Los resultados del Plebiscito efectuado el 4 de septiembre generaron un enorme impacto en la opinión pública, debido al abrumador triunfo del rechazo. Esta opción se impuso por un 61,97% de los votos sobre el “apruebo”, que solo obtuvo el 38,03%, contrariando de ese modo el resultado del Plebiscito de entrada y de los demás eventos electorales que se sucedieron durante 2021. Junto al resultado también llamó la atención que concurrieran a votar más de 13 millones de personas, esto es más del 85% del padrón electoral. Pese a que el Plebiscito esta vez fue realizado mediante el establecimiento del voto obligatorio, la participación no estuvo condicionada por aquellas conductas de desafección ya arraigadas en buena parte del electorado no concurrente en eventos anteriores. A su vez, el margen en el resultado ha dado pie a una serie de interrogantes entre los analistas que intervienen en los principales medios de comunicación, quienes se esmeran por reconocer las principales causas que llevaron a la victoria del rechazo.
La mayor parte de las encuestas realizadas en el periodo previo al 4 de septiembre pronosticaban un triunfo del rechazo, aunque variaban entre aquellas cuyas estimaciones mostraban un resultado estrecho y otras que alargaban la brecha hasta en un 10%, pero en ningún caso las predicciones llegaron al 25%, como finalmente ocurrió. Sobre la base de estos pronósticos, la elite política nacional, inclusive en sus versiones más alejadas del centro político, intentaban proyectar los escenarios de negociación posteriores, a saber: aprobar para reformar, o rechazar para reformatear. No figuraba en ningún cálculo previo, ni en los marcos teóricos esbozados para la continuidad del proceso constitucional, lo holgado del distanciamiento ciudadano hacia una u otra opción. De acuerdo a los resultados, la opción “apruebo” obtuvo en el Plebiscito del 4 de septiembre incluso una mayor votación que la obtenida por el mismo presidente Boric en la segunda vuelta presidencial de diciembre de 2021. Con un nivel de participación levemente menor, de alrededor de 50%, aunque con un resultado mucho más apabullador, el triunfo del “apruebo” en el Plebiscito de entrada fue de 78% de los votos válidamente emitidos.
Con esos resultados, más lo sucedido en la elecciones de convencionales y por el modo en que se dio el proceso constituyente, diversos analistas, parlamentarios y dirigentes partidarios, consideraban que era evidente la inclinación hacia la izquierda ¿Qué ocurrió entonces en el devenir de la discusión política para que el aplastante triunfo del “apruebo” de 2020, así como la histórica votación de Boric hayan derivado luego en una verdadera debacle electoral? ¿Hubo variaciones respecto a las preferencias anteriores y cuál fue el aporte de os nuevos electores?
Podemos complementar el debate acontecido hasta la fecha proporcionando evidencia empírica relacionada con el tema. Para obtener los resultados que presentamos a continuación, utilizamos los datos desagregados a nivel comunal del Plebiscito de 2020, la segunda vuelta presidencial de 2021 y los resultados (preliminares, con el 99% de mesas escrutadas según lo informado por el Servel) del reciente Plebiscito de 2022. Para el análisis de esta información recurrimos a métodos de estimación con datos agregados, arribando así a una estimación de las “matrices de transición electoral” involucradas en la serie temporal del periodo señalado. Más especificaciones sobre el método en: https://www.researchgate.net/publication/363475390_Analisis_Resultado_Plebiscito_Constitucional_2022).
Los resultados obtenidos indican que el 81% de los votantes que se inclinó por el “apruebo” en 2020 eligió también esta opción en el Plebiscito del 4 de septiembre (esto es, el 81% del 78%). Un 15% del “apruebo” inicial votó “rechazo” en la última elección, por un 4% que no sufragó a favor de ninguna de las opciones concurrentes a la brega. En tanto, 9 de cada 10 votantes del “rechazo” en 2020 votaron nuevamente rechazar el 4 de septiembre; los restantes se abstuvieron. Quienes no emitieron un voto válido en 2020, el llamado “abstencionismo” (nulos, blancos y no participantes) suelen ser excluidos de los análisis electorales a posteriori, aunque en esta ocasión amerita resaltar un comentario aparte. El 74% de quienes se abstuvieron en 2020 (tres cuartos del 50% del electorado) votaron ahora por la opción “rechazo”; la estimación obtenida indica que el 26% restante se abstuvo. En el gráfico que se incluye a continuación las cifras hasta aquí comentadas se ubican en las tres barras a la izquierda.
Gráfico 1: Transición Electoral Plebiscito 2020/2da vuelta 2021 v/s Plebiscito 2022
El mismo gráfico indica que el 100% de la votación de Boric (99.999…..%) se convirtió en “apruebo” en el último Plebiscito; el 100% de Kast en “rechazo” (99.999…..%); y entre quienes se abstuvieron en la segunda vuelta presidencial (nulo, blanco, no asistente), sólo el 3% se inclinó por aprobar la propuesta constitucional, versus un 62% que la rechazó y otro 35% que se ausentó del proceso electoral. La opción “rechazo” logró convocar a una importante proporción de votantes que no solían acudir a los recintos de votación en los procesos electorales previos. Cabe reiterar: 3 de cada 4 personas que no votaron en 2020 (que en conjunto significan 74% del 50% del padrón electoral) se inclinó ahora por el “rechazo”; lo mismo, el 62% de quienes se abstuvieron en la segunda vuelta de 2021 (esto es, 62% del 45%).
Con todo, los resultados del ejercicio de estimación antes exhibidos dan cuenta que la votación del “rechazo” no procede únicamente del abstencionismo permanente, sino que tiene una importante raigambre también en los sectores de política de derecha convencional. Esto no quiere decir que el triunfo del “rechazo”sea mérito de la derecha; como exponemos a continuación, también hay un aporte significativo de votantes que con anterioridad se inclinaron por opciones de centro y centro-izquierda. Efectuando el mismo tipo de ejercicio inferencial para el par eleccionario Plebiscito 2020/ Segunda vuelta presidencial, arribamos a una descomposición porcentual del voto por el “rechazo”. La estimación es sobre la totalidad del votante del “rechazo”, lo que suma 100%;
- El 42.9% del voto “rechazo” en 2022 se abstuvo anteriormente (nulo, blanco, no concurrente) tanto en el Plebiscito 2020, como en la 2daVuelta 2021.
- Un 25.4% del voto “rechazo” en 2022 son ciudadanos que se abstuvieron en 2020 y votaron por Kast (2daVuelta) en 2021.
- Un 21.2% del voto “rechazo” en 2022, rechazó también en 2020 y votó por Kast en 2021.
- El 10.4% del voto “rechazo” en 2022, votó “apruebo” en 2020.
- El 0.2% del votante “rechazo” en 2020 aprobó en 2020 y votó por Kast en 2021.
Lo presentado es la composición del voto “rechazo” en 2022, y como tal suma 100%.
Gráfico 2: Composición del votante “rechazo” 2022 v/s 2daVuelta 2021 y Plebiscito 2020
A la luz de estos resultados se puede esbozar, al menos, tres líneas de abordaje. En primer lugar, persiste en la élite, incluyendo a la izquierda progresista, un desconocimiento del país real. Más que atribuirle influencia a las “fake news”, o a quien maneja la información mediática (algo que ha estado presente en todos los eventos electorales desde 1988 a la fecha) es evidente que tanto el proceso como los contenidos de la propuesta constitucional no sintonizaron con los anhelos y aspiraciones del grueso de la ciudadanía, incluyendo por cierto con las de los sectores populares. Como lo ha indicado la literatura especializada y comparada sobre el tema, para asegurar respaldo y legitimidad en el cambio constitucional es tan importante el proceso como el producto final. En segundo lugar, de no contar con el voto abstencionista permanente, el “apruebo” hubiese triunfado en una proporción 52%/48% aproximadamente, resultado todavía insuficiente para operar como un texto con legitimidad de origen. Por último, si contamos dentro del universo a quienes están a favor de una nueva constitución, a quienes rechazan un nuevo proceso y a quienes no les interesa (30%, 25% y 45%, respectiva y aproximadamente), sigue siendo mayoritaria la opción de lograr una nueva Carta Magna.