Acabo de leer Leviatán, un libro de Paul Auster escrito en 1992. Como en gran parte de sus novelas, el azar juega un importante papel en los hechos que constituyen el núcleo de la historia, pero sus azares están siempre al servicio de la redención. En este caso se trata de un escritor crítico del engañoso sistema político en el que está inserto, a quien su responsabilidad en un violento e inesperado hecho de sangre le hace percibir su pasividad ante tal sistema, pasando de agudo observador a activo denunciante solitario que se dedica a hacer estallar réplicas de la Estatua de la Libertad sin mayor daño que ése. Auster crea así una nueva metáfora por un mundo en el que las acciones colectivas de rechazo y cambio parecen imposibles o inefectivas. Por eso su personaje llega a pensar que “ciertas formas de violencia política están moralmente justificadas” y que “Usadas correctamente, podrían ser una herramienta efectiva para dramatizar las cuestiones centrales, para iluminar al público acerca de la naturaleza del poder institucional”.
Hace unas semanas un periodista recibió un premio que ha adquirido cierto prestigio, otorgado por una firma embotelladora. En el discurso de recepción del galardón, el homenajeado hizo una aguda defensa del periodismo al servicio de la gente y una denuncia de aquel otro “que le habla a los poderes”. Su intervención – que provocó reacciones por parte de representantes del gobierno en el acto mismo – circuló profusamente por las así llamadas redes sociales construidas en internet. Lo más notable de esta historia es que no apareció en ningún medio masivo. Más aún; a un par de semanas del hecho un columnista del principal periódico nacional hizo referencia explícita al asunto, recomendando el texto de marras y entregando la forma de acceder a él. Pues bien, en la misma edición el diario publicaba con profusión de fotos la ceremonia de premiación en su página de Vida Social a plana completa, incluyendo sólo una imagen del premiado con una leyenda que informaba que se había referido a la profesión de periodista. Ni una palabra acerca del real contenido. La censura de los dueños de la información se me hizo más patente que nunca.
Parece que la información objetiva, rigurosa, inteligente y desprejuiciada, se ha transformado en peligrosa. Por eso me despierto con el noticiario de la Radio Universidad de Chile. Y por eso me preocupa que los medios independientes puedan mirarse entre si con desconfianza. Como no creo en dioses ni en demonios ni en súper héroes ni en malos de nacimiento, sino en la Historia con sus causas y azares, creo necesario rescatar la fortaleza del atado de colihues que – tomados de a uno – son delgados y fáciles de doblar. Pareciera que es más fácil unirse para defender privilegios (la fortaleza de las derechas mundiales) que para luchar por derechos (la debilidad de las izquierdas). La novela de Paul Auster refleja entender las acciones de los llaneros solitarios pero apunta a que nunca serán más que eso. El camino al Bello Sino está lleno de colihues que deben juntarse.