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El tiempo suspendido

Columna de opinión por André Jouffé
Viernes 8 de septiembre 2017 7:30 hrs.


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Esta frase agradaba de sobremanera a Raúl Ruiz, recogida de varias fuentes como Valeria Parella, Patrick Tourneboeuf y del pintor Albert Marquet, cuadra perfectamente con el Chile actual en varias áreas

Política: las mismas promesas, rostros gastados, dinastías perennes, jóvenes con ideas añejas. Parole, parole, parole como reza la canción italiana. Promesas sin destino, como en casa de Irene, con  gente que viene y gente que va, días sin mañana…

Economía: siguen los abusos en contra de la clase trabajadora de parte de empresarios, la isapres ganan cada vez más, las AFP no lo hacen peor. Las líneas aéreas anuncian low cost pero por el pasaje comprado en 72 mil misma fecha el año pasado, ahora  pagué 116, y para mayor escarnio cobran el equipaje  en bodega.  SKY tiene publicidad en los respaldos en asientos casi sin reclinación, hasta en las puertas de los portaequipajes e incluso calcomanías en algunas ventanillas. La  gente vuelve a viajar como antes lo hacían en tren o en bus, para no pagar el servicio de a bordo y llevan huevos duros e incluso chacareros. Las sobrecargo no alcanzan a ofrecer el servicio al avión completo en tramos inferiores a 90 minutos, lo mismo en LAN. Ya no es reparto, sino cobranza, dar vuelto por consumos de dos mil pesos pagados con tarjeta de crédito o billetes de 20 mil.

En deportes: la suerte relativa para Nelson Acosta el alzhéimer pues es mejor ni ver lo que se vislumbra para el mundial del 2022: ¿Dónde están las caras nuevas? Estarán jubilados Vidal, Sánchez, Bravo, Herrera, Medel y compañía. Valdivia esta out hace rato, y Tosselli  (que pudo haber sido) llego hasta ahí no más. En tenis post Ríos, González y Massú, ¿alguna figura en perspectiva?

La atleta Erika Olivera tiró la esponja y Tomas González no da más. Cuatro deportes sin futuro inmediato porque un crack no se prepara en dos años.

A falta de imaginación, Baradit se hace el pino con la historia entretenida, de los matinales me llaman para que hable de Lady Di, como si hubiese mucho que aportar. Los buenos espectáculos impagables, más onerosos que en Europa.

Enrique Lafourcade, en Coquimbo con Alzheimer y Roxana también vive de las evocaciones cuando se le ilumina la mente mientras también casi a los 90 su amigo Alejandro Jodorowsky lucha para que se estrene comercialmente su segunda parte de “La danza de la realidad”

Chile no solo está enfermo, como escribe Marco Antonio de la Parra, ni a medias como el reiterativo Villegas, cuyo disco rayado continúa bregando en contra de un marxismo inexistente, evocando al che a Cuba en cada enervante columna (por lo menos no denosta como Roberto Ampuero, que lo disfrutó), demuestran que éste entre tiempo aterra porque de efímero no tiene nada.

Por suerte, mal de muchos, consuelo de tontos; la Kirchner, al lado, aprovecha el sistema para desembarazarse de un juicio, pues en Argentina los candidatos no van a tribunales mientras lo son y profita de los pobres que prefieren a los ladrones a cualquier tipo de revolución.

Así detenidos como estamos, semejamos un montgolfier sin viento que lo empuje o velero como anclado en altamar con las lonas planas sin brisas.

Lo único que se mueve son las aguas cuyas marejadas arrasan con edificios pegados a las playas  construidos por irresponsables y los ciclones, tampoco los polos suspenden sus deshielos y, cuando preguntan por depresiones, la gente ignora la razón pero sabe que la canción “cambia todo cambia” es más falsa que Judas. Puede ser la falta de asombro, el pelo naranja de Trump o la expectativa siniestra pero emocionante que Crea acierte con un misil y la gente vuelva a brincar, aunque sea de susto.

Tiempo suspendido y tiempo de suspenso.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.