El 14 de febrero se conmemora en el mundo el Día de San Valentín, también conocido como día de los enamorados o del amor y la amistad. Donde los afectos, los mensajes, las cenas, las canciones y tantos otros recursos, ayudan a expresar los sentimientos hacia otra persona. Pero hay otro aspecto que literalmente no se ve de las relaciones y que tiene que ver con que los seres humanos son, también, ecosistemas de microrganismos que interactúan cuando hay relaciones amorosas.
En conversación con el director de Radio Universidad de Chile, Patricio López, la científica y académica de la Universidad de Antofagasta, Cristina Dorador, aborda el amor desde la ciencia, desde una visión más sistémica de que los microrganismos se relacionan entre sí. Los avances tecnológicos y científicos han permitido en las últimas décadas desarrollar la secuenciación masiva de ADN, lo que ha permitido “visualizar que casi no hay ningún lugar en el planeta que no tenga vida y que además, estamos todos relacionados de alguna manera”.
Dorador explicó que “generalmente tenemos la idea de los microorganismos como bacterias, hongos u otros virus que nos causan enfermedades. O sea, nosotros somos un organismo, una entidad distinta a los demás y vienen estos que nos colonizan, nos infectan y nos enferman, pero la realidad es distinta: nosotros, nuestro cuerpo humano, la mitad de nuestras células, son microbios y no es que estén depositadas sobre nosotros, sino que están embebidas en nuestros propios tejidos”.
La científica señaló que, por ejemplo, el intestino “está cubierto por capas de distintos microorganismos que son fundamentales para digerir los alimentos y además produce moléculas que permiten las distintas funciones del cuerpo”.
“Entonces son una composición de células de distinto origen. No solamente humanas, sino también microbianas, virus, hongos, que convivimos y que ha sido parte de la evolución”, señaló la académica. “Los hemos tenido siempre y han sido claves para nuestra propia existencia”, destacó.
Ahora ¿de qué manera actúan estos microorganismos en las relaciones? “Cuando tengo interacción con otra persona, estamos compartiendo microorganismos ¿Cuál es la influencia del ingreso de microorganismos y cómo de esa manera afecta mi vida? Está cuantificado que cuando nos damos un beso con otra persona de más o menos 10 segundos, se pueden compartir hasta 80 millones de bacterias. ¿Qué pasa con éstas? Se quedan en la boca, se tragan, otras se quedan en el intestino, incluso si estos nuevos visitantes logran digerir algo y pueden quedarse a vivir ahí, se van a quedar y antes no estaban. Entonces siempre nos quedamos con trocitos y con partes de otras personas. Cuando esa relación se mantiene en el tiempo esto se va intensificando y los microbiomas, que son todos los microorganismos que tiene cada persona, se empiezan a parecer mucho entre la pareja. Hay trabajos muy interesantes donde sin conocer la relación que tienen las personas uno puede, mirando los datos microbianos, saber quién es pareja de quién por su similitud”, señalo Dorador.
La académica explicó que estos organismos evolucionan en las relaciones de pareja. “Mientras exista la relación, mientras las parejas duerman juntas, los microbiomas de la piel y de los pies son los que más se parecen, porque son los que más están en contacto, también en los besos”.
Cuando es lo contrario, es decir cuando la pareja se tiene que separar o terminar una relación, “viene lo interesante porque además de que cuesta tanto olvidar al otro, también es lento que se vayan las bacterias del otro. Es muy difícil que ocurra a menos que venga una siguiente pareja que tenga un microbioma que sea más interesante y termina quedándose adentro nuestro”.
Los organismos también forman parte del proceso de olvido y eso está determinado porque “si uno cambia los hábitos que tenía con la otra persona, lo más probable es que también cambie más rápido. Hay que comer otras cosas, tomar más agua, hacer ejercicios y todo eso va lavando lo que dejó el otro hasta liberarse de la pena”.
Además, los microorganismos pueden permanecer por siempre, señala Dorador. “Al inicio de la vida humana, cuando los bebés nacen, nacen con muy pocas bacterias en su intestino, que son las más importantes para degradar la leche materna, hay un ámbito evolutivo muy interesante, y al tiempo se va enriqueciendo con el microbioma de la madre que se transmite por la leche, por el tipo de nacimiento, por los abrazos de la familia, por donde juega. Es decir, cada vez vamos incorporando más microbiomas, la vida sana y la menor presencia de enfermedades se relaciona con la mayor diversidad de microbiomas, entonces también es bueno relacionarse con harta gente o conocer más personas, viajar. Todo eso va enriqueciendo nuestro microbioma y una vez que una de estas bacterias está con nosotros y se logró acomodar bien en nuestro cuerpo, es difícil que se vaya”.
Dorador afirmó que las relaciones sociales tienen que ver con los microrganismos. “Parte importante de la serotonina por ejemplo, es producida por el intestino. Está el llamado eje intestino-cerebro, o sea lo que le pase al intestino está modulado y tiene que ver con nuestro estado de ánimo, con nuestras relaciones. Un ejemplo es el estrés causado por temas externos que tiene implicancias en el microbioma y que es lo que muchas personas tienen, que es el colon irritable, que es un tema microbiano causado por estrés. Es decir, hay una relación externa, el estrés genera una transformación, un desequilibrio microbiano que causa los síntomas de la enfermedad”.
La científica afirmó que estas visiones se tienen que incorporar a la discusión. “En el contexto de una gran crisis climática, ecológica, es imposible no incorporar estas visiones. O sea, no podemos no incorporar esta visión porque si no es completamente antinatural seguir exigiéndole al planeta esta relación de bienes y servicios hacia nosotros los humanos, sin considerar que nosotros son parte de la naturaleza. Algo que parece de tan sentido común y que cuesta tanto que lo tome tomadores de decisiones lo entiendan y que se abran a conversaciones que parece ser incómodas, pero son súper importante tenerlas”, indicó.
Agregó que la construcción del pensamiento tiene sus sesgos y los organismos se relacionan a través de la competencia y hay distintas formas de relación que son dominantes en los microorganismos que tienen que ver con cooperación y simbiosis. “Sin uno no existe el otro, porque dependen el uno del otro y esa dependencia es tan armoniosa que además hace que otras especies de otro tipo dependan de esa simbiosis. Hay grados de organización muy complejos de la naturaleza, que los vemos en todos los ecosistemas. Incluso nosotros mismos también en nuestro interior tenemos relaciones simbióticas que son fundamentales”, indicó.
Dorador añadió que “cuando aplicamos a la sociedad estas relaciones esta es una de las formas más importantes de pensar más en la colaboración, en los saberes colectivos, más que los individuales y eso nos va a permitir también tener soluciones más complejas o generar ideas complejas frente a los grandes desafíos. Eso de buscar una causa y efecto es demasiado simplista a esta altura, no funciona así y la política tampoco funciona así. A pesar de que algunos tratan de minimizar a tal punto que es muy fácil hablar de extremos, que somos de aquí y de allá, cuando somos de múltiples dimensiones y esa complejidad es lo que nos falta para poder profundizar, porque nos quedamos en discusiones someras cuando se trata de problemas que son muy complicados. Así que la naturaleza de los microorganismos nos entrega un montón de clave y están ahí para entenderlo y seguir estudiando”.