Pamela López es la periodista responsable del reportaje que integró una de las cinco duplas chilenas ganadoras del concurso “Narrar la TEJ”. En esta iniciativa, equipos conformados por un (a) periodista y un (a) fotógrafo (a) o realizador (a) audiovisual se propusieron descubrir y relatar historias inéditas para visibilizar los territorios donde está ocurriendo la transición energética, es decir, el proceso de cambio en la producción, distribución y consumo de energía, con el objetivo de pasar de un modelo basado en combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) a uno basado en fuentes de energía renovable (solar, eólica, hidroeléctrica, biomasa, geotérmica, etc.).
A través de diez historias, el concurso promueve un diálogo inclusivo y transformador que invita a repensar el costo socioambiental de la generación de energía y a construir un futuro sostenible y equitativo.
Recientemente, estos trabajos más los ganadores de la convocatoria de Colombia, fueron parte de la exposición al aire libre llamada “De norte a sur: miradas sobre la transición energética en Colombia y Chile” que se presentó recientemente en Bogotá, Colombia, la Alianza Potencia Energética LatAm (APEL).
En esta entrevista, Pamela ahonda en la crisis medioambiental en la que se encuentra Tocopilla, Zona de sacrificio, que comenzó un plan de descarbonización impulsado por el gobierno de Gabriel Boric.
¿De qué manera la historia de explotación de recursos naturales en Tocopilla ha influido en la actual crisis ambiental y social que enfrenta la ciudad?
Desde la fundación de Tocopilla, cuándo pertenecía al Estado Boliviano, ésta ha sido una ciudad pensada para el extractivismo y exportación de recursos naturales asociados a la minería o industria pesquera. Más de un siglo de operaciones, que sí bien han generado trabajo, otorgando mejores condiciones económicas para unos pocos, han propiciado una precarización laboral y social para la mayoría.
Aquí la industria minera se desarrolló gracias a la energía eléctrica y ahora, gracias al agua del mar, pero esto ha propiciado que se administre la vida de las personas bajo legislaciones mezquinas en términos de proteger el medio ambiente, acceso oportuno a servicios de salud y otros servicios, la educación, y me atrevo a decir, perpetuando barreras de acceso al arte y la cultura, tan importante para el desarrollo del ser humano.
Vivir en Tocopilla es habitar una zona de sacrificio reconocida desde 2007. Pero la crisis ambiental sigue, aunque se hayan cerrado las termoeléctricas y el Estado lleve un proceso de transición energética desde el 2022, mismo año en que se reconoció la ciudad como zona de rezago por el Consejo Regional. El impacto es estructuralmente profundo, no son solo sus suelos, avenidas y calles todavía llenas hollín, triste y real carta de presentación del pueblo, el daño ambiental y el abandono social dan cuenta de la profunda desigualdad social en comparación a la Región de Antofagasta y el país, un cotidiano de limitaciones y afectaciones a la vez admirable por su capacidad de resistencia y amor por el territorio y su identidad comunitaria.
¿Qué impacto ha tenido la contaminación en la salud de la población y qué medidas de reparación ambiental exigen los habitantes?
Los altos índices de cáncer fueron una de las causas que en los años 90 llevó a la población a realizar protestas y exigir una revisión de los combustibles que utilizaban las termoeléctricas, época donde usaron el petcoke, un subproducto del refinado del petróleo más económico y más dañino para el medio ambiente y la salud de las personas. Pero no solo el cáncer sigue amenazando a las familias tocopillanas, las alergias respiratorias o cutáneas, los problemas cardiovasculares, incluso hoy muchas personas relacionan a la contaminación los altos índices de diagnóstico del Trastorno Espectro Autista.
A este escenario sanitario se suma que Tocopilla no cuenta con especialistas en el área de salud por diversos factores que siempre se asocian a que no es una ciudad atractiva para los profesionales, pero tampoco se buscan estrategias reparatorias que reviertan esta realidad. Por ejemplo, las mismas empresas podrían invertir en la creación de un centro oncológico para el tratamiento de pacientes que a la vez sea centro de estudios avanzados asociado a alguna universidad estatal. ¿Cuántos años más las personas tendrán que seguir viajando en bus a los hospitales de Antofagasta o Calama para tratamientos tan invasivos para el cuerpo y la salud mental?, ¿de qué hablamos cuando hablamos de reparación socio ambiental?
¿En qué situaciones cotidianas se manifiesta la crisis ambiental de tu ciudad?
La situación cotidiana más normalizada creo que es convivir con el hollín en las calles y las casas, además de los desechos industriales como los cenizales en la periferia de la ciudad. No se puede desconocer el impacto medioambiental en la declaratoria de una zona de sacrificio y zona de rezago. En la base de ambos reconocimientos está el impacto multidimensional en aspectos estructurales que impactan el cotidiano, e insisto, profundizan la desigualdad.
¿Cuál es la opinión de la población respecto al compromiso de descarbonización del gobierno y al modelo de Transición Socioecológica Justa (TSJ) que está promoviendo? A propósito también de la quema de 94 mil toneladas de carbón en marzo de 2024.
Primero, establecer una política de acción no solo de difusión sino que de educación para que las personas accedan a la información y generen reflexión respecto a este proceso que vive la ciudad. Segundo, implementar una metodología para un levantamiento de opinión. Siempre he pensado que se pudo haber implementado un proceso ejemplar para el país en la TSJ en Tocopilla, con mecanismos diseñados para que al menos el 80 % de las y los habitantes estuvieran informados e incluso, haber invertido recursos para realizar un plebiscito para que la comunidad, de manera directa y no mediante “representantes”, decidiera cuáles son las medidas reparatorias a implementar.
En relación a lo anterior, tenemos consecuencias que preocupan. Una comunidad que en su mayoría no está informada , por defecto no se involucra, ni en el proceso de transición ni en la quema de las 74 mil toneladas de carbón en pleno proceso. No culpo del todo a las personas, veo que en Tocopilla la comunidad intenta resolver otras problemáticas que el accionar de las empresas o los procesos impulsados por el Estado pasan a segundo plano, pero bastaría con concientizar a respecto y la propia biografía movilizará a incidir.
¿Cuáles son las principales demandas de la agrupación Tocopilla Digna y qué propuestas han planteado para mejorar la transición energética en la ciudad?
Creo que en la base de sus demandas está la perspectiva de los derechos humanos como fundamento suficiente para la reparación. Primero, medidas reparatorias concretas, urgentes, pertinentes. Que las termoeléctricas inviertan en reparar en parte con financiamiento no de fondos concursables, cursos a los que asisten algunos pocos que se enteran, sino que inviertan en mejorar las condiciones de rezago de la población. Segundo, respeto. Que el Estado tenga un rol fiscalizador y no mediador para lograr medidas en la medida de lo posible.
Con la quema de las 94 mil toneladas de carbón, insisto, en medio de un proceso de transición, no es posible que las autoridades respondan que la empresa estaba dentro de la normativa vigente. ¿Alguien con alguna enfermedad crónica degenerativa y en estado crítico consumiría una dosis del agente que le provocó la enfermedad? peor aun, ¿Qué haría esa persona si se entera que de manera silenciosa su cuerpo estaba consumiendo el agente en medio de un tratamiento?
¿Cuál es tu valorización de esta iniciativa de La Alianza Potencia Energética LatAm en la que están participando?
Es importante que quienes habitamos estos territorios podamos pensarlos y relatarlos mediante imágenes y testimonios de manera crítica. En este caso, mayoritariamente mujeres Tocopillanas. Las personas tienen el saber de la experiencia y esa condición, para mí, es inmensamente valioso conocerlas, que se registren y difundan en otros territorios. Nosotras queríamos tener voces desde una perspectiva de género y solo nos permitimos el relato de un hombre, joven, ex trabajador del carbón.
No tengo duda que estos relatos marcan diversas pautas, desde investigaciones que se puedan gatillar a partir de algún dato testimonial o experiencial que pueda entregar quien habla. La misma comunidad al saber que alguna vecina o conocida se refiere al tema, comenzará a contar su historia y así se romperán cercos informativos de manera más efectiva.
Ojalá cada tocopillano y tocopillana siguiera atenta el proceso, monitoreando los tiempos de implementación de las más de cien acciones propuestas que contiene el Plan TSJ en función de entender cómo esas medidas impactan sus vidas cotidianas.
En lo personal, fue muy motivador hacer esta crónica con otra tocopillana, la fotógrafa Tahina Muñoz. Ambas nos concebimos como mujeres retornadas a nuestro pueblo después de haber tenido que partir para poder estudiar. Volver, en mi caso después de 22 años, vivir este momento y acceder a los relatos de mujeres que durante décadas han luchado para denunciar la contaminación, lograr que la ciudad se declarará zona de sacrificio y ahora seguir exigiendo una transición con reparación ambiental, es una oportunidad y aprendizaje que agradezco.
¿Qué es lo que más te llamó la atención del trabajo que realizaste?
Lamentablemente, una de las frases que más me resonó entre los relatos de las mujeres que entrevistamos, es que “en Tocopilla cerraron las termoeléctricas, no se llevaron los cenizales, no compensaron con inversión las carencias en salud, vivienda, educación, trabajo, etc. Nos queman las últimas toneladas de carbón, con tal prepotencia e indolencia ante nuestras expectativas y vidas, pero además ya tenemos otra industria extractivista, ahora de nuestras aguas marinas, con la llegada de las desaladoras que ignoramos la regulación e impacto”.