Para justificar la baja productividad en tiempos de la ex – Unión Soviética circulaba la siguiente afirmación: “el gobierno hace como que nos paga y nosotros hacemos como que trabajamos”. Se trata de un chiste que se resume en un refrán que es más cercano: “el que paga con maní, monos consigue”. Estos jocosos dichos son, empero, una sintética clase de economía. Reflejan una constante en el mundo empresarial o laboral: la remuneración no es un valor absoluto, sino una co-relación entre horas trabajadas y piezas o servicios producidos. Si el pagador pretende que el producto le salga más barato bajando el numerador, no es extraño que el trabajador ajuste el denominador, manteniendo el equilibrio.
Los recientes casos de vulnerabilidad y precariedad laboral en Chile, tanto en seguridad -como en caso de la Mina San José- o remuneraciones – causas de las huelgas de las que somos testigos- responden a aquella ecuación. Es esta relación la que explica muchas dificultades en el área de recursos humanos. Por eso es que los recientes anuncios del Gobierno sobre un “nuevo trato laboral” son relevantes.
En efecto, tal como durante los últimos 25 años el país avanzó en sus reformas macroeconómicas llevándolo a un sitial expectante a nivel mundial, los próximos 25 años habrá que centrarlos en la revolución microeconómica. Y en esta área, la relación capital-trabajo en la empresa es crucial. La vieja utopía “de cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad” ha sido abandonada casi en todo el mundo. Sabemos que la realidad impone hoy que “de cada cual según su capacidad y a cada cual según su productividad”. No hacerlo, nos deja fuera de competencia, tanto individual, como colectivamente.
Así y todo, la competitividad no debería surgir de esa costumbre ancestral del pagador, de rebajar el numerador. El capital tiene que poner lo suyo, es decir, riesgo, innovación, voluntad y capacidad de gestión para vencer en la competencia. Los trabajadores, bien recompensados, trabajarán más y mejor, sin bajar –sigilosamente- el denominador. Ambas partes, por lo demás, tienen un propósito común: generar riqueza, bienes y servicios, que eficiente y eficazmente satisfagan las infinitas necesidades humanas. La cacareada caída de la productividad en Chile no tiene muchos secretos: las empresas con salarios justos son las más exitosas. Las que maltratan a los trabajadores, tienen problemas.
El “nuevo trato laboral” es, pues, una oportunidad para que, más allá de normas y leyes que surjan –ya hay demasiadas e igual no se cumplen-, se consiga en cada unidad empresarial un real “nuevo trato” en que el capital ponga lo suyo, creando riqueza usando sus capacidades y no “a la bolsa” de trabajadores expoliados; y el trabajo aumente su productividad para generar la riqueza que, haciendo grande a la empresa, permita que ésta pueda cumplir con las normas de seguridad y pagar remuneraciones acordes al sacrificio de todos. No sea que de seguir como estamos, es decir, que “los empresarios hacen como que pagan y los trabajadores como que trabajan”, terminen hundiéndose ambos.
*El autor es periodista, Magister en Comunicaciones y Educación de la Pontificia Universidad Católica y la Universidad Autónoma de Barcelona.