Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 26 de abril de 2024


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Humberto Maturana

Un hombre de ojos grandes

El Premio Nacional de Ciencias 1994 fue el primer invitado del ciclo Entrevistas en el Metro del programa Vuelan las Plumas de Radio Universidad de Chile. Durante más de noventa minutos explicó de manera didáctica los conceptos básicos de la Teoría de la Autopoiesis y del importante papel sanador y “acariciador” de las palabras.

Vivian Lavín

  Viernes 9 de abril 2010 17:33 hrs. 
Radio-Uchile

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Para quien había estudiado medicina, biología, anatomía, genética, había incursionado en la antropología, arqueología y paleontología, y se había interesado en la etnología, mitología, preguntarse ¿qué comienza cuando nacen los seres vivos en la Tierra y qué se ha conservado desde entonces?, era un cuestionamiento casi natural. Pero Humberto Maturana no es ingenuo y como él mismo señala: “Aceptar una pregunta consiste en sumergirse en la búsqueda de su respuesta. Más aún, la pregunta especifica qué respuesta admite”. De aquí que no sea extraño que luego del planteamiento inicial haya concluido con la formulación de una teoría de lo viviente, la Teoría de la Autopoiesis.

Humberto Maturana es un hombre de ojos grandes, tanto que es capaz de observar con detención a una molécula y, a la vez, la realidad social en este particular intento por dar respuesta a preguntas de los más diversos tamaños.

Este Hijo Ilustre de la Comuna de Ñuñoa, que fuera alumno de Liceo Manuel de Salas y de la Universidad de Chile pero también Doctor en Biología de la Universidad de Harvard y que trabajara como investigador en el Departamento de Ingeniería Eléctrica del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts es una suerte de “especie en extinción”, ya que fue educado por el Estado de Chile y a pesar de recibir todas las ofertas para hacer una exitosa carrera en el exterior decidió volver a su país para trabajar y pensar desde aquí. Dice que “para cumplir un compromiso y retribuir” lo que se le había dado.

Su visión de la educación es clave para entender su pensamiento: “Lo central de la educación es la formación de la persona como ciudadano- dice Maturana-. Es fundamental porque allí se forman los haceres, los sentires que es lo que llevan a la persona luego a actuar de un modo u otro en su vida. Pertenezco a esa época en que la educación era una responsabilidad constitucional y gratuita, si no, no hubiera podido estudiar en la Universidad. También en esa época el sistema de salud pública era accesible y si no hubiera sido por ella, no habría sobrevivido debido a una tuberculosis pulmonar. Y lo que puede parecer terrible para mí fue un regalo ya que me permitió pensar…el país me dio un idioma, una visión de mundo, educación, posibilidad de tener salud, incluso posibilidad de ir al extranjero y me recibió cuando volví en 1960. Cuando volví el país no tenía las condiciones que yo hubiera querido que tuviese y podría haberme dedicado a quejarme, irme al espacio privado, volver al extranjero, donde tenía varias ofertas, pero decidí quedarme en Chile y devolver lo que se me había dado y la Universidad de Chile me dio un espacio maravilloso para hacer ciencia y reflexionar”.

El lenguaje como eje sanador

Su pensamiento se abocó  a la vida misma y formuló una teoría que vino a  “iluminar”, como lo dijera su discípulo y colega, el biólogo Francisco Varela, “que muestra que ninguna molécula o clase de molécula, determina por sí sola ningún aspecto o rasgo del operar del ser vivo como tal, pues todas las características del ser vivo se dan en su propia dinámica”. Dentro de esta dinámica está en el lenguaje que ha venido a ocupar un aspecto importante dentro del pensamiento de Maturana y que ha desarrollado al interior de la Escuela Matríztica que fundara junto a Ximena Dávila.

“Al surgir el ser vivo, surge es espacio relacional en que existe como totalidad y ese espacio que se constituye en relación con otros seres vivos, y el lenguaje surge en la historia de la humanidad a partir de la convivencia con nuestros ancestros hace 3 millones de años atrás, en función de coordinar nuestros haceres y emociones, de convivir juntos. El lenguaje entonces, surge como una “red de sentires que coordinan y generan mundos”, dice Maturana.

Pero no sólo eso, Maturana le otorga además al lenguaje el poder de sanar y para explicarlo, va hasta los orígenes del habla, “que en sus inicios tiene que ver con el tocarse. La audición en su origen evolutivo, hace 200 millones de años atrás o más, se ubica en la línea lateral de los peces donde hay serie de organelos sensibles a la vibración y nuestro oído es una modificación evolutiva de esa línea lateral. De modo que las palabras nos tocan, pertenecen a nuestro espacio tactil, nos podemos acariciar o golpear con las palabras, ya que gatillan en nosotros dimensiones de nuestra sensibilidad que tienen relación con el contacto”.

En la literatura, muchos autores dicen que la escritura resulta un proceso sanador, lo que tendría una base biológica, según la teoría de Maturana. “Lenguajear viene de lenguaje, ya que los sustantivos ocultan verbos, ocultan dinámicas de procesos. La palabra lenguaje oculta el lenguajear, el fluir en las coordinaciones de sentires, emociones y haceres a través de lo sonoro. Si cambiamos las palabras, entonces, cambiamos el mundo, porque lo que se modifica es el flujo de las coordinaciones de haceres en las cuales nos movemos, tanto en nuestra dinámica interna como dinámica relacional. Lo que hace el poeta es algo maravilloso ya que toma algo de un dominio que no es visible y lo pone en otro. Nos “toqueteamos” con las palabras, nos cambian y nos llevan a otros lugares. Y si esas palabras nos hacen sentirnos bien, entonces, son sanadoras”, explica.

Después de la destrucción….

El 5 de agosto de 2006 un incendio destruyó totalmente las dependencias del Laboratorio de Neurobiología y Biología del Conocer de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. El fuego consumió en minutos el trabajo de largos años de todo un equipo de científicos. Luego del impacto, Maturana dijo: Lo principal está en el corazón y la mente. Eso no se quemó.

Después, del terremoto y posterior maremoto del 27 de febrero, le preguntamos a Humberto Maturana, ¿qué es lo que no se destruyó? “Queda la historia en la persona, queda lo vivido, lo sentido que configura su modo de estar ahora, queda la riqueza de todas sus capacidades desde los conocimientos y habilidades. La riqueza de Chile no se pierde porque está e sus personas. Los seres vivos existimos en un presente contínuo, cambiante, y se vive según lo vivido. Por eso no se pierde todo y ese pasado queda en uno. El tema central de la reconstrucción está en las personas, en crear las condiciones para que puedan rehacer su vivir, mejor que antes, pero para eso no tenemos que mirarnos en gastos. Lo mismo que un organismo que cuando se enferma, gasta todo lo que tiene, usa toda su integridad en la reconstrucción de su ser. Lo que tenemos que hacer es respetar a nuestros conciudadanos y ayudarlos a rehacer sus casas y sus vidas”.

Ciencia Incómoda

Los científicos chilenos se quejan de la importancia que se le da a la ciencia…sin ir más lejos, los estudios que anunciaban la inminencia de un terremoto en la zona de Cobquecura encabezados por el profesor Sergio Barrientos, fueron publicados en revistas especializadas extranjeras. ¿Cómo debiera la ciencia ganarse ese espacio que le reclama a la sociedad? Según Humberto Maurana, “la ciencia, el arte, la artesanía no tienen valor en sí mismos sino que el valor que uno les dé, para eso hay que entender lo que nos entregan. Lo peculiar el científico es que va por la vida mirando y preguntándose cómo puede explicar esto y lo otro, en cambio, el ingeniero se pregunta cómo puede hacer esto u otro. Pero para hacer ciencia se requieren las dos cosas, las preguntas y la capacidad de hacer. De aquí que  en el fondo, la formación del científico y del ingeniero requieren de este juego de lo poético y de la acción, inventar preguntas y la operacionalidad para responderlas, pero para que eso pase el niño tiene que crecer con un sentido social, porque al niño les gusta hacer cosas, pero dónde. El problema es que hemos puesto a la ciencia en un pedestal y nos hemos olvidado de la formación de quienes van a ser científicos, antes de que se conviertan en tales. A todos los científicos les gusta que lo hacen tenga sentido en su comunidad, sin embargo, la cultura competitiva que impera, deja de lado este sentido social”, finaliza.

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