Nuevo ciclo histórico: más allá del plebiscito de salida

  • 07-04-2022

Lo que está ocurriendo en el país es histórico e inédito: el pueblo de Chile (o los pueblos si usted prefiere) está escribiendo a través de un órgano elegido democráticamente una nueva constitución. Pero está haciendo algo todavía más importante: está superando pacíficamente un orden en favor de minorías, construido desde una dictadura, que ya dura más de cuarenta años. Y, en realidad, está construyendo algo aún más decisivo que las dos cosas previamente planteadas: está delineando el país en el que vivirán las futuras generaciones. Nuestros hijos, nuestros nietos. Difícil que recaiga una responsabilidad mayor sobre los habitantes de un país en un momento específico de la Historia.

Decimos esto porque el estallido social inaugurado en noviembre de 2019 abrió caminos que esos primeros manifestantes seguramente no imaginaban. Ellos, ni más ni menos, cerraron las puertas al pasado y abrieron las del futuro. Esos momentos apasionantes de la Historia producen una emoción y un vértigo que no olvidaremos jamás en nuestras vidas, pero acto seguido requieren una estrategia que las transforme en realidades perdurables. Esto, porque el camino es largo y aunque en algún momento preocupó que se acogieran las demandas del estallido, luego el plebiscito, acto seguido la elección de la Convención y por último, ahora, el Apruebo o el Rechazo, la travesía está recién comenzando. Aun triunfando la propuesta de nueva constitución será difícil la transición institucional, la aprobación de las leyes respectivas, la oposición de los poderes fácticos y el rol que jugarán este gobierno o el siguiente. Todos estos factores son parte desde ya el partido que recién empieza.

Por sobre los legítimos intereses temáticos y la diversidad identitaria de la Convención, hay una dualidad estructural que signa a este proceso: el paso de una institucionalidad que favorece soluciones privadas a una que propicia el encuentro de la población en torno a bienes comunes. Ese tránsito es el que tiene que garantizarse. Para ello no es estrictamente necesario que la Convención se pronuncie sobre todos los temas ni que la propuesta de texto tenga muchos artículos, sino que se fije en lo central: que lo que se ha llamado un Estado social de derechos sea una realidad constitucional por encima de la cotidianidad legislativa.

Resulta difícil la mirada larga, lo comprendemos, cuando la Convención ha sido sometida a un ritmo de trabajo con muchos artículos para aprobar por día. Pero aún así se hace necesaria: la concentración del poder que explica incluso la eficacia de la campaña del terror mediática contra el proceso, es parte del legado de la Constitución de 1980 que trata de resistir.

Así como desde dentro de la Convención se requiere esta mirada amplia y estratégica, la ciudadanía no debe olvidar que lo que está en juego es mucho más importante que la redacción de un artículo específico o el comportamiento de un convencional. Eso, en perspectiva, no es tan importante. Sí lo es que podamos transitar hacia un orden constitucional donde nuestros derechos y el bien común estén mejor garantizados.

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