Una necesidad visceral de expresarse. Esa fue la sensación que motivó la fundación de La Hipocresía Mató al Gato, banda chilena compuesta por los músicos Nicolás Roa y Tomás Cordero.
Cuando se conocieron -a principios del 2019 y por un amigo en común- todavía no había muchas luces de toda la convulsión social que remecería a nuestro país. Y aunque comenzaron su relación profesional como compañeros de un estudio de grabación, el estallido social y la posterior crisis sanitaria desatada por la pandemia cambiaron sus planes.
“En ese momento pensamos ‘ya, tenemos todo esto .¿Por qué no vamos estas dos semanas que va a durar esto a encerrarnos a una casa?'”, recordó Roa sobre la decisión que definió los años posteriores. “Empezamos a hacer canciones, las encontramos bacanes, pero sólo pensamos en subirlo a Soundcloud y mostrárselo a nuestros amigos, nada más“.
“Era pasarla bien”, agregó Cordero, dejando claro que todo arrancó como una idea sin mayores pretensiones. Al menos hasta que se percataron de que había mucha más proyección dentro de esas composiciones. “Empezamos a ver que esto daba para largo, que la pandemia no iba a ceder tan rápido, y también a sentir que el proyecto estaba bueno, que las canciones nos gustaban mucho, que nos hacían mucho más sentido que lo que estábamos haciendo antes, y ahí empezamos a reclutar gente. Postulamos a un fondo de la música y lo ganamos. Ahí pensamos ‘oh, tenemos que hacer un disco’“, sumó Tomás Roa.
Así fue como arrancó La Hipocresía Mató al Gato, una de las propuestas más interesantes de la escena local actual y que ya lanzó su segundo trabajo de estudio. Bajo el nombre de “Reflexiones tempranas” y con un universo cargado de referencias pop (entre ellas, alusiones a personajes tan icónicos y variopintos como Charly García, Jorge González y Felipe Avello), los músicos lograron construir una propuesta repleta de símbolos oníricos que, según explican, respondió a cómo se estaban enfrentando a la cotidianidad y a la vida misma desde su propia vereda.
“Este nombre, ‘Reflexiones tempranas’, nace a partir de la idea de hacer las cosas desde las vísceras, por cómo uno se enfrenta a ellas en el primer momento, provocando que surjan ciertas ideas, inquietudes, incomodidades, preguntas y también respuestas”, afirmó Cordero. “Y el relato auditivo fue surgiendo junto a la necesidad creativa de contar historias, que es algo que a nosotros nos gusta mucho hacer desde que empezamos este proyecto. El primer disco también narra un relato y es continuo musicalmente. Quisimos replicar esa fórmula para darle continuidad y cerrar ese ciclo, de hacer estas largas historias que cuentan un relato”.
En el marco de esa búsqueda es que definen la narrativa de esta placa -estrenada el pasado 1 de junio en un efusivo concierto en el Centro GAM- como el relato de un día común y corriente. “Es algo que llegó casi al final del proceso. De hecho, el track principal es ‘Día normal‘, que narra un día cualquiera. De cualquier persona, y que empieza cuando uno se levanta. De hecho, parte con un sueño, que es lo primero que pasa en el día, donde aparece esta parte onírica de Charly, de Avello”, precisó Cordero.
Sin embargo, y más allá de la propuesta sonora, el proceso de producción del disco fue uno de los factores que marcaron una diferencia con lo que fue su debut discográfico, bautizado de forma homónima. Una de ellas fue la oportunidad de viajar hacia argentina para realizar las grabaciones.
“Es primera vez que trabajamos en un estudio fuera de Chile. Y también trabajamos con varios productores. Estuvo Javier Barría, el Jim Hast. Ampliamos nuestra cartelera de feats con colaboraciones junto a Bronko Yotte, con la Nico Bunout. También nos repetimos el plato con Motafonkas porque es muy bueno”, sumó Roa.
Sobre ese mismo punto, su compañero igualmente hizo hincapié en que el nivel de maduración sonora que consiguieron con este LP les resultó evidente. “Hacer un disco inevitablemente te enseña muchas cosas. Haber hecho el primer disco en un encierro, casi en tres meses, un día tras otro, también nos marcó. Estábamos con muchas cosas contenidas. Veníamos del estallido social, estaba empezando la pandemia. Había mucho ocurriendo y estábamos con una energía también bastante alta. Ese disco fue una especie de catarsis, mientras que este fue algo mucho más pausado, donde fuimos canción por canción, compensando mucho más el sonido. Fue un poco más reflexivo, tuvo esa mirada de pensar cómo queremos realmente sonar, y no que la canción sonara como consecuencia de lo que íbamos creando en el momento”.
Resistir a través del disco
Durante los últimos años, y tras el avance de las plataformas digitales en desmedro de los formatos físicos, la publicación de discos de larga duración se ha visto amenazada por la lógica de los singles. Lanzamientos fragmentados que han hecho más difícil la promoción de álbumes unidos por un relato en común.
Eso es, justamente, lo que los músicos de La Hipocresía Mató al Gato buscan evitar. “Se ha perdido un poco el hecho de escuchar conscientemente la música. Siento que ahora, con lo digital y la cantidad de ofertas y canciones y tantas formas que hay de escucharlo, se ha perdido un poco la escucha consciente, detenida, pausada”, señaló Nicolás.
“Nosotros apelamos un poco a eso, a que nuestro público pueda seguir teniendo esas escuchas prolongadas en el tiempo con, por ejemplo, un disco de 40 minutos. Y hoy no es fácil tomarse 40 minutos de la vida en general, en la cotidianidad. Al final no sé si es un arma de doble filo, pero la industria en general no es eso lo que está buscando. Pero también nosotros defendemos eso, el hecho de que la música también sea un espacio de reflexión, de encontrarse con uno mismo dentro de una canción. Creo que por ahí estamos buscando otro nicho, otro tipo de gente, más allá del mainstream”, agregó Roa.
“Todo se esfuma rápido”, añadió Tomás. “Es como la compra de ropa en el retail. Yo también compro ahí para salir del apuro muchas veces, pero es ropa que no dura nada, versus otra que está hecha y pensada para durar más en el tiempo. Esta es más o menos la misma búsqueda”.
Además, se trata de una pretensión reflexiva que parte desde su mismo nombre. “Al final, somos tan hipócritas que eso es lo que nos está llevando a extinguirnos, a matarnos a nosotros mismos, a matar el planeta que nos dio vida y que nos ha cuidado todo este tiempo. La humanidad no hace más que maltratarlo y hacer caso omiso a todas las advertencias de que tenemos que cuidarlo porque sin mundo no hay vida”, explicó Cordero.
“Y este nombre nace como eso. Fue una vuelta al refrán de que la curiosidad mató al gato. Al final no es la curiosidad la que le hace mal al ser humano ni la que lo va a matar, sino que es la hipocresía misma. Tomó fuerza ese nombre, pasó a ser el nombre del primer disco y después, cuando estábamos en la búsqueda del nombre del proyecto, nos dimos cuenta de que no había que buscar más lejos”, concluyó.