3:34

  • 06-03-2010

A las 3:34 del sábado 6 de marzo escribo esto. Ha pasado oficialmente una semana del terremoto y no puedo dejar de pensar en ese momento fatídico y en todo lo que vino. En la famosa Teletón eligen poner a un cantante de cumbias y obviar el recuerdo de las víctimas.

Dormía en mi casa. Mis hermanas estaban fuera y sufrí la terrible angustia de perderlas. No pasó nada de eso, pero el susto fue grande. No se compara en nada con lo que hemos conocido.

A esta misma hora, una semana atrás, un edificio nuevo estaba a punto de caer en Concepción, una mujer de Talcahuano no escapaba hacia los cerros porque le dijeron que no venía un maremoto, una familia se abrazaba muerta de miedo.

Una, dos, tres, todas las casas se caían en un pueblito olvidado en la costa. Y el mar se recoge y viene una ola, dos, tres. Pero la Presidenta decía que “no había alerta de tsunami”. Y la ola llegaba y cubría todo.

No hay luz, agua. Un país entero estaba lleno de miedo, de terror, de angustia. Un auto caía a un puente cortado de una carretera recién construida. Otro edificio se mueve, está a punto de caerse y hay que salir corriendo. Pero no se puede comunicar nada.  No hay sistemas de emergencia.

Un abuelito no pudo aguantar más,  soltó a su esposa y la llevó la fuerza del mar. Un bote llegaba hasta la plaza de un pueblo. Pero la Mandataria seguía entregando información errada.  Una bandera chilena se llenaba de barro y se rajaba.

Quiero dejar testimonio de la pena que siento por los que sufrieron de verdad esta terrible tragedia, por los que perdieron a su familia, su casa, todo. Todo en 2 minutos.

También manifiesto mi firme compromiso de no dejar que esto se olvide, nunca. Ahora comienza la reconstrucción, pero también el juicio a todos.

A los que construyeron mal por obtener más beneficios.

A los que actuaron negligentemente a la hora de la emergencia, que no previeron catástrofes, se ahorraron un par de millones, pero se aumentaron su dieta.

A los que dejaron el sistema de catástrofes dependiendo de un fax.

A los que nos vendieron la pomada que somos casi un país desarrollado.

A los que creen que se puede vivir en la Torre de Pisa.

A quienes buscarán sacar provecho político y económico de la catástrofe.

A los que dejarán pasar el tiempo esperando que cambie la pauta noticiosa para arremeter con sus intereses.

Termino estas líneas cerca de las 5 de la mañana. Sigue la fiesta en la TV.  A esta hora, una semana atrás, varios ya estaban muertos bajo los escombros o el agua, miles de casas destruidas, unos planeaban ir a robar a sus vecinos y recién sabíamos que había un maremoto. Pero ya no se podía hacer nada.

Nada como país sirvió. Que no se nos olvide. Que no se nos olvide nunca.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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