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Carlos Saura, el cineasta de la libertad y la belleza

El director aragonés que revolucionó el cine en lengua española, luchó arduamente contra la censura durante la dictadura franquista al mismo tiempo que radiografiaba el alma y los males de España, consiguiendo una gran resonancia internacional.

Luis Hernán Schwaner

  Sábado 11 de febrero 2023 12:13 hrs. 
carlos saura

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Este viernes, a la edad de 91 años y debido a una insuficiencia respiratoria, ha fallecido en Madrid el prestigiado director de cine español Carlos Saura. Su muerte se produjo poco después del estreno de su última película, “Las paredes hablan”, y apenas 48 horas antes de recibir el Goya de Honor 2023 como reconocimiento a su extraordinaria carrera cinematográfica, una filmografía caudalosa, jalonada de obras maestras y fundamental en la historia del cine en la lengua de Cervantes.

Hablar de Carlos Saura es hablar de rupturismo y libertad creativa, pero también de un voraz apetito por las diversas facetas de la vida, ora dramáticas, ora emocionales y sociales, pero siempre buscando, auscultando al ser humano en sus relaciones y las fuerzas biológicas que determinan conductas familiares o de clan.

El guionista y director de cine Enrique Brasó contaba en su libro monográfico sobre el gran cineasta que, en una de sus charlas, éste le confesó: “Supongamos, y es un ejemplo un tanto banal, que si para Proust su infancia es una serie de detalles más o menos poéticos en torno a un ambiente familiar, para mí esos recuerdos son mucho más violentos: es una bomba que cae en mi colegio y una niña ensangrentada con cristales en la cara”, decía, a propósito de lo que le tocó vivir de niño durante la Guerra Civil española.
Tras su paso por el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid (IIEM), Carlos Saura dirigió los cortometrajes “Tarde de domingo”, “Cuenca” y “El pequeño río Manzanares”. Gracias a su hermano, el pintor Antonio Saura, entró en contacto con Pere Portabella y juntos revolucionaron la historia del cine español en 1960 con su primer largometraje, “Los golfos”, la historia de seis amigos que tratan de salir de la marginalidad a la que los somete el orden impuesto por la dictadura y lo intentan a través del toreo. Este film puede considerarse el punto de partida del Nuevo Cine Español y con ese as bajo la manga Saura logró lo que nunca antes se había alcanzado: ser invitado a participar en el mítico Festival de Cannes.

Pero al mismo tiempo, “Los golfos” significó su primer enfrentamiento con la censura ultraderechista imperante en España, una tensión que se mantendría viva con su siguiente película, “La caza” (1965), premiada en el Festival de Berlín, y a lo largo de sus películas producidas por Elías Querejeta en la siguiente década. Después vendrían otras obras magistrales de Carlos Saura como “Peppermint frappé” (1967), “Stress-es tres-tres” (1968), “La madriguera” (1969) o “Ana y los lobos” (1970), que marcaron el comienzo de su relación no sólo con Querejeta como productor, sino también con una serie de actores como José Luis López Vázquez o Geraldine Chaplin, con quien mantuvo, además, una larga relación sentimental.

Aunque aquello no fue sino la primera etapa de su enorme filmografía, la que supuso, además, el nacimiento de un simbolismo cuyas raíces pueden rastrearse en Buñuel, el director en quien más se inspiró Carlos Saura. “Encontrar a Buñuel fue una especie de salida. A nivel de que yo podía hacer una serie de cosas que había pensado, porque no era ningún disparate”, le confesó también a Enrique Brasó.
Y entonces vinieron los años 70, cuando Saura dirigió algunas de sus obras maestras, destacando entre ellas “La prima Angélica” (1974), película en la que vertió sus recuerdos de infancia. Aunque “La prima Angélica” también hizo historia por su accidentado estreno, puesto que la prensa colaboradora de “El Movimiento” (el mecanismo totalitario de inspiración fascista que sostuvo a Francisco Franco en el poder), así como grupos de ultraderecha, cargaron contra la película al correrse la voz de que, en una de sus escenas, uno de los personajes aparecía con un brazo enyesado en alto, como si fuera el saludo de los falangistas. De hecho, intentaron robar la película en el madrileño cine Amaya, aunque en Barcelona el incidente fue peor porque los vándalos incendiaron el cine Balmes, donde se exhibía.

Con “La prima Angélica” y su siguiente película, “Cría cuervos” (1976), protagonizada por Geraldine Chaplin y Ana Torrent, Saura volvió al Festival de Cannes obteniendo el Premio Especial del Jurado. No obstante, después de “Elisa vida mía” (1977), “Los ojos vendados” (1978) y “Mamá cumple 100 años” (1979) (continuación barroca de “Ana y los lobos”), Saura dio un golpe de timón a su carrera y se dedicó a lo que en España se denominó “el cine quinqui”, centrado en narrar entorno, fechorías, exclusión social, torturas en comisarías, etc. de un determinado delincuente, frecuentemente un gitano. Allí, su película hito fue “Deprisa, deprisa” (1981).

Y luego un nuevo giro: el cine musical, donde en colaboración con Antonio Gades, obsequiaría la trilogía musical española “Bodas de sangre” (1981), “Carmen” (1983), premiada en Cannes y “El amor brujo” (1986), para terminar consagrándose en las siguientes excepcionales cintas “El Dorado” (1988) o “El séptimo día” (2002). Un giro revelador de la enorme libertad creativa de Carlos Saura. “Me parece que en cada momento he hecho lo que pensaba que podía hacer. Si me planteas hacia dónde voy… tampoco lo sé. Soy muy intuitivo. Y digo que me cine avanza a saltos”, le graficó a Enrique Brassó.

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