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La sociedad de la no ciudad

Columna de opinión por Julio Hurtado
Lunes 8 de marzo 2010 17:54 hrs.


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Ha sido esta una terrible manera de retomar estos comentarios de ciudad y sociedad. Un terremoto y maremoto que nos demuestra lo ya sabido, y a veces soberbiamente olvidado, de la fragilidad material y social de nuestro país. Lamentablemente, y como nunca, se ve tan clara la vinculación entre el territorio y la sociedad, entre la ciudad y la sociedad. En resumen, la vinculación entre las dotaciones físicas y los usos sociales.

El terremoto nos demostró que en las ciudades hubo destrucción física y que en la sociedad asomaron sus trizaduras. Sorprende el poco tiempo pasado entre la destrucción física y la destrucción social. Antes de las 24 horas ya había saqueos. Es decir, junto con las estructuras físicas, se vinieron al suelo el equilibrio social.

Frente a este preocupante fenómeno, aquellos, de más básicos pensamientos reclaman porque no se sacó a la fuerza pública inmediatamente. Es decir, ellos tienen claro que el equilibrio social es frágil, que no hay que esperar que se produzcan los saqueos para reaccionar, sino que hay que actuar antes. Lamentablemente, algunos hechos aislados les dieron la razón, pero eso no significa ni sabiduría ni conocimiento, sino que demuestra un profundo temor social y que la solución al desequilibrio social, para esos sectores conservadores, es la represión, incluso anticipada, antes que la integración social.

Cabe entonces preguntarse, por qué se producen estos hechos ¿Es pobreza? Es necesidad? ¿Es la emergencia?. Creemos firmemente que no. Estamos en presencia de una no cohesión social. Estos sectores son los mismos que destruyen la ciudad cuando hay gestas deportivas (se gane o se pierda) o cuando hay legítimas manifestaciones de protesta pública.

En estos comentarios siempre hemos sostenido que la ciudad refleja físicamente lo que sucede en la sociedad. Hemos reiteradamente afirmado que la ciudad es la expresión física de ciertas relaciones de poder y de una determinada división de actividades económicas. Es decir, la ciudad refleja la no cohesión de nuestra sociedad. Realidad tan brutalmente desnudada con este terremoto.

Estamos en presencia de un modelo de desarrollo, que ha sido exitoso en el crecimiento económico, en la modernización, en la integración a la economía mundial y en la disminución de la pobreza. Pero, debemos decirlo con fuerza, que a su vez, este modelo de desarrollo ha sido brutalmente excluyente. Ha sido un modelo de no ciudad y de no sociedad.

El terremoto y maremoto no tan sólo desnudó nuestra fragilidad material (en algunos casos criminalmente negligente), demostró lo poco respetuosos que somos con la ocupación del territorio (construcciones en altura en un país que cada cinco años tiene un terremoto y cada 25 verdaderos cataclismos), desnudó la paradójica debilidad en comunicaciones (una sociedad que se jacta de avances e integración). Pero sobre todo demostró nuestra brutal fragilidad e integración social.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.