Fue en el marco de Día Nacional de la Cultura Tradicional y Popular Chilena, que el Ministerio de las Culturas, encabezado por la titular Carolina Arredondo, entregó el Premio a la Trayectoria Cultural Margot Loyola Palacios en una ceremonia en La Moneda.
En particular, se entregó el galardón a la maestra y gestora cultural, Sylvia Gutiérrez Barrales; al músico campesino de tradición familiar, Prefiterio Mena Méndez; el cultor de música andina y tradicional, Schmeling Salas Sepúlveda; y la Escuela Rural de Quilquico, institución que se ha convertido en un referente local en la promoción de un aprendizaje basado en el patrimonio cultura, arte y el medioambiente.
En Radio y Diario Universidad de Chile, tuvimos la oportunidad de conversar con Sylvia Gutiérrez Barrales, quien además es una destacada investigadora, proveniente de la comuna de Santa Juana en la Región del Biobío, con una trayectoria de 48 años en la puesta en valor del patrimonio cultural inmaterial y la cultura tradicional.
- ¿Cómo recibe este reconocimiento?
Lo recibo con mucha alegría, con cariño y con una inmensa gratitud hacia todas mis maestras, todas esas mujeres de ayer y de hoy, especialmente mi madre, mis dos abuelas y las mujeres tanto del pueblo de Arauco como la comuna de Santa Juana. Mujeres campesinas que abrieron su casa, su cocina y me entregaron todos sus saberes y conocimientos.
Fue una gratitud enorme hacia ellas, este premio es para ellas también, ese es mi sentimiento.
- ¿Cómo comenzó su acercamiento con la cultura popular chilena?
Provengo de una familia campesina del pueblo de Arauco, nací en Cañete, mi padre era carabinero. Ahí empecé a aprender porque veía a toda mi gente mayor, vecinas, trabajar en artesanía, en la malla cuadrada. Mis abuelas rezaban todo el tiempo, en la mañana dándole gracias a Dios. A mi abuelita le escuchaba cantar alabanzas; a mi abuelita que era descendiente de mapuche rezar las jaculatorias a las 12:00 horas para que el alimento llegara a nuestro cuerpo.
Después que almorzábamos hacíamos una sobremesa y después en la tarde, en la merienda, se contaban cuentos, se contaban historias, anécdotas y muchas cosas que pasaron en la zona. Así por eso me fui impregnando.
Cuando llegué a San Pedro de la Paz estudié en el internado de la Inmaculada Concepción, ahí conocí un mundo diferente, que no le gustaba mucho estas cosas, como que las miraba en menos, pero yo fui una muchacha rebelde y siempre me sentí orgullosa de dónde venía.
Después entré a trabajar en la Universidad de Concepción y en plena dictadura, en el año 73-74 el barrio estaba muy mal, la Universidad en sí estaba mal, y formamos un conjunto folklórico que se llamó “Pehuén”. En ese conjunto me dijeron que la persona que la podía dirigir era Patricia Chavarría y me di el trabajo de buscarla hasta que la encontré y empezamos a trabajar en Pehuén. Nuestros primeros cantos, danzas y tonadas fue un repertorio que Patricia aprendió de Gabriela Pizarro, que en paz descanse, y después con Patricia empezamos a salir al campo, a un lugar que se llama Santa Juana y ahí encontramos un mundo maravilloso y ahí despertó con mayor fuerza mis raíces campesinas. Ahí aprendí a tejer a telar, el arte de coser, aprendí más cuentos, cuecas, danzas, tonadas y rezos.
Seguimos trabajando con Patricia, formamos el Centro de Cultura Tradicional Curarrehue en 1995. Justo en ese momento llegó a mi vida un hombre maravilloso que se llama Celso Hernández Andana, él me apoyó e hicimos de este espacio, que son 800 mt2, una recreación de lo que era nuestro campo.
- ¿Cuál es el itinerario en el que se encuentra trabajando actualmente?
(En el Centro de Cultura Tradicional Curarrehue) Seguimos con las cuecas campesinas hasta diciembre y hay recitales, un encuentro de payadores de aquí de la zona, que más que encuentros es una conversación a la antigua, en versos. Hacemos algo muy lindo a final de año, cantamos Villancicos acá en el Curarrehue, el profesor Fernando Escobar, que hace las clases de música, invita a sus alumnos, niños, jóvenes y adultos a reunirnos frente a los pies de un pesebre que Don Celso hace, que es grande y le cantamos, le traemos regalos y compartimos. Se reúnen más o menos unas 60-70 personas todos los años. Celebramos la Navidad en comunidad.
- A propósito de Fiestas Patrias ¿Cómo cree que estas fechas se encargan de rescatar la tradición y la cultura popular chilena?
Nosotros acá no hacemos ninguna actividad más que en familia y lo que sí hacemos cuando nos reunimos casi todos, recordamos la parte culinaria, los pajaritos, los alfajores, las empanadas hechas en horno de tarro, el famoso milcao de papa rallada; tostamos harina, tostamos trigo, le enseñamos a los niños y jóvenes cómo se obtiene la harina tostada. Esas son nuestras actividades.
Ahora todos los sinónimos (de Fiestas Patrias) son las ramadas con las cuecas, nosotros participamos, pero lo más importante es la reunión familiar, donde se compartía todas esas cosas. La dueña de casa era feliz, se lucía frente a sus invitados con una mesa colmada de dulces, los besitos de monja, que eran con clara de huevo y almíbar de azúcar, las empanadillas de pera, las sopaipillas con arrope.
En nuestro Centro también celebramos dos fiestas importantes: La Cruz de Mayo, que ya está institucionalizada, y celebramos la noche de San Juan el día 23 de junio, porque ese es el día mágico, cuando San Juan visita nuestras casas y se conecta la tierra con el cosmos, donde también nuestros pueblos originarios saludan su nuevo ciclo vital (We Tripantü).