La Comisión para la Paz y el Entendimiento entró en su recta final. La instancia impulsada por el Presidente Gabriel Boric cerró la etapa de las audiencias luego de escuchar a distintos actores; comunidades mapuche, partidos políticos, mundo empresarial y organizaciones sociales.
De ahora en adelante, los ocho comisionados trabajan de lleno en las propuestas (y disensos) que, de pleno acuerdo de los miembros, deberán presentar ante el Jefe de Estado a más tardar el próximo 12 de enero. Esto último, con el objetivo de plantear una opción de salida a las demandas territoriales de las comunidades y dar pie a una nueva relación entre el Estado y el pueblo mapuche.
Tras la última reunión presencial que sostuvieron esta semana, Adolfo Millabur, integrante de la instancia y exalcalde de Tirúa, conversó con Radio y Diario Universidad de Chile sobre el trabajo realizado y las expectativas que pesan sobre esta última etapa, eso sí sin dar detalles de los acuerdos alcanzados hasta ahora para cuidar el buen funcionamiento de la comisión.
Para Millabur, existe pleno compromiso de lograr consensos transversales, pero defiende que ningún acuerdo puede ser a costa de las comunidades mapuche y plantea que abordar la demanda de las tierras es el elemento indispensable dentro de las propuestas que serán presentadas al país.
¿Cómo evalúa el trabajo que se ha realizado hasta ahora? Considerando que la misión es lograr un consenso que deje “contentas” a todas las partes.
La palabra “contenta” es una palabra ideal, pero creo que estamos haciendo el esfuerzo de dejar una ruta que dé claridad de cómo poder destrabar este conflicto, que ya es centenario, con un horizonte claro que le dé confianzas a las partes -que hoy día no tenemos- porque en todos los gobiernos de turno que han estado en el poder, de cualquier signo político, no ha sido posible resolver. Por eso es que hoy día es transversal esta comisión, que no obedece al gobierno de turno, en la claridad de que quien venga se haga cargo de una ruta ya preestablecida de consenso.
Nos queda todo lo que resta de noviembre y algunos días de diciembre para entregar el informe. Ese es el ambiente interno. Estamos trabajando intensamente dentro del tiempo que cada uno tiene, pero estamos haciendo un alto en nuestro quehacer personal para poder construir este documento que, yo espero y así percibo, los ocho comisionados están de plena conciencia que es muy necesario y urgente.
¿Cómo ha visto la disposición de las comunidades que quizás puedan sentir desconfianza de esta nueva instancia?
En el andamiaje de este poco más de un año que hemos tenido como comisión, la palabra de todos los sectores -en que coincidimos- es la desconfianza. No solo los mapuche que por naturaleza ya tenemos desconfianza en los posibles acuerdos, sino que también los otros sectores económicos, los sectores políticos. La palabra que reina en el Wallmapu, que de alguna manera también impregna a los distintos actores, es que se tiene mucha desconfianza. Ahí el reto de esta comisión es de poder lograr una ruta razonable, realizable, para poder hacer que la región tome el ritmo que tiene el resto del país, porque hoy día tenemos datos muy importantes que dice que estamos estancados por un conflicto no resuelto que está afectando a todos.
Varios estudios de opinión ciudadana muestran que una mayoría en Chile prefieren avances o cambios, pero de forma paulatina, ¿la comisión trabaja bajo esa lógica?
Ese tipo de opiniones son subjetivos. Es muy importante tenerla como referencia. También los dos últimos procesos constituyentes tiene que darnos una señal de qué es lo que quiere Chile, pero en mi caso particular yo tengo que velar por qué es lo que queremos nosotros como mapuche, porque nuestra misión esta en ese punto. Y, en eso, para mí es en la medida que le haga sentido al pueblo mapuche de no retroceder, sino que avanzar hacia una posibilidad de seguir de manera distinta, por una paz que sea duradera, pero sobre la justicia, no sobre la injusticia.
Creo que también hay conciencia en ese sentido. No podemos llegar a un acuerdo que signifique estancar o dejar congelada la agenda de los mapuche, porque las víctimas de este gran conflicto centenario es un pueblo, que es el pueblo mapuche.
Entonces, hay que sopesar todas las cosas para poder llegar a acuerdos, esa son las cuestiones que uno tiene que considerar en el momento de poder arribar a un texto que le haga sentido a los mapuche, pero también al resto de los chilenos porque hoy día parece ser que la afectación del ambiente de desconfianza, de estancamiento, no solo le afecta a los mapuche, sino que a todos.
Y ahí yo creo que ya tenemos una coincidencia: ue todos nos sentimos afectados por un ambiente que no deja desarrollarse la vida de manera normal.
¿Cómo ve la posibilidad de que esta instancia sea pie para dar una nueva relación entre el Estado y el pueblo mapuche?
Yo asumí y me atreví a participar de este grupo de trabajo con la fe y la confianza de que podamos avanzar, por cierto con la experiencia de la historia. Nosotros hemos firmado muchos acuerdos en la historia, de nosotros con los españoles primero, después con los chilenos, y no han sido los mapuche los que han roto los acuerdos.
Por lo tanto, en este caso hay que tener siempre presente esa historia, de que los mapuche han sido los que han honrado la palabra y son los chilenos en este último tiempo de la historia, más de 50 años, que han roto aquellos acuerdos. Espero que eso sea una buena referencia para que eso no suceda.
Ahora, creo que hay muy poco margen para no cumplir la palabra empeñada porque hay un ambiente muy complejo en nuestro territorio. Los mapuche no es que estemos acostumbrados a vivir en la dificultad porque no hay que naturalizar la forma cómo hemos sido tratados por Chile, pero hace rato que lo estamos viviendo. Entonces, el reto es para el resto de los chilenos que cohabitan en el territorio y queremos llegar a acuerdos para vivir de manera distinta de como lo hemos hecho hasta ahora.
Entonces, ¿Confía en que se pueda llegar a un 100% de acuerdo?
Hay dos principios que, por lo menos, circulan en la conversación. Primero, tiene que ser de consenso y, segundo, de que no hay nada acordado mientras no esté todo acordado. Un documento final puede caer el último día si es que hay un punto en que finalmente no coincidamos, pero en mi perspectiva es que el elemento central es el tema de la tierra. Eso no puede ser obviado, el tema de la tierra necesariamente tiene que estar en el acuerdo, si no, no tendría viabilidad cualquier otro tipo de acuerdo.
¿Cómo están los ánimos dentro de la Comisión?
He visto en los otros siete comisionados que están empeñados en poder y con la voluntad genuina de que se quiere llegar a acuerdos. Ahora, esta es la voluntad que yo percibo de cada uno de ellos, pero cuando se empiecen a redactar los puntos, las comas y los puntos seguidos son donde comienzan a surgir las discrepancias y en eso estamos.