En la TV digital ¿Los empresarios pagarán su señal?

  • 21-09-2009

Antes de que yo contestara el virulento email enviado por el oyente Ricardo González debido a mi comentario radial matinal del martes 15, atingente a la elección de la norma digital nipona-brasilera para la TV digital terrestre, con velocidad comparable a la del mundialista Usain Bolt, Juan Pablo Cárdenas saltó al ruedo computacional para responderle. Mis agradecimientos públicos para el director y amigo. En el presente, no todos los días emergen procederes de tan rica naturaleza humana.

Apelando a lo que el semiólogo yanqui Rudy Brest- después que en los años sesenta se popularizara el feedback o retroalimentación- bautizara como el derecho a la respuesta o el tercer acto, retrucaré al colérico radioescucha. No me referiré a sus ofensivos juicios políticos relativos a la característica pluralista de nuestra emisora porque  creo que las palabras de Juan Pablo fueron suficientes para poner las cosas en su lugar.
 
En cuanto a su interpretación de que yo estaba atacando al gobierno al plantear  preguntas relativas a la oportunidad en que se tomaba la decisión y al por qué se optaba la norma japonesa, evidentemente lo hacía en mi condición de ciudadano pensante y de periodista con obligación y derecho al planteamiento de interpelaciones. De silenciarnos,  abstenernos, la opinión pública jamás se aproximaría al conocimiento de la verdad. El deber del reportero es cuestionar para crear conciencia y demandar a las  autoridades con el objetivo de investigar acuerdos secretos confeccionados a espaldas del  pueblo. Tal como ocurriera hace dos décadas al traspasar la dictadura el poder a la Concertación.

En síntesis, expresé frente al micrófono que la anhelada determinación fue una sorpresa por lo inesperado. Habían pasado ocho largos años de estudios y conciliábulos cuando de repente ¡zas! se firma el decreto. Aventuré que la finalización del gobierno de Michelle Bachelet pudo apresurar la firma y que la fortaleza de la relaciones de nuestra mandataria con Lula pudieron ser otro factor. Asimismo dejé constancia de noticias inquietantes recibidas en torno a la implementación del sistema ISBD-T con  MPEG4 en Brasil e informé que los famosos decodificadores, imprescindibles para incorporarse a la digitalización, en varios países, entre ellos USA, fueron subvencionados. Consideración asumida en vista de que nadie jamás preguntó a la ciudadanía si deseaban o rechazaban una TV de mejor calidad técnica ni tampoco cuál norma ellos preferirían.

Debido a que frente a la decisión gubernamental, los dueños de los canales expresaron su inmediata satisfacción, en mi intervención además hice votos para que en la nueva Ley de TV que se estudia en el Parlamento, incluyan algún artículo en que fijen pago mensual a los empresarios televisivos por el uso de un espectro radio eléctrico que pertenece a todos los chilenos. En la mayoría de las naciones civilizadas, sin chistar los propietarios de las estaciones cancelan una importante cantidad. En Chile jamás pagaron un peso. ¿Por qué los eximimos? Es más, actualmente, frente a la obligatoriedad que tienen ellos de producir programas culturales, es el Estado quien los financia a través de concursos convocados por el CNTV.

Con el correr de los días, quedó en evidencia que no somos los periodistas los únicos en plantear inquietudes frente a la decisión tecnológica asumida. Entre las muchas cartas enviadas a los diarios, reproduzco la que el señor Alfonso Bastías enviara a El Mercurio. En una parte inquiere: “Si esta decisión es tan clara, ¿por qué postergaron en innumerables ocasiones está decisión? ¿Por qué dejar que valioso tiempo de avance tecnológico se haya perdido? ¿Por qué no ser pioneros en la región, si capacidad de decisión siempre ha existido? Da la idea de que una vez que Brasil, Argentina y Perú definieron su norma, inclinándose por la japonesa, Chile, en pos de la integración regional, no podría haber elegido otra alternativa que esa misma norma”. El citado lector es profesor de Ingeniería, PH.D,  y enseña en la Universidad del Desarrollo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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