Lo que hoy vivimos en el campo de la educación pública es fruto de la miopía imperante durante ya casi cuarenta años; quienes decimos creer que es sobre este sistema que descansa el futuro del país, quienes buscamos el Bello Sino, debemos presionar para que el presupuesto de la nación refleje un verdadero compromiso en este sentido.

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"Presente, profesora"

  • 16-11-2009

A raíz del movimiento de los profesores por sus salarios he observado gran cantidad de discusiones con muchos matices en torno a tales reivindicaciones y sus fundamentos. Aunque todo el mundo parece estar de acuerdo en que hay que rescatar la educación pública, por ahí escucho que sólo los profesores bien evaluados deberían acceder a mejores remuneraciones. Por otro lado me llega el testimonio de una profesora que no entiende cómo la podrían evaluar por el rendimiento de sus alumnos si muchos de ellos tienen deficiencias que no dependen de sus esfuerzos pedagógicos; además no le parece correcto abandonar a esos muchachos para subir su puntaje (y su salario). He consultado por los sueldos de los profesores de los colegios particulares del barrio alto y descubro que al menos ellos están bien pagados. Entonces no puedo sino concluir que las personas de altos ingresos están dispuestas a pagar altas mensualidades que permiten pagar buenos sueldos a los profesores. Es decir, parece que hay acuerdo en que hay que tener buenos profes y buenos salarios. 

Mientras recibía todas estas señales informativas, en mis lecturas era el turno de Paul Auster – el magnífico escritor norteamericano – y su novela Hombre en la Oscuridad. El personaje central es un hombre en sus setenta, escritor y crítico literario, que tiene dificultades de movilidad debido a un reciente accidente. Vive con su hija separada y su nieta cuyo novio ha muerto hace poco. Por las noches tiene dificultades para dormir y se entretiene creando historias, una de las cuales ocupa buena parte del libro de Auster. En ella un individuo es rescatado de un pozo y entra en un Estados Unidos paralelo, en otra dimensión, donde no hay guerra en Irak pero si una guerra interna de secesión, donde los estados se han ido separando del gobierno federal formando nuevas confederaciones más pequeñas en el Noreste o en el Pacífico. El personaje se las arregla para que le cuenten qué ha ocurrido en este país alternativo. Se entera de los cambios a partir del año 2000 en que, a raíz de unas cuestionadas elecciones presidenciales, comienza el secesionismo acompañado de nuevas e interesantes políticas. Traduzco literalmente; “ Política exterior: no interferir en ninguna parte… Política nacional: seguro de salud universal, no más petróleo, no más autos ni aviones, incremento en cuatro veces del salario de los profesores (para atraer a los estudiantes más brillantes a la profesión), estricto control de armas, educación y perfeccionamiento laboral gratuito para los pobres…” Hay aquí una clara posición por una salud solidaria, por el transporte público y por un trato salarial privilegiado con los educadores para estimular el ingreso de los más altos puntajes a las pedagogías ¡Notable! En el centro del Imperio se plantea hacer hoy exactamente lo contrario de lo que se comenzó a hacer en Chile hace 35 años, cerrando facultades de educación en buenas universidades y entregando al poder del dinero el salario de los profesores, terminando por destruir la educación pública.

La educación es un proceso de largo plazo y la recuperación de un sistema público que lo sostenga en el tiempo requiere de políticas contundentes. Quienes creen que el sistema financiero es la fuente de toda riqueza estuvieron dispuestos a asignar recursos centrales para evitar la quiebra de instituciones bancarias que se mostraron incapaces de cumplir su presunta tarea. Lo que hoy vivimos en el campo de la educación pública es fruto de la miopía imperante durante ya casi cuarenta años; quienes decimos creer que es sobre este sistema que descansa el futuro del país, quienes buscamos el Bello Sino, debemos presionar para que el presupuesto de la nación refleje un verdadero compromiso en este sentido.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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