Isla Dawson, Isla Quiriquina. Estas son solo dos, quizás las principales, islas utilizadas en la historia reciente de Chile como espacios de represión y aislamiento. La distancia, la geografía, la impunidad. Puede que esas sean principalmente las razones para haber elegido este tipo de territorio para las labores del horror por parte del Estado en momentos oscuros como la más reciente dictadura civil-militar.
¿Qué pasaba en esas islas?, ¿cuán diferente era la represión a otros puntos del país?, ¿cómo sobrellevar esos apremios?, ¿por qué contar y no olvidar lo que pasó? Estas son solo algunas preguntas abordadas en lenguaje poético, basado en testimonios y memorias de quienes pasaron por estas experiencias, por el libro “Colonia Penal”, de Ismael Rivera (Nadar ediciones, 2023).
En palabras del poeta y traductor Carlos Soto Román, autor del prólogo del libro, “verso a verso, con la insistencia de las olas que azotan la isla misma y el encierro, ‘Colonia Penal’ se configura como un necesario homenaje y como un bastión de resistencia, convocando la memoria de estos sitios olvidados de reclusión y castigo, y de quienes tuvieron la mala fortuna de pasar por ellos”.
Sobre memoria y poesía ahonda el poeta Ismael Rivera en esta entrevista.
Colonia penal se desarrolla en un territorio bien latente, que podríamos definir como una isla. ¿Qué representa como alegoría ese tipo de geografía?
Desde hace muchos años, las islas han sido utilizadas como centros de detención y exterminio. Chile no ha sido la excepción. Entonces, tienen esa dimensión super concreta, pero también me interesó ahondar en la isla como alegoría del encierro, de la restricción que se aplica sobre un cuerpo y su posible desplazamiento. Pensar en qué ocurre con un cuerpo aislado, incomunicado y cómo este aislamiento y la geografía en que se inscribe afecta las posibilidades del lenguaje.
Las acciones del poemario se enfrentan a cuerpos que tienen el lugar de recepción pero también en de la resistencia. ¿Por qué incluir esto último, más allá de lo real/documental que testimonia que muchas personas sobrevivieron a este tipo de experiencias límites?
Quise poner en relevancia las distintas acciones de resistencia que las personas detenidas en estas islas/cárceles aplicaron para poder sobrevivir. En diversos testimonios que pude revisar, las y los sobrevivientes dan cuenta de estrategias para sobrellevar la tortura y el trabajo forzado. Desde cantar en voz baja hasta el montaje de piezas teatrales, cualquier actividad que los alejara del horror era utilizada como salvavidas. Creo que esta resistencia también nos entrega esperanza a nosotrxs, hoy.
Colonia penal aborda también la dimensión física y material de sucesos evocados, como la represión. ¿Por qué incluir esta materialidad, por decirlo de alguna forma?
Porque tras 50 años, aún existen personas que relativizan las atrocidades cometidas durante la dictadura cívico-militar. El problema que existe con relativizar estos hechos, es que abren la posibilidad de que se vuelvan a cometer. A Chile le gusta tener mala memoria, le conviene. No es casual que para la revuelta popular del 2019 las policías hayan actuado con ese nivel de impunidad. Si quienes cometieron violaciones a los derechos humanos hace 50 años siguen sin ser juzgados, el mensaje para las policías actuales es que a ellos tampoco se les juzgará. Es justamente lo que estamos viviendo hoy, a tres años de la revuelta.
¿Cómo dialoga Colonia Penal y tu perspectiva con el campo poético actual y más histórico?
Siento que dialoga en diferentes dimensiones. Por un lado, está el contenido político/documental del libro. Desde ahí, se emparenta con poetas como Carlos Soto Román y Jaime Pinos. Pero también existe otra dimensión y es la que se refiere al material con el que trabajamos quienes nos dedicamos a la poesía: la palabra. Aquí dialogo con poetas como Nadia Prado y Soledad Fariña. De qué manera lo político atraviesa las posibilidades de la palabra y su incapacidad para decir todo lo que nos gustaría.
Desde lo histórico, inevitablemente me remito también a Aristóteles España y Floridor Pérez. Ambos poetas estuvieron presos en islas, Dawson el primero, Quiriquina el segundo, y ambos escribieron libros a partir de esa experiencia.
¿En qué medida la poesía puede contribuir a la construcción de memorias?
No solo la poesía, creo que la escritura en sí posee esa capacidad. Al escribir sobre estas temáticas, no solo estamos evitando que se olvide algo (memoria) mediante el registro, sino que, a la vez, existe ahí un intento por recordar (en el sentido de volver a pasar por el corazón) lo ocurrido en la historia reciente de Chile para poder entender el por qué somos como somos hoy. Siempre he pensado que para conocer un país hay que leer a sus escritorxs y escuchar su música. Es una buena forma de acercarse a las problemáticas históricas que lo configuran en la actualidad. Un país es su presente, pero también su pasado.
Más información sobre Colonia Penal, acá [https://www.instagram.com/p/CtRmLtXLemf/]