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No es por ser pesimista

Columna de opinión por Wilson Tapia
Miércoles 28 de julio 2010 12:38 hrs.


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Siempre me ha fascinado el cuerpo humano.  Esa perfección que se detecta en el equilibrio de sus funciones básicas. Obviamente, no soy el único.  Culturas milenarias sostienen que esta máquina sublime viene preparada para sostenerse a sí misma una cierta cantidad de tiempo, que puede medirse en número de latidos del corazón, en exhalaciones e inhalaciones, etc. Algún especialista con exceso de racionalismo retrucará diciendo que a medida que la ciencia avanza, el número de latidos también varía en beneficio de la máquina remozada genéticamente. No me meteré en esas honduras. Mi tema es más simple. Creo que los humanos venimos, además, con una cierta cuota de dislates dentro del cuerpo.  Me refiero a lo que tan bien resume el latinajo Errare humanum est.

Claro que ahí aparecen las precisiones.  Hay disparates y disparates.  Y los hay que se hacen por ignorancia, por ingenuidad. Los que se llevaban a cabo con plena conciencia son barbaridades, y dependiendo de su magnitud, se puede llegar a crímenes de lesa humanidad.

En estos días hemos sido testigos de disparates de distinto calibre. Y todos alrededor de la política.  Que el Presidente de la República llame a la unidad para enfrentar la desigualdad, me parece bien, si no fuera porque es una hipocresía.  Mientras hace tales demostraciones de amplitud, subordinados suyos y él mismo, realizan sus mejores esfuerzos por destrozar la imagen de su antecesora.

La vicepresidenta de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI), Ximena Ossandón, llegó a su cargo pisando fuerte.  No se limitó a iniciar investigaciones exhaustivas y crear un ambiente de terror entre los funcionarios, también balanceó su celo con una actitud pía.  Colocó una estatua de la virgen María en el ingreso de su institución. Y tampoco se quedó allí. Esta madre de nueve hijos, profesora de inglés egresada de la Universidad Católica y con un MBA de la Escuela de Negocios de la Universidad de Los Andes, sabe donde les aprietan los zapatos a las mamás de Chile.  Por eso es que, de entrada, rayó la cancha.   “Cuando la mamá pueda estar con su niño, que esté, pero cuando la mamá decida irse a tomar, ir a la playa o a tomar un café con una amiga dejando al niño en nuestras salas, eso es lo que nosotros tenemos que evitar porque no hay ningún estudio en el mundo que diga que el niño está mejor en una institución que con su familia”, dijo oronda. Sin duda se trata de una mujer especial.  De cualquier modo, alguien le tiene que decir que las madres que llevan a sus hijos a los establecimientos de la JUNJI no son de su medio social.  Por muy Opus Dei que ella sea.

Otro botón lo aportó el cardenal emérito de Valparaíso, Jorge Medina. Viendo como sus valores caen a pedazos en el mundo -y especialmente en su órbita eclesial-, no pudo guardar silencio y se lanzó contra las uniones homosexuales.  Aparte de advertir que la legalización en Argentina, en Chile sería un atentado contra las raíces cristianas de la sociedad, fue al fondo del problema. Sin ambages, dijo: “La práctica en la vida de la relación sexual entre personas del mismo sexo no es aceptable”.  Si no fuera un sacerdote sería un simple error tan humano.  Pero un cardenal….y católico…

La encuesta de Caracterización Socio Económica (CASEN) sirvió para dar una muestra más. La diferencia de ingresos entre el decil más rico y el decil más pobre de la sociedad chilena es de 46 veces. Lo que pone a nuestro país entre los 12 que peor reparten la riqueza en el mundo. Todos condenan la situación. El primero, el Presidente de la República con su llamado a unirnos para enfrentar el flagelo. La verdad es que poco podemos hacer los chilenos de ingresos medios o bajos, el 90% de la población, si los más ricos no asumen actitudes de equidad. No sólo pagando sueldos dignos, sino tributando como se hace en cualquier país que pretenden ser desarrollado.

La oposición concertacionista también dio a conocer su pesar.  Sin embargo, la situación no es nueva. La inequidad en el país es una constante que se agudiza desde la dictadura.  Y los que hoy son gobierno fueron, en buena medida, cómplices al apoyar de manera entusiasta la imposición del modelo neoliberal. En los veinte años siguientes, se redujo la pobreza de manera importante, de casi el 40% a algo más de 15%.  Pero la estructura generadora de la desigualdad siguió intocada. En esta materia, nadie puede sentirse libre de responsabilidades.

Y este es un disparate que debiera ser mirado por la sociedad como algo más que un mero dislate.  Son seres humanos condenados a vivir vidas miserables. Claro, errare humanum est, pero ya son casi 37 años en que seguimos cometiendo el mismo error.  Y aquí no hay diferencias ideológicas que valgan.  Los críticos con sensibilidad social, cuando llegaron a poder prefirieron guardar silencio a correr el riesgo de perder las granjerías. Estos ya no son errores, son horrores.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.