Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 8 de mayo de 2024


Escritorio

Cancha rayada

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Domingo 24 de agosto 2014 16:08 hrs.


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En Chile, hay 29 mil 693 familias viviendo en la extrema pobreza. Casi 30 mil familias que viven repartidas en 681 campamentos de nuestra geografía urbana y rural, escondidos, avergonzados de verse reflejados en los altos edificios espejados que quieren mostrar belleza y bienestar. En Chile, también hay más de un millón de chilenos viviendo en edificios llamados “blocks”, en condiciones de hacinamiento y extrema vulnerabilidad.

Para ir en ayuda de ellos, Techo, como se llama hoy lo que conocimos como Un techo para Chile, lanzó una campaña cuya idea fuerza es “emparejar la cancha”. Para eso instalaron en la Plaza de la Constitución, frente al Palacio de La Moneda, una cancha de fútbol inclinada y partida en dos, donde la parte inferior es de tierra y la superior de pasto.

Este particular campo de juego busca emular las diferentes condiciones en que los chilenos salen a jugar es decir, a vivir, donde los más ricos tienen las mejores condiciones para ganar siempre, donde es cuestión de empujar la pelota no más porque solita se va para el arco contrario. Se trata de una campaña publicitaria que se ha venido desarrollando desde hace unos meses y a través de diferentes medios y que tiene por slogan y cuyo objetivo es captar siete mil nuevos socios. Una enorme despliegue de marketing auspiciado por un mega banco español que se gasta en la campaña misma gran parte del dinero que se busca absorber de parte de los ciudadanos. Una cancha dispuesta a escasos metros de la oficina de la presidencia de la República en cuyo escritorio debiera haber un recordatorio que la prioridad es solucionar la situación de estos chilenos.

La idea de la cancha inclinada muestra una realidad irrebatible, pero la búsqueda de socios para emparejarla es abusiva considerando las condiciones actuales de nuestro país. Porque así como esta cancha refleja el desequilibrio entre personas, los ricos y pobres, también es una muestra de las condiciones macroeconómicas que existen cuando Chile ya alcanza un PIB de 20 mil dólares por persona. Un guarismo que obnubila a los economistas y autoridades, como si fuera un espejismo, en el que aparece cada chileno con una billetera con 20 mil dólares adentro. Olvidando que se trata de un promedio que refleja a esas fortunas que son capaces de duplicar su patrimonio en poco tiempo sin tener que hacer grandes esfuerzos, más que seguir gozando de las granjerías que les brinda nuestra solidaria economía, dividiéndolas por la cantidad de habitantes.

La cancha que está instalada frente a La Moneda es la que les concede a las grandes empresas las mejores condiciones para dar empleo precario a una mano de obra barata que les signifique mayores ingresos. Es una cancha cuyo rayado les permite abusar de los recursos naturales hasta extinguirlos. Que los desliga de la salud y la vejez de sus empleados porque ese es un tema de cada uno, que se las arreglen solitos. Un trazado cuyas reglas y arreglos se conversan en el living de un empresario… demasiado lejos de los campamentos.

Resulta inaceptable que se siga utilizando a la solidaridad como un mensaje que responsabilice a todos los chilenos respecto de la extrema pobreza en que viven esas 30 mil familias. Es grosero que se siga insistiendo en la culpa de todos nosotros cuando para hacer un cambio en la vida de estas personas y de muchos millones más de compatriotas que viven al tres y al cuatro, se requiere que esos siete mil socios  que busca captar Techo, sean precisamente los dueños de las siete principales fortunas de nuestro país. No se requiere a miles de personas, solo a siete de ellas para hacer el cambio sustancial. Y no se trata de quitarle al rico por ser rico, sino de ponerle algo de cordura al crecimiento astronómico del capital debido a una economía que de solidaria no tiene nada.

Por cierto que el dinero es solo una parte. La otra, la tenemos de sobra en la encomiable tarea de esos millares de jóvenes y voluntarios que trabajan en Techo y en tantas otras organizaciones sin fines de lucro. También está en la disposición que asumimos como pueblo cada vez que se nos llama a ayudar a otros hermanos en desgracia. En esto, somos ejemplares. El problema no está en nosotros como nación, no nos dejemos engañar, sino que en unos pocos, en los que hoy rayan la cancha.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.