Magíster en Composición de la Universidad de Chile: Escuchar para educar

  • 22-11-2023

En 1995 la Universidad de Chile abrió el primer programa de postgrado en Chile en el ámbito de la creación musical. Se trataba de un Magíster en Artes, en donde una de sus menciones fue en Composición Musical. En esta columna, el profesor del Magíster en Composición Musical, Rolando Cori, reflexiona sobre la necesidad de contar con programas que fomenten y dinamicen el quehacer artístico en el país.

¿Qué sentido tenía en un país como el nuestro contar con un Magíster en Composición Musical?

Desde 1973 en adelante quedará sin efecto la Ley 6.696, que creaba el Instituto de Extensión Musical cuya finalidad, entre otras, era estimular y difundir la creación de obras musicales nacionales por medio de agrupaciones profesionales y festivales artísticos anuales. La supresión de esa ley disminuyó ostensiblemente el acceso de audiencias a la música de arte chilena.  ¿Qué sentido podría tener, a pocos años del retorno a la democracia, tener un programa de magíster en composición cuya tesis de grado consistía en crear música que no llegaría a escucharse?

Esta es una pregunta legítima pues una de las frecuentes debilidades que surgen, al postular cada 4 o 5 años a la certificación del programa ante la Comisión Nacional de Acreditación, es la falta de oportunidades para que los graduados estrenen sus obras de tesis. No obstante, ante la falta de difusión de la música de arte nacional, algunos años después, la Pontificia Universidad Católica de Chile también creó un programa de magíster semejante. Y luego la siguió la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso con un programa de postítulo en la disciplina.

¿Es que la cantidad de postulantes al postgrado en composición hace económicamente atractivo a las universidades contar con tales programas?

Estimo que no es así. Al menos en la Universidad de Chile, los postulantes al programa no alcanzan para sustentarlo y son muy pocos quienes son beneficiados con becas del Fondo de la Música del Ministerio de las Culturas y el Patrimonio para cursar el magíster. Tampoco desde el punto de vista de mejorar las perspectivas laborales resulta muy atractivo obtener el grado de magíster en composición. Es aún discreta la proporción de quienes efectivamente adquieren un mejor empleo en la educación superior obteniendo esta certificación que es necesaria para ejercer la docencia universitaria.

Así las cosas, pareciera ser que las universidades intuyeran que perseverar en sostener estos programas de postgrados trae un beneficio a largo plazo. ¿En qué consistiría? Es en algo difícil de medir para los procesos de acreditación. En mi opinión, es un crecer en el cultivo disciplinar para mejorar la vida de otros desde la música. En efecto, al enfrentarse al desafío de hacer una reflexión académica sobre el propio quehacer creativo y componer a partir de una visión que relaciona la música con otros saberes, se alcanza aquella madurez humana que construye a partir de la escucha.

En este sentido, el graduado del magister tal vez no componga una obra que en sí misma sea un avance sustancial en el estado del arte. Es probable también que el aporte al patrimonio musical del país no pueda medirse en términos de éxitos de audiencias o número visitas en las redes sociales. De lo que sí desearíamos tener alguna evidencia es que ese graduado, al recibir su certificado, sabe que es más y desde esa sobreabundancia se hace más capaz de interactuar colaborativamente con otros para que cada cual descubra su ser original en la música. Lo anterior resuena en el Modelo Educativo de la Universidad de Chile en cuyas referencias encontramos citas como la de Friz Echeverría:

“En este plano superior de formación […] no se requiere un hombre que sea solo una parte de sus potencialidades. Se apunta a una persona integral, donde la especialidad se integre en un contexto amplio y humano” (Revista Anales Séptima serie. Nº 11/2016)

Esta tarea no tiene por qué necesariamente estar circunscrita a la educación superior. Por el contrario, sabemos la esmerada formación que los profesores de educación escolar tienen en aquellos países que Chile ha mirado como modelos de educación; donde la mayoría son graduados de magíster. Entre tanto, en nuestro país aumenta casi de manera incontenible la necesidad de personas responsables a ser camino para otros en el descubrir y crecer en aquello inaugural que se es. Por su gravitación social, esta necesidad debería llegar a constituirse en el mejor motivo de un pacto transversal de facciones políticas.

Estimo que las últimas mejoras hechas al plan de estudios del Magíster en Artes mención Composición de la Universidad de Chile van en la dirección correcta. Hasta hace poco, solo podían ingresar quienes demostraran una trayectoria en la autoría de música de arte experimental. Atentos a la voz de los tiempos actuales, este programa hoy se abre también a que, por ejemplo, profesores de música interesados en la composición se compenetren en la tradición de la creación musical contemporánea y afinen la audición de sus propias voces internas, plasmándolas artística y discursivamente en originalidad para sí mismos y para otros.

Rolando Cori. Profesor Magíster en Composición Musical

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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