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Año XVI, 29 de marzo de 2024


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Ollas Comunes: Mujeres en la primera línea del cuidado contra el hambre y la pobreza

Columna de opinión por Valentina Fuentes
Jueves 1 de septiembre 2022 16:46 hrs.


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En el marco del proyecto “Iniciativas de respuesta comunitaria ante el hambre en Latinoamérica en el contexto de pandemia por COVID-19”, Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural investigó el panorama de las ollas comunes en Santiago de Chile a través de un estudio que también se llevó a cabo en las capitales de Perú y Uruguay. En el transcurso del estudio nos involucramos y acompañamos a las grandes protagonistas de las ollas comunes: mujeres luchadoras, guardianas del bienestar del barrio, reproductoras del conocimiento local y sostenedoras de la vida. De aquella experiencia de investigación-acción emergen diversas reflexiones, las que se presentan en los siguientes párrafos.

Incontables son los casos en que se invisibiliza el trabajo comunitario de las mujeres en los barrios. El Estado de Chile y, en general, la sociedad asume que estas experiencias de vida, de servicio social, no son tan válidas por no contar con títulos técnicos o universitarios que acrediten su existencia. Asimismo, la –aún vigente– Constitución del ’80 no reconoce las dirigencias sociales ni las labores de cuidado que ejercen incesantemente las mujeres pobladoras. Esto se puede deber a que las mujeres se visibilizan a través de una perspectiva netamente económica, pero no siempre desde las esferas sociales y culturales, de manera que el reconocimiento de sus múltiples labores se relaciona con un constante juego de roles que las validan ante la sociedad siendo “emprendedoras”, “comerciantes”, “dueña de casas”, “madres”, “esposas”, etc. No obstante, hemos podido constatar que la mayor parte de las iniciativas para la formación de organizaciones comunitarias en los barrios, en este caso de las ollas comunes, ha sido históricamente integrada por mujeres y que -en el actual contexto de pandemia- sigue existiendo una activa participación comunitaria de mujeres para cubrir las necesidades de subsistencia de sus territorios.

A pesar de la alta sobrecarga laboral que contempla levantar y gestionar una olla común, la satisfacción de las mujeres con respecto a su trabajo contempla aspectos muy positivos. Su labor social contribuye a su bienestar, realización personal e incluso a darle sentido a sus vidas. Así es como las ollas comunes y la dirigencia social ocupan un rol muy importante en las historias de vida de las pobladoras que levantan y sostienen estas iniciativas locales. Incluso, muchas veces este tejido social contempla una salida resiliente del “mal camino”, tal como ha sucedido con mujeres que confiaron a nuestro equipo sus experiencias de privación de libertad, drogadicción y muchos otros problemas que pudieron superar gracias a “lo social”.

Estas mujeres son las responsables del cuidado de sus hogares, pero también son las que asisten al barrio como gestoras comunitarias. Atienden las ollas comunes, dan refuerzo escolar a niños y niñas y se preocupan por los adultos mayores. El trabajo de cuidado es femenino, si bien algunos varones se van sumando, siguen siendo muchos menos. El cuidado es “tarea de mujeres” y responde a la división sexual del trabajo dentro de los hogares y en los territorios. En tiempos de pandemia las mujeres repiten “estoy cansada”; no sólo alimentan, asisten, enseñan, limpian, sino que son contención afectiva de los vecinos y vecinas, especialmente de los más vulnerables entregando “hasta lo que no tienen”. Así es como muchas de ellas mencionan que la solidaridad, “lo social”, es “algo que se lleva en la sangre”.

  • Mi vida personal gira en torno a lo social, yo me dedico todo el día prácticamente, y también acuden a uno, acuden a mí por un árbol que se está por caer, porque tienen problemas con la oscuridad del pasaje… Siempre vinculada a ser la que podría ayudar en el problema que se tiene.” (Lideresa, Estación Central)
  • Para mí ayudar y ser social es con el alma, no es con interés a nada… Acá nosotros no tenemos sueldo, no tenemos nada, solamente es porque nosotros queremos ayudar a la gente, en la olla, sobre todo.” (Lideresa, La Pintana)

Las mujeres que autogestionan las ollas comunes se sienten más visibles, libres y autónomas cuando realizan estos trabajos de cuidado, los que les proporcionan múltiples recursos sociales y emocionales para construir con mayor independencia sus proyectos de vida relacionados principalmente con el bienestar de sus territorios: el entorno del barrio, la población o el campamento.

La validación social de las mujeres, y en particular de las pobladoras, depende del desempeño de su rol productivo, rol reproductivo y de cuánto sacrifican por los demás, no así de su condición humana o del simple hecho de “ser mujer”. Más allá de sus territorios y de la autovalidación del entorno cercano, no existe un marco legal que fortalezca ni reconozca sus trabajos de cuidado y dirigencia social. De ese modo es importante preguntarse ¿Quién cuida y reconoce a las cuidadoras?

En este contexto, la propuesta de Nueva Constitución para Chile ofrece una oportunidad única para crear las condiciones que permitan reducir las brechas de género que afectan a las cuidadoras y sostenedoras de la vida. En el Artículo 50: Derecho al Cuidado, se indica que “todas las personas tienen derecho a cuidar, a ser cuidadas y a cuidarse desde el nacimiento hasta la muerte. El Estado se obliga a proveer los medios para garantizar que este cuidado sea digno y realizado en condiciones de igualdad y corresponsabilidad.” La efectividad de este cometido, sin embargo, exige un arduo trabajo de desmantelamiento de estereotipos y de las bases que sostienen las relaciones sociales cotidianas y la mayoría de las instituciones y estructuras de poder que por décadas vienen invisibilizando y oprimiendo a mujeres y niñas, tales como las pobladoras que levantan ollas comunes en los barrios periféricos de Santiago de Chile.

Valentina Fuentes, asistente de investigación
Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.