Ha testimoniado que nació en cada ciudad, pueblo y aldea del valle de Aconcagua. Probablemente su madre no estaría de acuerdo con esa versión, pero discutirle sobre el punto resulta inoficioso porque no le faltará la metáfora que ayude a fundamentar sus dichos.
Se casó con Margarita Silva Marfán. Autora de la más maravillosa carta que jamás leyó. La recibió en el día en que debían contraer enlace. No fue posible desposarse en esa fecha, porque Pinochet se lo llevó cautivo al Estadio Nacional. Allí supo que esa era la mujer de su vida.
Su suegro Enrique Silva Cimma no sólo ha sabido soportarlo, sino que terminó queriéndolo como a un hijo, cuestión que nadie se explica.
Realizó sus estudios primarios en el Colegio Las Carmelitas de Santa María. Todavía se acuerda su poca cristiana venganza contra el párroco de la iglesia. Este le propinó una injusta bofetada que le hizo vaciar la vejiga de pura angustia. La respuesta del agredido fue cambiarle el vino sagrado por vinagre. Lo que ocurrió a raíz de eso, adquirió una condición mítica.
Estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Chile donde obtuvo el título profesional de Administrador Público. Le apodaron el “Cautín real”. Ello, porque todas las reinas, sin excepción, experimentaron el ardor de sus embates.
Convoca a los jóvenes a “cautiva sus derechos”. Su apoyo ciudadano ha ido creciendo en número y transversalidad. Hace sus campañas a “pulso” basadas en lo que llama “frases a la vena”, de su propia autoría. Estas resultan letales para sus adversarios.
En fin, no se sabe quién es primero: si Nelson Ávila o el personaje que creó. Lo concreto es que son inseparables. Así los demuestran estas líneas, que no se sabe si las escribió él, el otro o un devoto turiferario, por encargo de ambos.