontecimientos del presente y se convierta en una especie de motor del ahora.

Luis Emilio Recabarren fue el principal orador en el mitin de aquella tarde en la Plaza Colón, retirándose minutos antes de que estallara el fuego. Meses más tarde resultó electo diputado. En octubre del mismo año, la Corte de Tacna lo condenó a 541 días de cárcel como instigador de los sucesos ocurridos al día siguiente de la masacre, el 7 de febrero de 1906 en Antofagasta, en que una turba de obreros dio muerte a Ricardo Rogers, de 18 años (pensaron que había sido parte de la Guardia Blanca), del incendio de la Tienda “La Chupalla” y otros desmanes. Producto de esta condena, Recabarren fue expulsado de la Cámara el 26 de octubre de ese año.

No existe registro acerca del discurso que proclamó Recabarren aquella tarde en la plaza Colón, pero el día 17 de febrero publicó una editorial en el periódico “La Vanguardia” “¿Qué es amor? Amor es el más puro y delicado sentimiento que nace en el corazón sano. Amor es el tierno afecto que impide al ser humano hacer mal; ¡Donde hay amor, hay justicia! ¡Donde hay amor, vive la verdad! ¡Donde hay amor, hay paz! Nosotros, los demócratas, queremos justicia, verdad, paz. ¡Donde hay justicia, hay igualdad! ¡Donde brille la verdad, estará la vida; donde haya paz, reinará el amor! ¡qué hermoso es el amor! ¡La vida es una delicia cuando los corazones se entregan en brazos del amor puro, entonces, hay moralidad.”

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.