En esta segunda vuelta electoral, la verdadera disputa no estuvo centrada únicamente en los nombres ni en las propuestas, sino en un choque de estilos políticos profundamente opuestos: por un lado, la política despectiva, caracterizada por la confrontación, medias verdades y descalificaciones personales; y por otro, la política del buen trato, que apuesta por el diálogo, el debate de ideas y la crítica constructiva.
Los resultados, más allá de los números, dieron como vencedor al buen trato, que tuvo un despliegue importante los últimos días, como antítesis de la violencia discursiva instalada en los debates públicos.
Fue así que, entrada la segunda vuelta, el discurso del oficialismo se focalizó en el trato. Los candidatos y vocerías del oficialismo comenzaron a destacar las características violentas y divisorias del discurso de la derecha, visibilizando las estrategias de figuras como Francisco Orrego en la Región Metropolitana y María José Hoffmann en la Región de Valparaíso.
Orrego, conocido por sus declaraciones incendiarias en el programa Sin Filtro, se ha presentado como un acérrimo anticomunista, lanzando fuertes epítetos contra alcaldes de la región y ante adversarios de izquierda denominados despectivamente como zurdos. Hoffmann, por su parte, fue señalada por tergiversar datos y prometer medidas impracticables dentro de la normativa pública, como destinar el 50% del presupuesto del Gobierno Regional a seguridad, algo inviable en términos legales y administrativos, además de incurrir en contradicciones sobre sus votos en proyectos claves mientras fue diputada.
Frente a estas prácticas, se masificó el poderoso concepto del buen trato, idea utilizada para denunciar los tonos agresivos y la desinformación desplegada en la campaña. Sin embargo, el buen trato va mucho más allá de la cortesía en el debate político, es un principio que nos invita a replantear la forma en que nos relacionamos como sociedad, cómo pensamos la ciudad y el país, priorizando la dignidad, el respeto y la construcción colectiva en un marco de derechos.
Del discurso a la acción: el desafío del buen trato en la política
El buen trato trasciende el ámbito interpersonal ya que representa un principio colectivo. Se manifiesta cuando garantizamos derechos, implementamos políticas públicas universales y enfrentamos las desigualdades estructurales perpetuadas por el modelo neoliberal que nos condiciona socialmente. Combatir las causas de la pobreza, el endeudamiento, los abusos empresariales, las pensiones indignas y las brechas en el acceso a la salud y la educación son ejemplos concretos del buentrato entendido desde lo social. Es la sociedad neoliberal, con su violencia estructural y desigualdad, la que genera productos violentos y personas violentas como producto sistémico, moldeadas por un modelo individualista y competitivo que, a lo largo de cada etapa de la vida, nos aleja de la noción de lo colectivo y lo comunitario.
Es así que, en el ámbito político, la forma debe ser el fondo. ¿Cómo explicarles a las nuevas generaciones que la política es un espacio de confianza y decisión colectiva si en los debates públicos predominan el maltrato, la descalificación y las verdades a medias? ¿Cómo motivar a los indecisos, a quienes votan obligados, o a quienes anulan su voto, si lo que observan en redes sociales y televisión es pura hostilidad? Necesitamos demostrar que otra forma de hacer política no solo es posible, sino necesaria, y que puede ser mediática y efectiva sin caer en la violencia discursiva.
Sin embargo, no basta con denunciar el maltrato del adversario como lo hizo el oficialismo en estos día, ya que se puede convertir prontamente en una performace vacía. Debemos llevar el buen trato a la práctica, convirtiéndolo en políticas públicas transformadoras. Ya sea desde los municipios, el Congreso, las gobernaciones o los ministerios, el buen trato debe ser un principio rector que se traduzca en redistribución justa, reformas tributarias que financien derechos, y medidas para atacar las causas de la desigualdad. En última instancia, el buen trato es la base de una sociedad de derechos a la que los actores deben apuntar con una política bien tratante concreta.
Javiera Toledo Muñoz, matrona y ex alcaldesa de Villa Alemana