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Edita: lo micro y lo macro, entre guerras y desencantos

Columna de opinión por Antonella Estévez
Viernes 24 de marzo 2023 14:23 hrs.


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El siglo XX estuvo marcado por dos guerras mundiales y sus consecuencias. Desde Chile, tendemos a conocer estos hechos a partir de los libros de historia y los relatos que nos llegan mediante la literatura y el cine. Eso, a menos que pertenezcamos a una de esas muchas familias que salieron de Europa en esa época huyendo de la violencia que llenaba el continente, y que armaron vida en este lado del mundo trayendo en sus maletas las tradiciones, nostalgias y dolores que acompañaron esa partida. La realizadora Pamela Pollak es descendiente de una de estas familias. Una familia judía proveniente de Checoslovakia y que se instaló en Pucón rehaciendo una vida fragmentada por la historia y los lazos de los seres queridos que quedaron allá. La protagonista del documental “Edita” es la tía abuela de la realizadora, una mujer brillante y compleja que vivió de manera particular los ires y venires de la historia de su país.

El documental sostiene inicialmente su relato con las filmaciones realizadas por Jarda, el hijo de Edita, cuya visita a la casa familiar en Pucón – varias décadas atrás- desata las preguntas de una adolescente Pamela Pollak, que se cuestiona sobre el silencio adulto respecto a esta tía misteriosa de la que tan poco ha escuchado hablar. Pasados los años, y ya convertida en realizadora, Pollak decide adentrarse en este tabú familiar y dedica los últimos once años a armar este rompecabezas. Sus materiales son las decenas de cartas que su tía abuela envió a su familia en Chile, los registros y fotografías familiares, archivos de prensa y las conversaciones que pudo sostener en los últimos años con Jarda y que guían la visita a los lugares que habitó Edita durante su vida.

Una de las cosas más bonitas de este documental es su materialidad. Entre el montaje de María Teresa Viera-Gallo y la postproducción de imagen de Daniel Dávila, se logra dar vida al material de archivo y animar, literalmente, fotografías y los dibujos propios de las estampillas que acompañaron las misivas que cruzaron el mar en una dirección y otra. Estos juegos visuales que armonizan con el relato en off tanto de la realizadora y como la lectura de las cartas de Edita, van permitiendo ir armando un mundo imaginario a partir de esos restos de pasado y las preguntas del presente.

Edita fue una mujer singular para la época que le tocó vivir y, una pensaría, que para esta también. Nacida en un contexto acomodado escogió salir de la protección familiar e ir a estudiar a la Bauhaus en Weimar, exponiéndose no sólo a la mirada de vanguardia respecto a la arquitectura, el diseño y el arte que se desarrolló en ese influyente lugar, sino también a la mirada social y política que inundaba ese lugar. Edita se identifica con esos valores y comienza a vincularse de manera cada vez más activa en la resistencia a las ideologías totalitarias que comienzan a erigirse en la Alemania de la época y que van a terminar por cerrar la escuela en 1933. A partir de esos años Edita vivirá una época difícil con el cambio social y económico profundo que significó el avance del nazismo y la persecución de familias como la de ella. Va a resistir un tiempo en su país, pero en algún momento tendrá que viajar a reunirse con su familia en Chile pasando una temporada en Pucón y otra en Valdivia, buscándose un lugar propio que tampoco encuentra acá, ya que su manera independiente no se ajusta a los mandatos familiares y sociales de las comunidades locales. A los pocos años retorna a su país, para encontrarlo bajo la órbita soviética y ser testigo de cómo aquellos ideales que abrazó en su juventud derivaron en un gobierno tan totalitario como el del que ella huyó. De regreso en Europa, Edita además se enfrenta a esta nueva realidad como madre soltera lo que complica aún más su incorporación a la nueva sociedad que se está organizando en su país. Todos estos elementos, sumados a la precariedad material y sobre todo a la decepción ideológica la van sumiendo en estados depresivos que van a ser cada vez más críticos.

El documental “Edita” nos permite acercarnos a algunas de las mayores heridas del siglo XX desde una mirada personal, comprender esos grandes hitos históricos desde la experiencia de una mujer extemporánea que dio muestra de arrojo y compromiso ante una sociedad cambiante en la que no pudo encontrar lugar. Se trata de un documental conmovedor y que tiene muchos lugares desde donde empatizar, que nos recuerda que somos en comunidad y que, como vienen diciendo hace décadas las maestras feministas, lo personal es político.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.