Entre las regiones del Bío Bío y Los Lagos se enfrenta una situación hídrica muy compleja. En muchas localidades el abastecimiento se realiza a través de camiones aljibes que entregan agua todos los días o hasta una vez por semana. El recurso se ha racionalizado al extremo.
Las comunidades indígenas y rurales han vinculado la sequía en el Wallmapu, con las extendidas plantaciones forestales de pinos y eucaliptus que requieren de mayores cantidades de agua, a diferencia de las especies nativas. Por otro lado, en estas regiones se ha instalado un “enjambre” de minicentrales hidroeléctricas que también han sobreexplotado el recurso.
Este déficit estructural repercute en el cotidiano de las comunidades y, en particular, en las escuelas. Según consignó el seremi de Educación de esa región, Marcelo Segura, al diario El Austral de Temuco, alrededor de 100 establecimientos presentan problemas de abastecimiento de agua potable.
El director y profesor de la escuela rural de Rehueico en Panguipulli, Manuel Ortega, conoce muy bien la situación y comentó que el momento más complejo lo enfrentaron en 2016.
La escuela se ubica a siete kilómetros de Liquiñe, la localidad más cercana que cuenta con Agua Potable Rural (APR). Esta red no se ha extendido hasta la zona del establecimiento y, en los periodos más críticos, el camión aljibe cargaba los dos estanques de tres mil litros con los que cuenta el recinto educacional.
Por ahora están conectados a una red pública que el Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap) gestionó con un grupo de pequeños agricultores de la zona. Sin embargo, este sistema también depende del cauce de una vertiente que en los meses de verano disminuye considerablemente.
El profesor Ortega explicó que el agua que llega no es potable y son ellos los que le aplican el tratamiento de filtración y cloración. Existe un mecanismo de hidropack que genera la presión al suministro del agua para distribuirla a los hogares cercanos, lo que se conoce como la “presurización”.
Reconoció que con este sistema “han andado bien” por estos meses se superávit de lluvias pero que llegado noviembre comienza a ser inconstante y muchas veces el agua se corta por falta de buenos filtros. “No es agua limpia porque se trae por manguera para que ande más rápido el sistema. Ni siquiera es de pvc”, precisó.
Todo esto ha impactado en la vida cotidiana de la comunidad. “La falta de agua afecta para la preparación de alimentos, el lavado de ropa, la mantención de los huertos caseros porque hay que regarlos pero no se puede. Entonces, se dificulta la economía local”, comentó.
En la escuela los efectos van en la misma escala, pero Manuel comentó que han hecho todo lo posible para evitar suspender las clases como ocurre en otras localidades. “Quizás hemos hecho lo que no se debe hacer. En mi vehículo fuimos a buscar unos bidones de 20 litros de agua que nos regalaba la empresa que arreglaba los caminos de acá”, recalcó.
La relevancia de mantener operativa la escuela radica también en que los niños van todos los días a desayunar y a almorzar. “No me puedo dar el lujo de decir ´no hay agua, no hay clases´, porque eso significa que no hay comida por lo menos para cincuenta niños y a aquí todas las familias son de escasos recursos”, dijo el director.
El cierre de las escuelas rurales
En la comuna de Panguipulli la mayoría de las escuelas rurales han cerrado, entre otros factores por el déficit hídrico y por la ocupación territorial de las forestales.
La profesora intercultural mapuche Onésima Lienqueo comentó que la única escuela que se mantiene en funcionamiento es la de Pullinque, donde los niños internados han disminuido de 130 a cerca de 18.
La directora de este establecimiento, Elizabeth Guzmán, comentó a Radio y Diario Universidad de Chile, que ellos se abastecen con agua de la Central Hidroeléctrica de Pullinque, propiedad de Enel. “Es esta (empresa) quien nos regala el agua que consumimos. Nunca hemos tenido un déficit o este se ha notado en el cauce del río, si en otros sectores”, detalló a través de un correo electrónico.
Para Onésima es una situación que los niños han normalizado al punto que desde antes de la prebásica saben que los baños son sólo para orinar y no para lavarse las manos. “Los niños han nacido bajo esta estructura de falta de agua y reconocen que en algunas horas llega y que en otras se corta, o que simplemente no hay para servicios higiénicos”, explicó.
Muchas familias han optado por matricular a sus hijos en colegios de la ciudad para brindarle mejores servicios. Onésima dijo que “se mantienen internados durante la semana y vuelven al campo sólo por dos días. Así se da el fenómeno de la urbanización”. Esto, pese a que una escuela debería funcionar de existir un solo niño que no pueda acceder a otro colegio por temas distancia, sostuvo la profesora.
En medio de su visita a Chile, el dirigente de la “Guerra del Agua” en Cochabamba, Bolivia, Óscar Olivera, dijo que en varios pueblos de Latinoamérica se puede observar las consecuencias dramáticas para las escuelas que deben dejar de asistir por temas de salubridad.
“Estuve hace algunos años en Sao Paulo, Brasil, donde se registró una crisis hídrica profunda en 2015 que provocó que muchos niños no pudieran ir a sus escuelas, pero esto también tuvo repercusiones de otro tipo, por ejemplo que los papas no tuvieran con quien dejarlos en las casas y se generó un conflicto laboral”, recordó.
“Van a estudiar y no a limpiar desagües”
El werkén Alberto Curamil de la Alianza Territorial Mapuche (ATM) recalcó la necesidad de la lucha por defender el agua en los territorios asediados por empresas forestales e hidroeléctricas que la sobreexplotan. Principalmente, destacó que más allá de un recurso para las comunidades se trata de un elemento vital, una fuerza que permite mantener un equilibrio.
“El agua puede estar corriendo al lado de nuestra casa pero por ´derecho legal´ no nos corresponde. Más allá de eso, es algo que nosotros sentimos porque en ese río nuestros abuelos hacían rogativas”, explicó.
Curamil mencionó que en las comunas de Lumaco, Traiguén y Ercilla, en la provincia de Curacautín, la situación también es crítica para las escuelas. El werkén describió el caso de la escuela básica de Radalco: “Como mapuche y no mapuche que habitamos ese lugar nos hemos visto afectados. Mi hija tenía que ir hasta la vertiente a limpiar un tubo de pvc para hacer posible que el agua llegara hasta su colegio. Ellos van a estudiar y no deberían ir a limpiar desagües”, dijo.