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Historia de tres ciudades

Columna de opinión por Julio Hurtado
Lunes 2 de agosto 2010 19:33 hrs.


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Por motivos laborales, recientemente he debido visitar dos ciudades capitales centroamericanas: San Salvador y Ciudad de Guatemala. Quiero realizar algunas reflexiones acerca de la vida urbana en esas capitales, y relacionarlas, por supuesto, con nuestras ciudades.

Es impresionante como la estética y los símbolos son similares en todas nuestras ciudades: las mismas tiendas, los mismos mall, las mismas marcas, etc. Esta realidad es nueva, no ocurría hace 20 años,  en que cada ciudad tenía sus propias características, producto de la evolución natural de sus bases histórico-culturales.

Son ciudades muy “latinoamericanas y globalizadas”. Mejor dicho, con la típica globalización latinoamericana. Es decir, con gran desigualdad, con mucha modernidad y riqueza, y  con mucha pobreza. Todo  conviviendo segregadamente.

Estas ciudades y países presentan una desigualdad socio económica mucho mayor que la chilena, incluso, mucho mayor que la media latinoamericana, lo cual se refleja en las ciudades, en que la inseguridad es evidente. Rejas, alambrados, guardias de seguridad, alarmas, guardaespaldas y delitos permanentes y violentos.

Es así que San Salvador, una ciudad de 1,5 millones de habitantes tiene el escalofriante record de 12 homicidios diarios.

Desde luego, que en una situación así, las elites (las que han permitido, por sus políticas excluyentes, este estado de cosas) no pueden vivir tranquilas, tienen que hacerlo de manera amurallada y protegida.

Si comparamos esta situación con las ciudades chilenas, vemos que aún tenemos alguna esperanza de no llegar a esos extremos. Sin duda, pese a la faramalla política, Montevideo y Santiago, siguen siendo, por lejos, las ciudades capitales más seguras de América Latina; sin duda que Chile y Uruguay, siguen siendo los países de la región con menor porcentaje de pobreza (incluso después de los resultados de la última encuesta CASEN); sin duda que Argentina y Chile son los países con mejores ingresos per cápita de la región latinoamericana.

Y, sin lugar a dudas, que Uruguay, Argentina y Chile (junto a Cuba) son los países menos desiguales en este continente tan desigual.

Por lo tanto, es evidente que nuestras condiciones son mejores. Pero, estamos en un punto de inflexión. Creo que aún podemos evitar un futuro tan desolador, peligroso e inviable. Así vemos que hay síntomas preocupantes. Por un lado, las elites en vez de intentar mejorar las condiciones de integración social y espacial de la población, han usado los casos delictivos para enarbolar banderas políticas, y profundizar el estigma y la segregación,  aprovechándose del temor de las clases medias.

Vemos por otro lado, que el centro histórico de la ciudad de Santiago (que es funcional, bello, elegante e integrador) está viviendo un proceso de tugurización, pero no por la presencia de sectores marginales, sino que por la acción desquiciada de las inmobiliarias que están destruyendo, además del patrimonio, las redes sociales y culturales de la ciudad.

Cuando se darán cuenta nuestros “sheriff” que, sin hacer un esfuerzo por integrar la ciudad (que seamos capaces de mezclar socialmente los distintos barrios) estamos condenados a llegar a esas situaciones extremas, peligrosas y desesperanzadas, de otras ciudades.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.