En tiempos donde en la actividad política prima el oportunismo y en general se evitan las decisiones difíciles, es valorable la decisión de Codelco, respaldada por el Gobierno, de cerrar gradualmente la Fundición de Ventanas. El anuncio no solo es importante para el principio del fin de la inaceptable zona de sacrificio de Quintero-Puchuncaví, sino que envía una señal más amplia de que las actividades económicas no pueden realizarse a cualquier costo, que hay un límite puesto por el cuidado del medioambiente y la salud de la población.
Seguramente han tomado nota los actores empresariales que podrían verse más adelante obligados a elevar sus estándares. Los mismos que se expresaban indirectamente en Estados Unidos para que ese país no adhiriera el protocolo de Kyoto, o en Chile, para no firmar el Acuerdo de Escazú. De otra manera no se explica que frente a una decisión que debería ser unánimemente aplaudida, se produzca sin embargo una arremetida que pretende hacer aparecer a quienes la han implementado como los equivocados. Así, hemos visto a dirigentes políticos señalando “todos estamos a favor de cuidar el medioambiente, pero…” (cuando el pero está en la mitad de un discurso todo lo que el hablante realmente piensa viene después de esa palabra). También hemos visto a medios de comunicación que nunca dan la palabra a los sindicatos, siendo en este caso generosos en dar amplio espacio a los dirigentes de Ventanas. Y, en general, enfoques editoriales que muestran a una comunidad confrontada, entre trabajadores que no quieren perder su trabajo y vecinos que no quieren seguir siendo envenenados.
Esto de hacer pelear a grupos carenciados es un típico recurso político y comunicacional para ocultar los intereses de actores poderosos, que en este caso se disfrazan como si fueran los intereses de los trabajadores. Tal confrontación es cruel y falaz. El Gobierno ha ofrecido a los trabajadores de Codelco, como no ocurre en otro ámbito laboral en Chile, todas las condiciones para mantener sus puestos en las mismas condiciones contractuales. Por otra parte, los dirigentes sindicales que han aparecido en los medios olvidan que ellos mismos y sus familias están siendo envenenados por las emisiones de la Fundición, por lo que no se entiende que la defensa de un puesto de trabajo -que además nadie está amenazando- llegue a la alienación de preferir seguir afectándose gravemente la salud. Nos hubiera encantado que la CUT, que ha salido a apoyar el paro que acaba de iniciarse a las 6 de la mañana, pensara en que la mayoría de los habitantes de Quintero y Puchuncaví son trabajadores y que tienen el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación.
En resumen, las resistencias que hemos apreciado en estos días frente a una medida justa y necesaria, nos demuestran que detrás de las zonas de sacrificio siempre hay intereses poderosos que suelen operar en la trastienda. Por cierto, y empresas públicas aparte, quienes más lucran con ellas jamás vivirían en las condiciones en las que viven sus trabajadores, convertidos ahora en supuestas víctimas, cuando en realidad se están tratando de proteger simultáneamente sus puestos laborales y su salud.