Treinta años de la aparición de su segundo disco va a celebrar, en vivo y por las ondas de Radio Universidad de Chile, el autor y compositor Manuel Huerta, uno de los más destacados y prolíficos cantores chilenos de las últimas décadas. “Azul azul” se llama ese disco, estrenado en 1994, y Suite Azul Azul se llama el concierto de aniversario.
La presentación tendrá lugar este jueves 28 de noviembre a las 20.00 horas en la Sala Master de la Radio Universidad de Chile, situada en calle Miguel Claro 509, comuna de Providencia en Santiago. Las puertas de la sala serán abiertas a las 19.30 horas y las entradas están en venta en diez mil pesos en la boletera Portaltickets de la plataforma PortalDisc.
La denominación de suite no es casual para este concierto, explica Manuel Huerta.
“Decidí ponerle Suite Azul Azul porque una suite es una composición musical basada en varias piezas que son fundamentalmente danzas, y la idea de transformarla fue “el Azul Azul se puede bailar”. Entonces di un toque de esa naturaleza a las canciones. Hay una que tiene ritmo de son cubano, otra tiene ritmo como de salsita, de wawancó; hay una que es un festejo, otra una chacarera argentina, otra tiene un aire de reggae. La única diferencia es que todas las piezas de una suite están en el mismo tono, y en este caso no, pero es un detalle. En todo caso a partir del 28 de noviembre “Azul azul” se puede bailar”, dice.
“Azul azul” es el segundo de los diez discos de Manuel Huerta, y en él se encuentran canciones como “Mojada tierra” en la que el autor se refiere a afectos familiares. “Claro que es un disco personal, y por eso creo que toca mucho a las personas que conocen mi trabajo”, dice el músico, que escribió además para este disco canciones de amor como “Azul interminable”.
“Ahí estoy viendo lo azul como lo inmenso, o mejor dicho como lo infinito”, refiere el autor. “Después con el tiempo me enteré de que el azul tiene otras connotaciones. Por ejemplo Juan José Benítez, que es un autor que sigo, dice que Dios es azul. El azul en la metafísica tiene que ver con el misticismo. Y por otro lado azul es el color de Virgo en la astrología, y dicen que Chile es azul porque como república nació el 18 de septiembre. Hay varios ingredientes conectados con cosas que sucedieron en ese tiempo y en algún momento aparecen de nuevo esas señales. En todo caso el azul es un color que siempre me ha gustado”, agrega.
En la canción “Azul azul” hablas del oficio de componer música: “Pero este día me es difícil cantar (…) / no puedo hallar respuesta / por tanta letra muerta / por tanto caminar”. ¿En qué etapa dirías que estás ahora, treinta años más tarde, en relación con el oficio de hacer canciones? ¿Sigue siendo difícil hallar esa respuesta de la que cantas?
Con el tiempo, merced a la experiencia, a la formación, a conocer otras músicas, mi música y mi poesía fueron adquiriendo un desarrollo si se quiere más elevado. Pero tampoco es tan fácil, porque hay períodos en que uno no se encuentra con la idea, y a veces las palabras te tuercen un poco el destino. Digamos que estoy muy reconciliado con el género de hacer canción, pero también han ido asomando composiciones instrumentales o músicas incidentales. Por ejemplo una de las cosas que me gustaría hacer en mi vida es música de películas. No canciones, sino que música instrumental de películas. Cada día que pasa es como si estuvieras agregando una antena más a tu decodificador y por lo tanto se amplían las posibilidades temáticas, de perspectiva, de visión, de despertar. El mundo interior es tan inmenso con el mundo exterior, y ahí radica un poco la capacidad del lenguaje para decir todo lo que tiene que decir.
Llama la atención en el disco la canción “Bosquejo de inocencia”, donde hablas de desencanto, de indiferencia, de caída en la creencias y de banderas que se arriaron. ¿Ahí estás haciendo una observación más social, política incluso, de ese momento?
Es una canción a la que ni yo mismo he dado el lugar que creo que se merece. Habla un poquito descarnadamente de lo que sucedía en el planeta en esos días en que el desencanto era tan terrible, porque todo lo que uno tenía como referente ideológico se estaba viniendo abajo. Caía la Unión Soviética, los países de la Europa del Este se derrumbaban. Hace unos meses un amigo me comentaba que “ya no tenemos piso” para cantar lo que hemos cantado. Yo creo que sí lo tenemos, porque reducir el piso político ideológico a una cuestión partidista… creo que ahí hay un problema. Es un poco más amplio que eso lo que uno tiene que plantear.
“Esa canción habla de todas esas desesperanzas”, continúa el autor, “por ejemplo la música que desvió a la humanidad hacia otros derroteros un poco ingratos. Esto fue escrito antes de que apareciera el reggaetón, pero se refiere un poco a eso: dice ‘Por cada nota de mi canto suenan notas disonantes que se metieron mientras tanto en las conciencias fascinantes’. Todo esto, que está programado por las elites para que sea así, siempre nos venció. Y siempre hemos buscado una forma de que no nos venza. Y creo que la única posibilidad de que no nos venza es que seamos más potentes como seres humanos, como gestores, como gobernantes, como proyecto, como propuesta, como gracia, como encanto”.
Manuel Huerta se presentará este jueves en Sala Master junto a un cuarteto de cuerdas y un percusionista, para poner en escena el disco con estas nuevas versiones de un repertorio que, treinta años después, sigue originando creación. “Siempre he pensando que el disco tal vez debería haber tenido un par de canciones más”, considera. “De hecho hay una canción que estoy grabando en estos días y que estaba por ser incluida en ese trabajo. Se llama ‘Con el ojo claro’ y es el nombre de un disco que voy a hacer en estos días, antes de que termine el año”.