Comenzó la cuenta regresiva para una nueva edición del festival Puerto de Ideas, un espacio que busca democratizar y descentralizar el conocimiento en nuestro país a través de una constante promoción de la curiosidad y que tiene como centro la ciudad de Valparaíso.
Misma cualidad que reunirá a la escritora argentina Leila Guerriero y a su par colombiano, Juan Gabriel Vásquez, este 8 de noviembre en el Aula Magna de la Universidad de Valparaíso, en una conversación bautizada como “La curiosidad, ese impulso vital para entender el mundo” y donde compartirán sus propias experiencias poniendo en el centro este importante impulso.
“Cada vez que hablamos con Chantal Signorio -fundadora de Puerto de Ideas- me acuerdo de la conversación que tuvimos en Santiago hace añares, cuando me contó que quería hacer este festival”, recordó Guerriero sobre su acercamiento con el espacio. “Me pareció genial, pero también una cosa dificilísima de sostener en el tiempo. Y fíjate todo el que ha pasado, ya son 14 años, y esa ciudad fantástica ha estado recibiendo año tras año a un grupo de gente muy diversa”.
“Porque realmente el festival habla sobre los más diversos temas. Creo que hay una curaduría hecha con muchísima inteligencia y cuidado. Me consta que se ocupan de eso a lo largo de todo el año y reciben aportes y sugerencias de todo tipo. Tengo muchísimas ganas de ir en una época del año donde, además, esa ciudad está preciosa”, agregó la escritora, que arribará a nuestro país tras la publicación de “La llamada“, su más reciente libro.
Un entusiasmo que, además, es compartido con Vásquez. “Será mi primera vez allá. Es un encuentro, un festival que ya tiene una fama muy bien ganada. Valparaíso es una ciudad bellísima, pero este espacio que han abierto ya tiene la reputación de ser un lugar maravilloso de intercambio de ideas. Y espero que lo sea también de encuentro con mis lectores”, aseguró el colombiano.
“Me hace mucha ilusión ir a Chile, que además es un país que quiero, donde tengo amigos, que me preocupa. Será un placer”, sentenció.
Iluminar los lugares oscuros
En la previa del conversatorio que la tendrá en Puerto de Ideas, Guerriero conversó con Radio y Diario Universidad de Chile sobre la forma en que la curiosidad ha permeado su manera de acercarse a las historias. Especialmente a partir de su más reciente libro.
“Las preguntas que empiezan con ‘por qué’ siempre tienen respuestas de múltiple entrada. Para el libro, apenas empecé a hablar con Silvia Labayru me comenzó a contar su historia y yo, a ver la cantidad de complejidades que tenía. Es la historia de una mujer sobreviviente de un campo clandestino de detención durante la dictadura. Y recordé inmediatamente la situación que había vivido con una colega, con Miriam Lewin, otra mujer que estuvo detenida en la ESMA, en los años 90″, recapituló la periodista.
“En realidad, no fue una situación que tuviera con ella, sino con un colega que trabajaba con ambas, que me dijo algo así como que me convenía que no hablara con Miriam sobre su detención porque parece que había hecho algunas cosas, insinuando que hizo algo para salir. Apenas empecé a hablar con Silvia se extendieron estas enormes complejidades en torno al sobreviviente y recordé inmediatamente eso”, explicó.
“No es solamente aquella pregunta la que me quedó resonando en la cabeza desde entonces, sino que pensé ‘bueno, estamos en democracia y todavía no podemos conversar de determinadas cosas‘. Pasaron tantos años desde que pasó esa situación con aquel colega que me dijo que mejor me callara con Miriam y seguimos sin hablar de algunas cosas incómodas. Silvia Labayru tiene una historia que resulta sumamente compleja y, por tanto, para una periodista, súper atractiva. Es una historia que vale la pena contar con detalle, con tiempo y con la extensión que te permite un libro”, agregó Guerriero.
Junto a eso, la autora explicó las razones detrás de la transparencia con la que aborda su propia experiencia con las fuentes dentro de sus publicaciones. “Se cuela una especie de mensaje que unifica todo esto que ingresa en los libros, y que tiene que ver con una postura desde la cual yo intento hacer la no ficción. Una postura que no está tan segura todo el tiempo de cómo son las cosas. A mí, los autores de no ficción que más me interesan son los que tienen una posición no tan certera ni taxativa acerca de cómo son las cosas”.
“Porque todos nos damos cuenta de que hoy, lo que más genera audiencia o lectores, es la división tajante entre los buenos y los malos, lo blanco y lo negro. A mí, esa mirada del mundo no me interesa. Por eso creo que todas esas dudas, lejos de verlas como una vulnerabilidad, las veo como una fortaleza del trabajo. Queda muy explícita mi postura, de qué lugar estoy contando. No lo estoy haciendo desde la certeza, sino de la duda. E, incluso, en algunos libros me permito dudar acerca de lo que me está contando el protagonista”, concluyó al respecto.
El talento de ir hacia el otro
Por su parte, Vásquez llegará a Valparaíso para compartir la trastienda de “Volver la vista atrás“, uno de sus más recientes libros que, al igual que “La llamada”, comparte una serie de experiencias relacionadas a momentos sociopolíticos complejos para nuestro continente, como es la guerrilla colombiana.
Sin embargo, se trata de una historia que se expande mucho más allá de la experiencia local. “Es lo que siempre me ha interesado hacer en mis libros: usar la novela para explorar ese espacio tan extraño de nuestra vida humana, donde se cruzan las fuerzas que podemos llamar sociales -la política, la historia- con nuestras vidas privadas. Eso es lo que he hecho desde que empecé a escribir novelas”, comenzó explicando el autor.
Y aunque su relación con el cineasta Sergio Cabrera arrancó como la de un espectador y un director de cine, pronto olfateó las dimensiones de la vida del artista. “Lentamente, fui descubriendo una vida anterior a su vida de director de cine, a su vida pública, por decirlo así, que evidentemente era ese espacio, en que lo público, la historia, la política llegan y te cansan, te invaden y te cambian la vida íntima. La manera de comportarte como hijo, su relación con su hermana. Y todo eso me ha interesado enormemente”, dijo.
“Fue un descubrimiento ver cómo la historia de esta familia cruzaba el siglo XX y me hablaba a mí, como novelista, de los grandes episodios que han marcado la historia de todo el mundo. Porque vamos desde la China de Mao hasta las guerrillas latinoamericanas, pero antes hemos pasado por la guerra civil española. Fui descubriendo que Sergio es un personaje un poco a lo ‘Zelig‘, este personaje de Woody Allen que mágicamente está en todos los momentos de la historia, y Sergio pareciera ser eso”, sumó.
“Gracias a esa figura, como de un testigo constante de la historia, era muy evidente que su vida era material para mí. Hablaba con él y sentía que lo estaba haciendo con uno de los libros que siempre había tratado de escribir”, concluyó.
En cuanto a la forma en que la curiosidad marca una realidad donde pareciera ser que los grandes sueños caducaron, el colombiano afirmó que “hay algo muy grande que está pasando, muy grande y muy negativo. Y es una lenta incapacidad para imaginar a los otros. No sé muy bien a qué se deba, tengo la teoría de que tiene que ver mucho con las redes sociales y el comportamiento que han impuesto entre nosotros, que nos encierra en burbujas de gente parecida, que piensa lo mismo, que nos convence lentamente de que quien no esté de acuerdo conmigo debe ser un deshonesto o un mentiroso”.
“Hemos perdido el talento para ir hacia el otro y tratar de imaginar su realidad, caer en la cuenta de que no compartimos una misma biografía, un mismo fondo, que no tenemos a nuestras espaldas unas mismas vivencias. Y todo eso que parece tan evidente lo hemos ido perdiendo. Hemos ido perdiendo la capacidad, pero también la voluntad, de imaginar a los otros. Y eso conduce a una ruptura de las dinámicas de una sociedad, de sus convivencias y su capacidad para colaborar. Me parece muy saludable, incluso necesario, el desacuerdo. Y a veces tenso, difícil, incluso puede que agresivo. Pero eso no es lo que estoy viendo. No es un desacuerdo. Ya no los tenemos, sino que nos hemos vuelto todos pequeños fundamentalistas encerrados en una serie de convicciones radicales y que no admiten réplica”, aseguró.