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Guzmán no ha muerto

Columna de opinión por Luis Mesina
Sábado 14 de mayo 2022 14:51 hrs.


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El sacrosanto derecho de propiedad asociado a lo privado que Jaime Guzmán estableció en la Constitución del 80, no desaparecerá, seguirá vigente. Si observamos las normas aprobadas en el pleno de la Convención Constitucional esta semana, referidas a derechos fundamentales: previsión, salud, educación, veremos que en ellas continúan presentes los resabios de ese principio que para la derecha ha sido inmodificable en casi 50 años. Y claro, para logar ese cometido por tanto tiempo, ha requerido denostar lo público insistentemente, deformándolo, asociándolo majaderamente a “estatismo”.

Para ello, durante las últimas tres décadas, en particular luego de la caída del muro en los 90, la derecha a nivel mundial se dio a la tarea de asociar todos los males sociales como causa de la política estatista de los países del Este liderados por la ex URSS. Subyacía en esa campaña de descrédito, relacionar como parte indisoluble lo estatal a ineficiencia, lo estatal a centralismo y falta de creatividad, lo estatal asociado a mediocridad, perversidad y a comunismo.

Demonizar lo estatal escondía el verdadero objetivo, acabar con lo público y entregar todo al mundo privado. Esta campaña sostenida y sistemática por más de tres décadas se impuso con fuerza a partir de los 90, la síntesis de ese relato encontró en el fin de la historia de Fukuyama, un punto crucial para sustentar el triunfo aplastante de la “libertad” sobre el totalitarismo, y dicho en clave política, el triunfo del capitalismo sobre el comunismo.

Era la consumación exitosa de la década que le precedió, con Margaret Thatcher y Ronald Reagan encabezando la cruzada de la libertad contra las dictaduras de los países del Este.

Chile fue precursor en esa cruzada, incluso se anticipó a Thatcher y Reagan, de ahí, que varias veces fuese puesto como ejemplo ante el mundo. En nuestro país la ideología de la “libertad” se plasmó como principio irreductible en la Constitución pinochetista del 80. Jaime Guzmán se ocupó de establecer transversalmente en el texto constitucional, que se vinculará de manera inequívoca, que la libertad está indisolublemente vinculada a lo privado, que no es posible establecer libertad con Estado, al contrario, todo aquello que estuviese en manos del Estado es una incursión totalizante del espacio privado y por consecuencia, una restricción de la libertad del individuo que se traduce al mismo tiempo, en un atentado a la pertenencia de lo privado, o a la propiedad de lo privado.

Ese sacrosanto “principio guzmaniano” de la propiedad privada sobre la propiedad pública, ha dominado medio siglo en nuestro país. El diseño, los pilares y fundamentos sobre los que se ha edificado la POLITICA en Chile han debido circunscribirse a ese principio. Y ello no ha sido inocuo, ha tenido consecuencias para la democracia, toda vez que el ejercicio de pensar, imaginar y materializar políticas públicas, está determinado, acotado a los márgenes impuestos por ese principio de lo privado.

Sin embargo, la Política solo puede concebirse en el espacio público, abierto, transparente, desprovisto de cualquier condición a priori que limite la libertad de los individuos en el ejercicio de ese derecho, entonces, si esas condiciones no están, o están limitadas, la política se empequeñece y, contrariamente a lo que sostienen los ideólogos de la libertad, lo que se produce es su antípoda.

Lo privado es lo contrario a lo público. Lo privado dice relación con lo particular, con lo individual, con lo reservado, no es transparente porque lo privado es oculto. Por el contrario, lo público hace referencia a lo colectivo, a lo común a la comunidad, es transparente, debe estar abierto a los ojos de todos, pues lo público es el espacio donde todos pueden intervenir y, si es de todos, no existe propiedad de nadie sobre ese todo, todos son libres en ese espacio.

Esta pugna que parece ser propia de una controversia filosófica no es tal. Es parte esencial para comprender qué es lo sustantivo en la lucha política que hoy se libra en nuestro país. La nueva Constitución tiene la posibilidad histórica de restituir a lo público el sitial que se merece, así, estará restituyéndole a la política el sitial que le es propio, pues como se ha dicho, si la política se desarrolla solo en el ámbito de lo público, recuperara para sí la preeminencia sobre lo privado y en tal sentido, esto se traducirá en que aquellos derechos sociales que la civilización había logrado establecerlos como bienes inalienables de las personas, recuperaran esa condición para atender y resolver las necesidades de esa comunidad que en el campo de lo público, y no privado, espera solucionar.

De lo contrario, ceder a lo privado, implica que una parte de esos derechos que le son consustanciales al individuo en la esfera de lo público, se privatizan, y al hacerlo, ya no están disponibles para todos y al no estarlo, se ha perdido una parte importante del objetivo político, que es servir a todos sin distinción.

En la discusión de esta semana la derecha alcanzó un triunfo relevante, pues a pesar de ser minoría, logró dejar instalado en los derechos fundamentales que lo privado esté presente, de paso denostó sin argumentos, solo con su ideología, lo público y con ello, no solo consiguió que ciertos derechos por los cuales el pueblo chileno se levantó el 18 de octubre sigan siendo negocio para unos pocos, sino, lo más negativo, logró mantener en alto el sacrosanto derecho de la propiedad privada por sobre la propiedad pública.

Después de 40 años, Jaime Guzmán aun sigue vivo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.