La relevancia mundial que ha adquirido la notable cinta “Aún estoy aquí”, del cineasta Walter Salles, a propósito de su Oscar como mejor película extranjera, no solo nos ha permitido conocer la crueldad de la desaparición del exdiputado brasileño Rubens Paiva a manos de la dictadura brasileña, junto con la consiguiente destrucción de una familia que debió cargar con esa herida por el resto de sus vidas, sino que también nos ha permitido restituir y reconectar con un dolor que sigue presente en nuestra América.
La película sobre Paiva podría ser asimismo una sobre otros desaparecidos de la dictadura brasileña. O sobre desaparecidos en Chile, Argentina, Uruguay u otros países. El actuar de regímenes bajo la concepción del enemigo interno y de la utilización del Estado para exterminar a personas a las cuales se les debería proteger, es un dolor que en la medida que persiste la impunidad cinco décadas después se traspasa a las siguientes generaciones, pero que, tanto peor, no es solo un asunto de rememoración del pasado, puesto que en nuestras imperfectas democracias actuales hay sectores que utilizan sus reglas para promover el odio y la persecución contra grupos precarizados de la sociedad, los mismos que mañana podrían ser las nuevas víctimas de proyectos autoritarios. No es alarmismo: la Historia en tiempo presente nos demuestra tristemente que el Nunca Más es una declaración de buenas intenciones, pero la triste verdad es que los hechos del pasado pueden volver a repetirse, una y otra vez, si los pueblos no lo evitan a tiempo.
En estas agitadas circunstancias no solo es importante dejar la neutralidad frente a las amenazas autoritarias que se ciernen sobre nuestro horizonte, sino también preservar la memoria. Esto es fundamental no solo para que el actuar de aquellas dictaduras no quede impune, sino también para enfrentar las tareas del presente. Un destacado académico de la Universidad me dijo hace algunos días: lo único bueno que tiene todo el horror del pasado es que ya sabemos cómo va avanzando y, por lo tanto, nos da herramientas para enfrentarlo.
En ese sentido, es muy importante lo ocurrido este lunes, en el contexto de la visita a nuestro país durante del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, con el anuncio que hizo el Gobierno respecto a la expropiación de terrenos de la ex Colonia Dignidad para ser transformados en sitios de memoria. Éste es un compromiso que adquirió hace algunos meses el presidente Gabriel Boric, en respuesta a una demanda histórica de las agrupaciones de derechos humanos, para que las nuevas generaciones puedan hacerse una idea de cómo funcionó durante décadas esta maquinaria del horror. Una noticia que nos señala el camino correcto, en medio de un año que por muchos motivos parece crucial para el futuro de la Humanidad.